"No estamos de shopping. Es un momento oportuno para invertir en energía. Se trata de un rubro con potencial que necesariamente va a tener que crecer. Pero no entramos barato en un momento de oportunidad". Así definen fuentes de Chemo su reciente acuerdo con Gas BAN. La negociación entre ambos grupos la llevó adelante Leandro Sigman, el hijo mayor de Hugo, de 36 años, que es la cabeza operativa de Chemo.
Hugo Sigman era el empresario menos pensado de la era K: resultó toda una sorpresa cuando se anunció la compra de la distribuidora de gas. Psiquiatra, de 63 años, experto en bioterrorismo e inmunología y cabeza de un imperio familiar que factura u$s 700 millones por año y tiene presencia en más de 25 países, el empresario es un cultor extremo del perfil bajo. Y es un experto en el arte diversificar negocios. Sus allegados lo describen como un "entrepreneur serial" de carácter fuerte. Un duro negociador que sabe delegar, aunque sólo en su círculo más intimo de confianza, conformado por sus hijos y parte de su familia política.
Él mismo, en Le Monde Diplomatique, una de las publicaciones que edita, se define como un integrante activo de las industrias químico-farmacéutico, cultural, forestal y agropecuaria. "Desde esa condición he participado y disfrutado con orgullo de la recuperación económica y social del país iniciada en 2002. Como argentino, me congratulo de que nuestro país se encuentre mejor armado que en otras épocas ante las amenazas de la crisis económica internacional. La combinación virtuosa de crecimiento económico, balanza comercial internacional favorable, superávit fiscal y fuertes reservas en divisas permite afrontar las dificultades con buenas perspectivas", escribió. Pero las críticas al modelo que dice encarnar el gobierno kirchnerista llegaron por el conflicto del campo. El propio Sigman reconoce que en medio del paro agropecuario le pidió una reunión a Néstor Kirchner para expresarle en persona su disgusto por las retenciones. El encuentro nunca se concretó.
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