Mario Quintana, uno de los dos coordinadores clave de la Jefatura de Gabinete, se tomará vacaciones la primera semana de enero. Su coequiper, Gustavo Lopetegui, recién saldrá a descansar después del 15. Para el presidente Mauricio Macri, puede haber múltiples ministros, e incluso puede cambiarlos en pleno diciembre de fantasmas en la Argentina, pero los “controllers” que trabajan bajo el mando de Marcos Peña son sus imprescindibles para manejar el área económica.
Una forma de verlo es que “coordinan el equipo económico”. Pero la otra, es que ellos dos son “el” ministro de Economía de este gobierno y concentran las decisiones. Para aclararlo, reconocen casi como un “dogma” el “trabajo en equipo”. Una idea que puede sonar a humo pero que defienden como “método”, hasta más que las ideas de fondo. “Yo fui a ver a Alfonso Prat-Gay al Senado en 2002 cuando defendió su pliego de presidente del Banco Central, y fue brillante. Pero nunca gestionó nada y no sabe trabajar en equipo”, lo elogia y aniquila a la vez un referente clave de la conducción macrista, que explica así su alejamiento. “Isela (Costantini, echada de Aerolíneas) tampoco sabía gestionar y no se alineaba con la conducción”, completa, terminante.
El valor de la “gestión”, para la dupla del ex fundador del fondo de inversión Pegasus y del ex CEO de LAN, al frente de un gobierno de CEOs, pareciera ser todo: usar un presupuesto, bajar los gastos, ser eficientes, son sus máximas junto a otras más abstractas, casi de líder espiritual, que repiten convencidos: confiar, empujar para el mismo lado, sinceridad y humildad para dejr de lado el brillo personal.
“Este espíritu es algo que se trae más de la empresa que de la política”, aseguran quienes vienen de la originaria Fundación Creer y Crecer que empezó a gestar al PRO. La frase del Martín Fierro que descansa en la antesala de los despachos de Quintana y Lopetegui en Casa Rosada (“Si los hermanos se pelean los devoran los de afuera”), parece regir el actual gobierno. Lo explican con metáforas del mundo del rugby. Dicen sentirse como los “hookers” que sostienen el scrum para que se luzca tal vez alguno que haga el try, flaquito, corriendo por un costado.
Organización. Al ingresar al despacho de ellos, da la impresión de que creen que un país se maneja con planillas, y que un gobierno cabe en pequeños biblioratos de cartón. Hay uno para cada ministerio. La organización interna los hace estar en permanente contacto con Peña, que es quien reporta al Presidente directamente. Lopetegui está más enfocado en presupuesto y energía, aunque mira de cerca también el transporte y los impuestos. Da la impresión de que es el último padre de las últimas cesantías. Quintana, como se lo vio en su momento y dada su experiencia del sector privado, camina lo financiero y también la gestión previsional. De hecho, tranquilizó a algunos con que no habrá cambios previsionales en el año electoral que comienza.
Ambos son algo así como la expresión de la ideología posible en Macri. Tras un año en la Casa Rosada, están satisfechos, pero a la vez hartos y menos ingenuos. Detestan a los “empresarios cómodos”, como los llaman. “El año que viene será mejor, sobre todo porque la gente le habrá perdido el miedo a Macri”, dicen cerca de ellos. ¿Es posible eso mientras el nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, habla de “mirar finito” el gasto? “Sí”, dicen cerca del hipernombrado Peña.
Y le atribuyen una frase: “Marcos dice que la economía nos puede hacer perder la elección pero no la vamos a ganar por ella”. ¿No es una agenda “antipática” para ir a los comicios apuntar a bajar el gasto y cambiar convenios laborales? La respuesta es un leitmotiv de la CEOcracia: “Relegamos plata o tiempo con las familias, y no vinimos a mantener el statu quo”. Cambiemos es una fuerza política que por primera vez quiere implementar por el voto un programa liberal y competitivo. Quintana y Lopetegui llegaron del sector privado para cumplirlo. Por eso alternan las vacaciones.
