—Cuando lo entrevisté en enero de 2008, el mundo empezaba a vivir la crisis que había comenzado en septiembre del año anterior. Y usted la minimizaba.
—La mayor parte de los observadores no vieron la magnitud. Fue una crisis de estilo financiero, había un nivel de deuda problemática mayor al que yo esperaba, y no pensé que el contagio sería tan fuerte. Además, hubo un mal manejo de políticas públicas, incertidumbre sobre cuál debería ser la reacción ante la quiebra del sector privado.
—Bernanke dijo que el mundo esquivó una crisis económica mundial que hubiera sido peor que la de 1929, si no se hubiera apelado a la heterodoxia económica sin límites.
—Es que políticas erráticas crearon mucha confusión y mucho pánico en el sistema.
—Primero se cometió el error de no ser heterodoxos.
—Sí. En Inglaterra a una institución de crédito hipotecario relativamente chica la dejaron colapsar para evitar el riesgo moral, los incentivos perversos. Eso creó contagio.
—¿Que quien se exceda sufra las consecuencias?
—No por cuestiones ideológicas, sino de funcionamiento del sistema. Si doy incentivos perversos, voy a tener comportamientos perversos.
—¿Son quienes sostienen que no habría que tener subsidios a la pobreza porque la gente no querrá trabajar?
—Eso sí es ideológico, porque hay una definición de pobreza y si pudo o no trabajar.
—Para los conservadores, si se puede vivir sin trabajar, también algunos intentarán no trabajar.
—Si es un sistema. Por eso, el subsidio al desempleo completo y muy alto es un incentivo perverso. Pero en el sector financiero, en donde la relación entre riesgo y beneficio es crucial, si uno la rompe diciendo: “Usted tome todos los riesgos que quiera, total, los beneficios son para usted…”.
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