—¿Usted ha analizado en profundidad los acontecimientos de Mayo del 68. Desde la perspectiva actual ¿qué han significado?
—El Mayo del 68 tiene muchos significados, pero para mí el significado central fue la irrupción en la vida pública de elementos de la vida cultural. En mi propio país, los temas culturales invadieron la vida política después de 1968. Los parlamentarios hablan de Bruselas, de presupuesto nacional pero también de contracepción, eutanasia, aborto, de las minorías étnicas, etc. Una de las características más importantes de los últimos decenios es la formación de los movimientos ecologistas… Interpretar un acontecimiento es siempre complicado. En el caso del 68, lo difícil es que “se trataba de vino nuevo en botas antiguas”. El obrerismo de los estudiantes era evidente, hablaban de la revolución obrera, pero al proletariado no le interesaba demasiado. Cuando se miran las consecuencias de esta inmensa huelga general se ve que ha quedado muy poca cosa. Mi hipótesis es que Mayo del 68 significa una discontinuidad, un cambio de paradigma.
—¿Cómo se produce este cambio de paradigma a partir del 68?
—Después de la muerte de Dios, hubo un gran debate, y la respuesta unánime fue el Estado. De Hobbes a Rousseau, todos compartían que la idea que la paz, la ley, las instituciones, el orden es bueno y la situación de naturaleza, la violencia es malo. En este momento los europeos hicieron una cosa increíble, por razones complejas, hicieron exactamente lo contrario a otras civilizaciones: acumularon recursos, es decir conocimientos, armas, poder, etc. en manos de una pequeña categoría, los caballeros y conquistaron el mundo. La ciencia moderna, el derecho, las máquinas suponen una formidable dominación del mundo. El mundo europeo concentra los recursos y crea grandes tensiones. Es como la máquina de vapor, según palabras de Claude Lévi-Strauss, hay un polo frío, hay un polo caliente y si hay una diferencia de potencial se crea mucha energía. Nuestro mundo crea esta élite, haciendo de las mujeres y obreros figuras de la inferioridad. Luego, las categorías dominadas empiezan a rebelarse. Los ciudadanos se deshacen del rey. Los trabajadores crean sindicatos, partidos que no son perfectos. Los estados se descolonizan. También las mujeres se emancipan a través de movimientos políticos y sociales. Los niños todavía no son totalmente libres a pesar de que la Unesco ha publicado una Declaración de los Derechos del Niño. Y entonces, nos encontramos con este mundo, sin nada que hacer, nadie quiere tensión. Empezamos a dormir la siesta, a ir al supermercado, a mirar películas porno, etc., todo lo contrario de lo que habíamos hecho. Al final, como principio dinamizante, se ha encontrado la preocupación ecologista, que reúne cultura y naturaleza. De hecho, el ecologismo político es el primer gran movimiento donde hay gran cantidad de mujeres. En mi opinión, las mujeres al haber sido inferiorizadas, se han preocupado por estos temas mucho más que los hombres que todavía pensaban en los días de armas. Ellas han pensado este modelo de depolarización, de recrear una unidad. Por eso me interesa mucho lo que dicen las mujeres.
—Así, pues: ¿cree que es verdad lo que se dice popularmente que el siglo XXI es el siglo de las mujeres?
—Sí, no tengo dudas: estamos en el siglo de las mujeres, pero que yo creo que empezó antes, después del 68. En mi investigación descubrí que las mujeres piensan que son superiores, no porque se consideren más inteligentes, sino porque son capaces de hacer dos cosas a la vez, y los hombres no, los hombres sólo hablan del trabajo. Las mujeres tienen una vida privada y una vida pública a la vez. Esto muestra una visión de recomposición. Para las mujeres todas las soluciones son frustrantes, pero la solución de trabajar y desarrollar la vida privada es la única posible. El trabajo y el dinero no son tan importantes para la mujer. Lo viven así con una enorme fuerza y difunden esta visión a los hombres. La idea fundamental para mí no es sólo pasar de lo económico a lo cultural, sino reconstruir el mundo interior y no el mundo conquistado. Hoy, en lugar de una humanidad que domina el mundo, todos estamos dando la prioridad a la construcción interior, mediante la gimnasia o la meditación trascendental. Pero esta preocupación es fundamental, y mucho más aguda en las mujeres que en los hombres. Me llama mucho la atención que las mujeres hablan relativamente poco de los hombres, lo que es fundamental para la mujer es la responsabilidad frente a sí misma y Virginia Wolf es la primera en mostrarlo realmente.
—¿Cómo se relaciona este fenómeno con los derechos culturales?
—Los derechos culturales son primero, y eso es fundamental en el caso de las mujeres. La mujer decide si quiere hijos y cuándo los quiere. De hecho, es un poco escandaloso porque no tiene en cuenta al hombre. La idea es tener el control de su cuerpo, ser dueñas de su cuerpo en todos los aspectos de la palabra.
—¿Cómo puede la sociedad de este principio de siglo profundizar en la democracia, considerada como un valor fundamental de nuestra civilización?
—Dejando de lado la democracia directa a la Rousseau, que no significó mucho. Cuando hablamos de democracia nos referimos a la democracia representativa. La crisis actual viene de la democracia representativa: el problema no es que los partidos políticos no sean representativos sino que los grupos sociales no sean representables. Hay una crisis doble de representatividad y representabilidad.
—¿Esto significa que hay que mejorar la participación popular?
—Esto sería salir del concepto de democracia representativa para entrar en el mundo de la democracia participativa. Esta es una primera tendencia que se siente con fuerza, aunque no se trate solamente de Porto Alegre y el presupuesto participativo. Hay cosas que indican la posibilidad que la población decida sobre una parte de los recursos, a pesar de las reticencias de los partidos políticos. El hecho que parte de los recursos pasen a manos de la democracia directa indica una transformación. Sin embargo, yo doy más importancia a la democracia deliberativa. Detrás de las categorías legales, jurídicas, políticas... hay muchos otros ámbitos. Lo que diría es que hay un movimiento de arriba hacia abajo en forma de textos, reglamentos… que no puede producirse en muchos ámbitos de nuestras sociedades. Por ejemplo, hay un debate entre científicos en biología, y poco a poco eso sube. No nos damos cuenta de que la mayor parte de lo que hacemos no corresponde a órdenes, leyes, poderes, sino a algo que es un poco lo contrario, utilizando una vieja palabra: la emancipación… la creatividad. Hay gente en todas partes que abre espacios para hacer cosas, en una muestra de afirmación simbólica. Hay métodos de educación casi ilegales que se aplican.
El matrimonio homosexual, todo el mundo acabará por aceptarlo, es un movimiento de opinión que se ha abierto camino poco a poco. Esto significa una evolución extraordinaria. Estamos en el mundo del pre-derecho o anti-derecho, en una situación intermedia.
(Fragmento de la entrevista publicada en la revista www.kreanta.org