El trabajo psicoanalítico con parejas es irremediablemente difícil. No es sencillo saber qué quieren ellos, los protagonistas, con frecuencia agobiados por la ambivalencia. Tampoco es fácil para el analista llegar a alguna conclusión sobre qué sería lo mejor, es decir, en qué dirección orientar la proa. Sin embargo, las parejas insisten en pedir ayuda, y nosotros en ofrecerla. Al terapeuta de parejas, al momento de intervenir, se le plantean los mismos problemas que al terapeuta individual y algunos más. Freud le proponía al paciente que no tomara decisiones de importancia sobre su vida en el período inicial de un tratamiento y, de esta manera, intentaba evitar que sus interpretaciones precipitaran un fárrago de actuaciones o decisiones perjudiciales. No obstante, la clínica que nos ocupa se desarrolla muy a menudo en un campo de batalla, o sea, en un campo de acción. Las parejas habitualmente consultan en crisis, y plantear algo parecido a lo que Freud proponía por ejemplo, que posterguen una decisión de separación por algún tiempo en la mayoría de los casos suena impracticable, cuando no desatinado. Otro de nuestros problemas es que con frecuencia no sabemos si lo mejor es hablar o callar ( ).
Las virtudes de la psicoterapia psicoanalítica, diseñada inicialmente para ser aplicada a individuos y no a grupos, llevaron a que hoy, a casi un siglo de la muerte de Freud, familias y parejas, grupos de muy diverso tipo, aun instituciones, se dirijan a psicoanalistas para pedir ayuda, desbordando el tipo de población al que inicialmente se dirigía el tratamiento freudiano. El psicoanálisis, sin duda, ha aportado a la civilización occidental mucho más que una terapéutica individual para las neurosis, infinitamente más. Y así es como en el terreno de las parejas, a partir del trabajo pionero de Dicks (1970), se vienen desarrollando prácticas clínicas de inspiración freudiana con variadas modalidades. ( )
¿Qué caracteriza a una terapia psicoanalítica de pareja? ¿Qué la diferencia, en principio, de otras modalidades de tratamiento de pareja? Se trata de una práctica en búsqueda de definición pero provisoriamente podemos entenderla como una forma de psicoterapia que se apoya en el heterogéneo conjunto de desarrollos teórico-clínicos que conforman el psicoanálisis y cuyo camino principal para alcanzar el cambio psíquico es el conocimiento tanto de sí mismo como de los funcionamientos psíquicos del partenaire y del vínculo. Ahora bien, no solo se apoya en la toma de conciencia como herramienta de cambio terapéutico sino que también valen para ella todas las consideraciones que se han efectuado al respecto de los tratamientos psicoanalíticos, señalando la importancia de otros recursos, tales como la relación analista-paciente, el trabajo sobre las creencias, el trabajo sobre los funcionamientos procedimentales que regulan las relaciones, el trabajo sobre el saber hacer ahí, la via di porre, en fin...La característica fundamental que diferencia a esta forma de práctica psicoanalítica de otras prácticas clínicas con parejas es que retoma lo esencial de la actitud ética y clínica de Freud en los tratamientos individuales y simultáneamente asume como principal propuesta promover en los sujetos el mejor rendimiento de las capacidades de disfrutar, amar y trabajar, de modo tal que es únicamente en función de estos objetivos que propicia el más armónico y satisfactorio fluir de la relación. No propone que la pareja se adecúe a ningún modelo de funcionamiento del establishment sociocultural ni tampoco tiene como objetivo prioritario salvar a la pareja de su disolución. Por ende, en muchos casos su mejor resultado será la disolución de una relación desastrosa, del tipo de aquellas en que, en el decir de Borges, no nos une el amor sino el espanto.
Nuestra práctica, esencialmente no directiva, se torna inadecuada en aquellos casos en que la destructividad imperante requiere de intervenciones directivas, cuando no policiales. Son los casos, muy numerosos, en los que campean la violencia física u otras formas de destructividad mortífera. De modo que la cuestión de la indicación requiere precisiones y la psicoterapia psicoanalítica de pareja no constituye un abordaje para recomendar sin una previa evaluación. Los temas y conflictos que se analizan en una terapia de pareja son, en principio, los mismos que se abordan en cualquier psicoterapia, o sea las cuestiones que universalmente angustian a los seres humanos. Pero si se ha elegido un encuadre de pareja, probablemente esto se deba o bien a que se aspira a trabajar específicamente en los problemas de la relación, o bien porque se aspira a utilizar el vínculo de pareja como punto de apoyo para impulsar algunos trabajos psíquicos, o bien porque el o los tratamientos individuales vienen fracasando en el abordaje de los conflictos a resolver.
Sea como fuere, en cualquiera de las opciones aspiramos a que, en el trabajo terapéutico, el vínculo de pareja sea un participante protagónico de modo que, si bien los temas que se abordan, como se dijo, son los universales de los seres humanos, el encuadre marque diferencias en cuanto a la forma, perspectivas y las características del abordaje. En cuanto al contenido de la intervención, el punto de urgencia se elige desde diferentes perspectivas y con diferentes perspectivas: si en términos generales constituye el articulador entre lo explícito (consciente) y lo implícito (inconsciente), sobre el cual pivotearemos para impulsar el cambio terapéutico buscado, en términos particulares elegiremos cada encuadre y en cada situación con diferentes criterios.
*Autor de Amores en crisis. Ediciones Paidós (fragmento).