Desde agosto vienen las peores noticias desde los frigoríficos. Ese mes, cerró Estancias del Sur, la emblemática firma de carnes de exportación de Córdoba (con planta en Unquillo) que había adquirido la brasileña Marfrig. Si bien no se trató de una medida insospechada, ya que las actividades estaban suspendidas desde febrero. Sucedió lo mismo con los frigoríficos de la compañía, el de Hughes (Santa Fe), que reabrió luego de que el Gobierno devolvió a Marfrig reintegros de IVA por US$ 9 millones. Pero Estancias del Sur, que fue el mayor exportador de carne de Córdoba, no corrió la misma suerte.
La provincia tiene más razones para lamentarse por la suerte de la industria cárnica: perdió más de 500 empleados en sólo 45 días, sumando las cesantías del frigorífico Carnes Huinca, que indemnizó a 160 trabajadores. Con esos dos cierres, la industria de la carne cordobesa perdió de un plumazo cerca del 10% de sus operarios, y el 20%, considerando los últimos cuatro años.
El cierre de Estancias del Sur es una evidencia palpable del cambio de perspectivas del negocio de exportación de carne vacuna. Marfrig, el segundo mayor frigorífico de Brasil, vino al país en la última década alentado por una perspectiva de lo más prometedora para este rubro.
Dentro de la región, la Argentina se veía como el territorio con mejores posibilidades por la conjunción de factores naturales (extensión y clima) y culturales. Así, los cuatro mayores frigoríficos del mundo, sobre todo los dos brasileños, se trenzaron en una carrera por quedarse con plantas exportadoras del país de medianas a grandes, habilitadas para exportar a la Unión Europea y adjudicatarias de la Cuota Hilton. Se quedaron también con producción y marcas de elaborados cárnicos, como hamburguesas, salchichas, corned beef, viandadas, jerky beef y hasta vegetales. Y marcas de peso en el mercado interno, como Paty y Swift, pasaron a sus manos.
Mientras, el país que había sido el emblema y primer exportador mundial de carne vacuna iba desandando ese camino en aras de un supuesto cuidado del mercado interno. Aumento de retenciones, vedas y restricciones a la exportación, controles y encajes, toda una serie de medidas vino a desalentar el negocio de exportación. El beneficio en precios al mercado interno fue limitado, y duró lo que tardó el ganadero en resistir sus propios precios pisados. La tentación de la soja y la gigantesca sequía de 2008/9 aceleraron la liquidación de stocks. A partir de fin de 2009, el rodeo nacional tenía 10 millones de cabezas menos, lo que generó un excedente de plantas frigoríficas y más de un centenar cerraron las puertas, despidiendo a miles de obreros.
Los grupos extranjeros no salieron ilesos. Los norteamericanos optaron por irse. Tyson lo hizo silenciosamente, dejando el frigorífico pampeano en manos de Cresud. Cargill buscó grupos locales que tomaran sus dos plantas por cifras irrisorias con tal de salir rápido y no enemistarse con el Gobierno echando gente (Gorina, ArreBeef y Econcarnes formaron Ciaber y se quedaron con la mayor de sus plantas, la de Bernal. Friar obtuvo la planta de Nelson).
Los brasileños bajaron las persianas pero siguen en posesión de la mayoría de sus plantas. JBS fue el que más despotricó y fue el primero en achicarse. Transfirió la planta de Entre Ríos a un consorcio público-privado local; se quedó operando en su planta principal, la de Swift de Gobernador Gálvez, y cerró al resto.
Marfrig resistió más, y hoy opera en Hughes (Santa Fe) y Villa Mercedes (San Luis). La fábrica de San Jorge (Santa Fe) se la traspasó a BRF (Brasil Foods, fusión de Sadia y Perdigao) junto con las marcas y plantas de elaborados heredadas de Quickfood en un intercambio de activos.
El resto las cerró. La última, la de Estancias del Sur.
El Gobierno pide más control de la faena
El ministro de Agricultura, Carlos Casamiquela, aseguró que los altos precios internos y la caída de las exportaciones cárnicas bovinas produjeron el cierre de frigoríficos locales, y admitió que “hay problemas estructurales”, como la faena de animales “por debajo de los 300 kilos”, que podría generar a futuro “subas de precios internos por falta de oferta”.
Para Casamiquela, “lo que hay que hacer es controlar exhaustivamente el sistema de faena y tener mucho cuidado para que no se desequilibren los precios internos, porque al disminuir el peso de faena vamos a tener una menor oferta y se corre el peligro de que suban los precios internos”.
Además, en declaraciones de hace unas semanas, el ministro indicó: “Creemos que se puede hacer un sistema programado, manejado y chequeado permanentemente para que no se produzcan desequilibrios en la mercadería en el consumo interno”, dijo.
La población consume 120 kilos de distintas carnes anualmente: 60 de carne vacuna, 45 de pollo, 11 de cerdo y siete de pescado. En lo referente a las exportaciones, especialmente en el caso de Rusia, el ministro comentó que ya hubo una ronda de gestiones públicas y privadas para promover la exportación de alimentos y otros productos por unos US$ 1.200 a US$ 2.000 millones.
Sin embargo, el funcionario estimó que las posibilidad de colocar nuevas ventas en Rusia depende de cuestiones tales como la promoción de “precios razonables y competitivos, de calidad y seguridad de abastecimiento”.