El martes comienza una batalla. Es la pelea por el control de la información que las nuevas caras del Gobierno, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el ministro de Economía, Axel Kicillof, necesitan para acordar el 22 de diciembre, como les indicó la presidenta Cristina Kirchner, un plan con los empresarios para que mejoren sus exportaciones y reduzcan sus costos de manera de ingresar dólares y contener precios.
El martes se espera que Augusto Costa, flamante secretario de Comercio, vaya por esos datos al territorio de Guillermo Moreno. “Los que vienen vienen por todo”, les dijo Moreno a sus principales funcionarios, a quienes no les pidió que renunciaran.
En la Secretaría de Comercio, se concentran los controles del cepo cambiario, las trabas a las importaciones, las formulaciones del Indec, las autorizaciones y desautorizaciones para fusionar empresas como Cablevisión o los cambios de dueños de Telecom, que vigila a través de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, pero aun más importante, la base de datos más completa y extensa de los costos y beneficios de las compañías con mayor peso en la formación de precios.
Aunque Kicillof y su equipo vienen estudiando balances desde que asumió como viceministro de Economía, el poder de sus números tiene desventajas respecto de los de Moreno. El problema quedó expuesto el viernes pasado, cuando Capitanich y Kicillof se reunieron con empresarios.
Les pidieron que les aportaran datos para hacer estudios de cada sector. Fue Juan Carlos Lascurain, alineado con el Gobierno y titular de la cámara que nuclea a las empresas metalúrgicas, quien, incómodo, tuvo que explicarles que eso ya lo vienen haciendo y desde hace mucho tiempo. El depositario de esos datos es Moreno, cuyo estilo de conducción es muy distinto al de Kicillof.
Moreno dividió los conjuntos de datos que le brindan las empresas desde 2006 en al menos diez células (según la fuente, pueden ser algunas más) que no saben nada de las otras y todas tributan a su jefe. Este estilo militar de Moreno no sólo le sirvió para garantizarse que esa masa de información se mantuviera en secreto, a pesar de que es sistematizada por un organismo del Estado y debería ser pública. Ahora le sirve como pieza de cambio para mantener a sus funcionarios en ese punto neural del sistema de gobierno.
No correrá sangre. Moreno es un soldado y hará lo que le pida la Presidenta, por lo que Costa no deberá temer, siempre y cuando esté dispuesto a adaptarse al estilo Moreno, sintetizó un funcionario de Comercio. Es que los morenistas creen que a Kicillof y equipo le demandará menos tiempo aprender, por ejemplo, con quién deben hablar en una cerealera para que liquide dólares, manteniendo la estructura actual. Acaso como prueba de buena voluntad, el jueves un grupo de funcionarios de Moreno decidió dejar de usar corbata, para alinearse con el estilo Kicillof, aseguraban sonrientes mientras comían un “bifacho”.