Los funcionarios ya no ocultan su desconcierto y ensayan críticas. ¿La economía permitirá un nuevo turno kirchnerista en el 2011? Mejor dicho: ¿la Caja resistirá? No tienen respuesta y se entretienen en internas de palacio. Julio de Vido, por ejemplo, comenta que la función de Amado Boudou hoy se reduce a transmitir “tranquilidad” a los mercados, pero que, mientras tanto, hace tres meses no puede concretar el canje con los holdouts, lo que sí generaría confianza y cierto acceso al financiamiento internacional. Le critica que no sepa ni el verdadero estado de las cuentas públicas: las maneja casi en secreto el secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa, con Néstor Kirchner.
O sea: Boudou vendría a ser un mero “comunicador”. Menos que un ministro. Aníbal Fernández, en las charlas de café, lo llama un “falso influyente”: diga lo que diga, sus palabras no inspiran credibilidad. Débora Giorgi, la ministra de Industria y Turismo, también está quejosa por la performance de Economía en la crisis del Banco Central: al Gobierno no puede darle lo mismo Mario Blejer que Mercedes Marcó del Pont, se molesta. Pronostica, o ansía, el fin de Boudou, así como se cayó Blejer de su candidatura.