No existe solo una forma de liderar. Tampoco hay una manera o estilo de liderazgo que sea mejor que los demás, ni es necesario que jerárquicamente tengamos la posición de líder para actuar como tal.
Sin embargo, sí que existen patrones de conducta y comportamiento que solemos asociar a un liderazgo positivo.
Independientemente de cómo sea tu carácter, tu personalidad, etc., siempre se considerará como algo positivo que, como líder, seas capaz de mostrarte confiado y seguro, así como transmitir la sensación de tener el control de la situación o ser una persona a la que se puede acudir en momentos de duda o inseguridad. Y todo ello se refleja en el lenguaje corporal.
Por supuesto, en ocasiones puedes sentir que la situación te sobrepasa o te desborda. En tal caso, como mínimo, has de ser consciente de si se lo estás transmitiendo a tu entorno (tanto a nivel verbal como no verbal) y si el hecho de hacerlo puede resultarte beneficioso o no, tanto para ti como para el resto de las personas.
Porque, al fin y al cabo, un equipo puede contagiarse de la corporalidad de su líder y que todo el mundo experimente lo que está sintiendo éste. Si un conjunto de personas está en tensión, pero ve a su líder calmado, es probable que esa tensión se rebaje. En cambio, aumentará aún más si también la ven reflejada en su líder, debido a la imitación inconsciente que a menudo se hace de la persona con más poder. Para ello es imprescindible que esta dé ejemplo para que los demás lo sigan. Pero sí existe una condición indispensable para transmitir un liderazgo creíble: tu lenguaje no verbal debe ser congruente con lo que cada situación requiera, y a la vez transmitir autenticidad y naturalidad en relación con el mensaje que quieres mandar. Nada chirría más que un líder con una gestualidad impostada, porque seguro que le generará una inseguridad que a su vez se reflejará en su cuerpo. Todo ello, por supuesto, debe ir también de la mano de tu personalidad; no se trata de crear un personaje ficticio cuando nos toque liderar.
Una corporalidad serena y no agitada, incluso en momentos de crisis o tensión, puede ayudarte a transmitir sensación de control.
Y es que quien te mira puede interpretar un exceso de ruido corporal o movimiento como que estás desbordado y sobrepasado, lo que hará que rebaje su nivel de confianza en ti. Sería complicado que alguien se sintiera tranquilo si su líder le pidiera que mantuviera la calma mientras está hecho un manojo de nervios. Por eso, mantener la calma en lo que respecta a los gestos puede ser clave en momentos de máxima presión, tanto para ti mismo como para quienes te rodean, que pueden llegar a contagiarse positivamente.
De igual modo, generar una corporalidad serena de manera consciente puede ayudarte a tranquilizarte y mejorar tu estado de ánimo, como hemos comentado.
Una postura serena es la que tiene movimientos firmes, pero no agitados. Que sobre todo es congruente con lo que estás diciendo o transmitiendo de viva voz. Esto incluye una gesticulación abierta, fluida y natural, así como una gestión del contacto visual en la misma línea con los que te rodean.
A su vez, un líder ocupa su espacio con naturalidad, reclama el territorio espontáneamente. Se refleja, por ejemplo, al andar, pues los brazos se balancean con naturalidad y no se adoptan posturas de cierre. O sentados, ocupando todo el espacio y no al borde de una silla o sillón.
Por último, un buen lenguaje no verbal de un líder también será el que muestre voluntad de acción y predisposición al movimiento cuando la situación lo requiera. (…)
Hay una serie de gestos y corporalidades asociados que pueden generar un impacto positivo inconsciente en quienes te rodean. Gestos que transmiten autoridad, que pueden ayudarte a consolidar la actitud positiva de un buen líder. Deben usarse con mesura y cuando la situación lo requiera.
Se trata de gestos potentes que seguro que evitarías hacer en demasía hacia un superior. Debes tener en cuenta también un par de aspectos: no los uses de manera impostada o forzada. Salta a la vista cuando alguien los hace sin sentirlos realmente. Y, por otro lado, evita hacer un uso excesivo de ellos, ya que pueden convertirte en alguien demasiado autoritario y rígido, poco accesible. (…)
De un líder se espera capacidad de reacción y determinación a la hora de actuar. Nadie confiaría en el liderazgo de alguien que permanece no reactivo o inmóvil en una situación que exige tomar las riendas. Evita gestualidades como brazos cruzados o miradas perdidas en estos casos. Encogerse de hombros o meter las manos en los bolsillos. Agachar la cabeza. Permanecer echado hacia atrás si estás sentado en una silla.
Por otro lado, hay un gesto que les encanta hacer a los políticos para transmitir voluntad de acción, de que nada los puede parar: remangarse la camisa. Pueden hacerlo ante nuestros ojos o salir directamente remangados. Es una imagen, que por lo general, asociamos a alguien dispuesto a pasar a la acción, que no va a quedarse inactivo.
*Autor de Convence sin abrir la boca, editorial Conecta. (Fragmento).