DOMINGO
Reportaje a Sergio Abrevaya

“UNEN debe ir solo y con programa propio”

El candidato a jefe de Gobierno porteño y uno de los fundadores de la coalición, propone una agenda para el espacio progresista. Cómo combatir la venta de droga y el aumento del delito. Los planes para una reforma educativa.

Narcotráfico instalado. “Argentina pasó de ser un lugar de tránsito a país productor. Se volvió indiferente al futuro de sus hijos”.
| Néstor Grassi

Sergio Abrevaya es abogado, es joven (nació en 1963) y actualmente preside el Consejo Económico y Social y es candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por Podes (Poder para el Espacio Social) que integra la coalición UNEN.

—El Consejo Económico y Social es un órgano constitucional autónomo –explica Abrevaya–, y dentro del Consejo hay distintas expresiones. Por ejemplo, dirigentes sindicales, empresariales y también cuatro representantes de las universidades, sin contar las que han designado distintas profesiones y también aquellas que provienen de la fe, como pueden ser la AMIA o la Pastoral Social. También están en el Consejo las asociaciones de Consumidores con la suerte de que, como suele ocurrir con herramientas participativas, tardaron en llegar y requirieron un juicio en la Ciudad que, en 2009, fue ganado por una institución logrando así que la Legislatura reglamente el Consejo. Se creó, finalmente, en 2012. Yo venía de ser legislador en la Coalición Cívica y, de acuerdo con las posibilidades que se generan en los bloques, nosotros, junto a mi amigo Enrique Olivera que también proviene del mismo grupo del que vengo, tuvimos la suerte de que se unieran a nosotros las cabezas de las instituciones. Por eso vinieron los decanos de Económicas y Sociales de la UBA, del Salvador, de la UADE. También, en lo sindical, los secretarios generales como Viviani, Santamaría, Dante Camaño, etc. Del lado empresarial contamos con Alejandro Borensztein (titular de Capit), el presidente de la Asociación de Colectivos… en fin, como le decía, son las cabezas de sus instituciones y nos hemos reunido para discutir políticas públicas.

—Explíqueme, ¿cómo se crea Podes con quien usted integra UNEN?
—Mire –Abrevaya saborea lentamente un café–, yo empecé a militar en los años 80. Ni bien salí del colegio comencé a preocuparme por la realidad. No tenía un marco político definido pero, en cambio, contaba con un amigo que era hijo de Bob Cox (director del Buenos Aires Herald) que compartía conmigo varias inquietudes. Como le decía, durante la dictadura comencé a militar en el radicalismo. Alfonsín cumplió pero luego, con el paso del tiempo, fuimos un grupo juvenil que discutió con él y, para mí, el radicalismo comenzó a desvirtuarse. Nos fuimos entonces, con Enrique Olivera, junto a Lilita Carrió. Sin embargo seguimos afiliados al radicalismo. Fui legislador, con un gran trabajo vecinal puesto que muchas organizaciones vecinales se acercaban a nosotros para encontrar su espacio, y fue así como, todos juntos, fundamos Podes. Por otra parte, también Podes es una de las agrupaciones fundadoras de UNEN y, en consecuencia, articuladora de esa construcción.

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—Siempre es difícil comenzar…
—Sí. Nadie creía en el futuro de lo que, después, se llamó UNEN. A mí me tocó trabajarlo mucho junto a Julio Raffo (que era legislador) y así construimos los puentes entre distintas fuerzas con la posibilidad de ir a las primarias. Podes fue entonces uno de los partidos firmantes y fuimos candidatos Alfonso Prat-Gay, Ricardo Gil Lavedra y yo. Hoy, entonces, pensando en reproducir esa primaria, soy candidato a jefe de Gobierno.
(Mientras conversamos cae la tarde invernal sobre Buenos Aires. Estamos en la víspera de un paro nacional. Un mapa ciertamente muy complicado. No podemos dejar de mencionarlo)

—¿Usted no cree, Abrevaya, que sería importante elaborar un mapa de la inseguridad?
—Absolutamente. Tanto es así que comencé a trabajar en eso entre 1997 y 2000, cuando Olivera me invitó a ser parte de la descentralización de aquella época. Y hoy, también, uno de los temas es la seguridad. La única manera que tiene la Policía de realizar su tarea es elaborar un mapa del delito. Aprendimos a usar esa herramienta y la utilizamos con los vecinos. Ya en aquel momento me reuní con las ONG que se ocupan del tema (alrededor de veinte) y contabilizan, en cada semestre, los delitos que se cometen y no se denuncian. Esto es importante porque la única estadística con la que contamos hoy es ésta. Oficialmente, desde 2008 no hay estadísticas de delito, excepto “homicidios” en 2011. La Suprema Corte brindó la última estadística. Fíjese usted en la oscuridad en la que nos movemos: no hay cifras oficiales de lo que se denuncia, y lo que no se denuncia es registrado por las ONG. Este mapa del delito fue actualizado en mayo 2014, pero entre diciembre 2013 y mayo 2014 se reunieron 26 mil delitos no denunciados.

