ECONOMIA
Guillermo Vitelli

“La concentración de poder favorece la corrupción”

El especialista en historia económica asegura que los contratos espurios son una constante desde la Colonia. Hasta San Martín y Belgrano estuvieron involucrados en operaciones poco claras. La eterna complicidad de los partidos políticos. La legitimación del gobierno de Kirchner de los negociados en los 90.

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Vitelli asegura que "San Martn no se muri pobre". | Cedoc

—¿Cuándo un negocio se convierte en un hecho de corrupción?
—Hay negocios que son posibilitados o legalizados por una circular del Banco Central o una resolución del Ministerio de Economía, y esto no es corrupción dentro de la jurisprudencia argentina. Pero es negocio. Más que analizar corrupción, también hay que estudiar negocios que surgen desde el Estado. Algunos son espurios, porque la ley no los permite, pero otros no, porque la ley no los prohíbe. Esos dos elementos se tocan con la corrupción. ¿Cuál es la definición de corrupción? La jurídica no alcanza. Un autor belga la define como la traición al superior. La corrupción es, en este caso, “traición a la sociedad”. El otro tema es la definición de delito. Algunos afirman que es lo que el Estado tipifica como tal. En este plano entra la política económica. El juez Ballesteros, en su famoso dictamen sobre la deuda externa, muestra que del 76 al 81 se tomaban préstamos en bancos internacionales al 15% anual y se volvían a colocar en los mismos bancos al 2%, lo que creaba un spread –diferencia de tasas– y en un par de años el préstamo terminaba licuándose. El banco se quedaba con la plata y nosotros con la deuda. Esa lógica no estaba penada legalmente. Pero se estafaba a la sociedad, eso es corrupción.

—¿Los negocios ilegales desde el Gobierno son algo reciente, o una constante en la historia de la Argentina?
—Sí, existen desde la Colonia. Un libro del año 1900 demuestra que en esa época era permanente la corrupción. Pero en esos casos el superior al que se traicionaba no era la sociedad sino la Corona española. Gran parte de la corrupción de esa época consistía en el no envío de recursos a España. El contrabando era no coparticipar los impuestos con la península. La lógica de la Colonia era la búsqueda de rentas, porque se vendían los cargos. Al pagar por el puesto, después se tenía que repagar esa inversión. En esa lógica se estructuraban los negocios, algunos legales y otros no. Y después, desde 1810 hasta el momento, permanentemente encontramos a todos los héroes de nuestra historia participando de negocios.

—¿Pero San Martín no se murió pobre en Francia?
—No se murió pobre. La casa que está en Boulogne sur Mer no es irrelevante. Hay un vino que se vende actualmente cuya etiqueta dice que proviene de los viñedos que eran del general San Martín. Y no se llevó los fondos en el barco, ni tenía una cuenta bancaria. ¿Cómo se hizo dueño de esa tierra? Fue gobernador de Cuyo. Urquiza tenía 1.000.000 de hectáreas, que las consiguió por la fuerza. Lo mismo Rosas, Martín Rodríguez, Rivadavia, Pueyrredón... eran todos hacendados. Los negocios se estructuraban siempre desde el cargo público, desde la fuerza. Esa combinación está a lo largo de la historia hasta que aparecen los políticos. Una anécdota ilustra la lógica de comportamiento de la época. Pueyrredón en Potosí roba la Casa de la Moneda. Después Belgrano la vacía de nuevo, luego de haber perdido en Bolivia. ¿Cómo es posible que robaran la Casa de la Moneda? Y cuando vuelve a entregarle el mando a San Martín, éste se apropia del botín. No era el Estado decidiendo. Había que financiar un ejército, ¿pero la plata dónde quedó? Otro ejemplo: Pueyrredón se lleva 800 mulas cargadas de oro y plata, pero sólo llegan a Salta 640. Y no lo procesan ni nada. Y éstos fueron nuestros héroes. Son historias de negocios. Nadie sabe qué hicieron con la plata, pero Boulogne sur Mer existió.

— Usted asegura que la corrupción siempre estuvo presente. ¿Es una cuestión de los hombres, de los partidos, o simplemente de la política?
—Las corrupciones y los negociados formulados desde los Gobiernos fueron estructurados siempre a partir de redes. Nunca una persona puede aisladamente en un Gobierno apropiarse para sí de recursos o de cajas futuras si no opera dentro de tramas de complicidad. Muchos de los partidos políticos funcionaron como ámbitos para cobijar a las redes y estructurar desde las varias instituciones de gobierno que controlaron mecanismos, para encubrir negocios y legitimarlos. La magnitud de la corrupción de los años noventa permite suponer que participó una gran parte de la política. Los acuerdos en los parlamentos así lo atestiguan. Pero lo dominante fueron las redes.