—¿Qué tipo de delitos?
—Mire, van desde robos hasta entraderas. Lamentablemente lo que no se denuncia. Y a mí me parece que el problema tiene que ver no sólo con las penas que reciben algunos. Eso es algo menor. El gran problema es que las causas no se arman correctamente, no hay investigación del delito. La investigación del delito requiere, en primer lugar, que se tomen las denuncias (creo que debería ser penado no tomar las denuncias) y, luego, que presupuestariamente hay que priorizar esto. En Argentina la clave, con lo que no está relacionado con el motivo del delito, se encuentra en que debe investigarse el delito en sí mismo. En general se prefiere la oscuridad desestimando la denuncia. Entonces, de 26 mil denuncias no sabemos realmente de lo que se trata.

—Pero también, doctor Abrevaya, hay una gran lentitud en el cumplimiento de las penas. Fíjese que, cuando se produce un hecho de sangre, en la mayoría de los casos los protagonistas (aún en libertad) tienen un pasado cargado de hechos delictivos o, peor aún, de tipo criminal. Salen en libertad por buena conducta pero luego…
—Sí, esto tiene que ver con lo mismo que comentábamos: por un lado ¿cómo se cumplen las penas? Pero, por otro, con esto, ¿cómo sale alguien de la cárcel y no tiene (en la inteligencia del delito) alguna identificación por parte de esa fuerza que está viendo lo que pasa? Le doy un ejemplo concreto: todo el mundo sabe que se venden drogas en distintos lugares de la ciudad. Y como todo el mundo lo sabe no se hace una acción concreta para poder agarrar a los que venden drogas todo el tiempo: en la calle Corrientes, en el Abasto. ¿Por qué sucede esto? Creo que sucede porque no está puesta la mira en combatir el delito. Este es el tema central.

—El tema del narco es de una gravedad tal que finalmente no sabemos dónde estamos situados. De un lugar de tránsito hemos pasado a ser un lugar de alto consumo, ¿no es así?
—Sí. Esa involución nos ha afectado muchísimo. Es parte de la involución cultural en la Argentina. Entonces, cosas como éstas, que  sólo son un “flash” para la DEA, ocupan, en cambio, la existencia de mucha gente que es vulnerable. En el Consejo Económico y Social le hemos pedido al Observatorio de la Deuda Social de la UCA (Universidad Católica Argentina) que haga un trabajo sobre todos los temas en villas y asentamientos. Uno de ellos es este tema. La percepción del que vive en un asentamiento de que hay droga y se comercia droga en su villa es del 89,5% dentro de la ciudad de Buenos Aires, y en el Conurbano (y esto nos sorprende) es del 60%. Quiere decir que en la ciudad de Buenos Aires la droga ha ganado, para el que menos tiene, una percepción muy grande. Justamente, el que menos tiene es la primera víctima. Este cuadro tiene relación con lo que decíamos: en los 90 cambiaron (desde lo cultural) en todos los sentidos muchas cosas. De lugar de tránsito se pasó a país productor. Esta es una Argentina que se volvió indiferente al futuro de sus hijos. No basta con vivir bien hoy, ¡sino mañana y pasado también! El delito avanza con facilidad.

—Parecería que también hay un descuido en la formación de las fuerzas de seguridad. Casualmente, hoy nos enteramos de que la bala que mata a la chica de 15 años en el patio del colegio de Morón es una 9 mm. (calibre que usan las fuerzas de seguridad) y no coincide, en cambio, con las balas del revólver secuestrado a los ladrones.
—Sí, el tema de las fuerzas de seguridad, que están diseñadas con una antigüedad notable, no acorde a las armas y la organización que se requieren hoy. La Policía tiene la misma organización que hace cincuenta años y la relación con la Justicia también es la misma. Para colmo de males, me parece que a esto se lo ve como un problema institucional cuando, en realidad, depende en un cien por ciento de lo práctico. Me explico: no puede ser que la Ciudad de Buenos Aires no maneje a la Federal. La Metropolitana es como pagar dos veces a la Policía porque la Nación se quedó con la coparticipación de la Ciudad. Y si se quedó con plata de la Ciudad es con el argumento de “pago a la Justicia y pago a la Policía y vos creá la tuya y me quedo con la plata”. Y esto dificulta mucho mejorar la institución porque si creamos una sola institución y se unifica bajo el mando de la Ciudad eventualmente hasta podría ser que un mecanismo electivo conlleve la participación de un comisario general. Esto, por ejemplo, hace que se pueda exigir una rendición de cuentas de cómo se maneja el tema. Además se unificaría todo bajo una nueva Justicia porque se transfieren delitos pero todavía no se transfieren todos. En la Ciudad gobernaríamos mucho mejor…

—Si usted llegara a ser jefe de Gobierno de la Ciudad, ¿cómo encararía el tema seguridad?
—En primer término, el cambio fundamental sería la creación de la Unidad de Investigación del Delito. Esto me parece central. También le daría mayor importancia a la toma de las denuncias. Esto sería una forma de generar confianza. También designaría a un civil al frente de la Policía. También hay algo que, no sé por qué, no se termina de hacer: me refiero a un reclamo ante la Corte Suprema, como se hizo en San Luis, por la transferencia de la Policía y la Justicia. ¡Terminemos con la estafa de la Nación o la Ciudad! Estas prácticas chicas y la práctica grande, institucional, son la clave para combatir el delito.

—Y si vamos a la discusión entre partidos políticos, hay cosas que son absolutamente desconcertantes: hace un momento comentábamos el tema de las discusiones internas que trascienden. ¡Y cómo! Esto no ayuda a una campaña, ¿no cree usted?
—Sí, me parece que UNEN tiene que reservar las discusiones sobre el futuro. Hay cuestiones que no son para resolver hoy. Es un disparate intentar resolver un año antes un problema con una fuerza que busca una identidad de centroizquierda o socialdemócrata más parecida al Frente Amplio uruguayo, si se quiere al PSOE. No se puede pedir ahora, ya, tener todo acordado. De pronto puede ser con otro programa que ocupe otro lugar. Es decir, hoy no es el tiempo del debate y no debe ser público. Esto, reitero, me parece fundamental porque indica cómo evolucionan las cosas. La desaparición de las grandes fuerzas nacionales de otra época hace que la reconstrucción (sobre todo el lado de la convicción, de los ideales) sea más difícil. Es necesario contar con plazos mínimos, necesarios. Ya no tengo dudas de que UNEN debe ir solo y con programa propio. Lo digo porque surge de estas preguntas, porque debe construir una agenda propia sobre los temas que hemos tocado: la seguridad, la reforma que, por ejemplo, significa la revolución educativa. El problema educativo es, sin duda, el más grave de todos, pero lo increíble es que son los sindicatos los que más detienen un cambio. La educación está atrasada cien años. Es decir que el mismo esquema que formó a mi mamá es el que hoy forma a mi hijo. Si no advertimos que ésta es la madre de todas las batallas, incluida la seguridad, no hemos advertido que éste es el primer gran cambio en el que hay que trabajar. El segundo gran cambio está relacionado con la vivienda. En la ciudad de Buenos Aires la vivienda no está resuelta. Tampoco en el resto del país.

—Buenos Aires tiene un gran cinturón de villas. Dentro y fuera de la Capital…
—Segmentaría al sector más vulnerable que, además, tiene como una línea dibujada en la clase media baja. ¿Por qué digo esto? En las villas y los asentamientos la gente paga dos mil y tres mil pesos de alquiler. Quiere decir que hay algo en el sistema que falla. Ese sujeto debería estar ascendiendo en su calidad de vida porque tiene cómo pagar. Pero la Ciudad, en estos términos, no le brinda las posibilidades de comprar. En un informe sobre vivienda que hizo el Consejo se señala que un 20% del stock de viviendas está desocupado. Quiere decir que un 20% de la población no tiene vivienda y un 30% de la ciudad de Buenos Aires alquila. Ahora bien, el que menos tiene no llega ni a alquilar formalmente y paga esa plata por una pieza. El de clase media-baja alquila como puede y (como dice el  Observatorio de la UCA) técnicamente eso hay que contabilizarlo para saber si es pobre. Si una familia gana un dinero suficiente paga un alquiler, pero ese alquiler no se descuenta de lo que gana, no se está calculando bien la pobreza. La vivienda tiene una consecuencia económica y social en la ciudad. La Ciudad progresa en los términos económicos de su industria y de su comercio que solventan la educación pública. El 70% de los ingresos de la Ciudad vienen del comercio y de la industria. Y para que eso funcione bien, o se tiene una estructura de transporte buena y todos viven fuera de la Ciudad o terminan viviendo mal en villas o alquilando también mal con tal de estar cerca del trabajo.

Esta ecuación, que es básica en cualquier ciudad grande del mundo, aquí no la hemos resuelto. Y creo que no la hemos resuelto porque en estos años, de los 90 para aquí, la cultura ha sido cortoplacista. Entonces explota cuando chocan los trenes en Once, por ejemplo. Hay muertos y recién entonces se compran vagones. O cuando la provincia dice “¡no voy a aceptar más basura!”. Recién entonces separamos la basura porque no hay caso de que se recicle. Y si nos quedamos sin energía y la crisis energética se hace crucial trato de recuperar YPF y todas las medidas que conocemos, que tampoco son buenas, En definitiva, reitero, es una mirada a corto plazo y no una política de pensar bien lo que hay que resolver ahora para que, mañana, la Ciudad y la Argentina estén bien. Tenemos que ocuparnos ahora de la educación porque dentro de cinco años nos encontraremos con chicos que no pueden afrontar la comprensión de textos ni competir en el mercado.