—¿En qué época considera que se produjeron mayores irregularidades de este tipo en nuestro país?
—Encuentro dos. La corrupción asociada a negocios apareció siempre donde hay entregas digitadas. Cuando el Estado elige al receptor del negocio. Las dos más grandes son los procesos de privatización de la Argentina. El primero es la entrega de todas las tierras de la pampa. Cuando desaparece la figura del rey, las tierras pasan a ser fiscales. Y ahí aparece la gran entrega de tierras, primero la enfiteusis de Rivadavia y después desde Rosas hasta Mitre se otorgan las tierras más ricas de la pampa a muy pocos propietarios. Entre ellos, Urquiza. Y ahí hay entrega digitada. ¿Podemos llamarlo corrupción? Y la otra época es la de Menem. Vuelve a haber una enorme entrega de patrimonios públicos, con intencionalidad de negocios. Una vez Menem le prometió a Amalita Fortabat un activo público, y su hermano, que estaba presente, le recordó que ya se lo había prometido a otro. A lo largo de la historia hay corrupciones, pero nunca tan grandes como esas dos.

—¿Cuál es el episodio de negocios espúreos más grande de la historia nacional?
—En cada época los negocios estructurados desde los gobiernos se vincularon de la lógica económica vigente. Su magnitud se derivó de ese encuadre. Uno, entre varios, fue la transferencia de los fondos de jubilaciones y pensiones a las AFJP privadas en los años noventa. Las cuentas son abrumadoras. Simplemente, 2,5 millones de aportantes, con un sueldo promedio de US$ 1.200, una contribución del 11% y el pago de una comisión promedio de 33%, implicó que en los 8 años que van de 1994 a 2001 los bancos captaran algo más de 11 mil millones de dólares como comisión. Y el negocio les llegó simplemente por la combinatoria de legisladores permisivos y deseosos de captar dineros, de comunicadores mediáticos y pseudoteóricos de la economía remunerados y de un entorno ideológico y político, nacional e internacional, propicio. Su inversión para concretarlo y su riesgo posterior nulo se entroncaron seguramente con esos pagos que se hicieron para legislar el sistema.

—¿Cuál fue el método más utilizado para el desvío de fondos del Estado?
—La entrega digitada. Cuando al Estado le toca elegir al receptor del negocio. La corrupción de Menem fue posible por las leyes que firmó Alfonsín, que permitían liquidar bienes públicos. Y por eso, más allá de las coimas, ésos fueron negocios desde el Estado que no estaban penalizados. Hacían negocios desde el Estado. Todos los negocios relevantes en la historia nacional fueron hechos el Estado.

—¿Considera que los subsidios pueden ser utilizados como una fuente de corrupción?
—En los primeros años del banco industrial, el 25% de su cartera estaba concentrado en una empresa. La sustitución de importaciones tiene una digitación de actores, de sectores y de empresas. En ese esquema se le da mercado cautivo, crédito subsidiado, protección. Por eso el libro se llama Negocios, corrupciones y política y no sólo Corrupciones y política, hay negocios que no son corruptos pero pueden ser espurios, aunque no son ilegítimos.

—¿Qué diferencias hubo respecto a este tema entre los gobiernos democráticos y militares?
—El golpe militar de 1943 se hace invocando la corrupción que hubo en el primer período militar de 1930 a 1942. Cuando deponen a Yrigoyen, los militares vuelven a entregar negocios a la oligarquía. El caso de Duhau con la carne, las concesiones de energía eléctrica y de transportes, la Italo y la Anglo, y la compra del Colegio Militar del Palomar. Y después corrupciones pequeñas. Uriburu fue acusado de cobrar coimas con la yerba del Norte. Los funcionarios de Uriburu y de Justo estaban ligados a las petroleras. El golpe militar estuvo muy vinculado a los hacedores de negocios. El otro fuerte es de 1975 a 1978, los que captan el Estado lo toman para hacer negocios. Parte de la represión se hizo por negocios. Massera se quedó con patrimonio de empresarios de Mendoza, hubo escribanos que legitimaron el traspaso de bienes de desaparecidos a militares. Pero en esa corrupción dominaba la violencia. En las épocas democráticas, Perón tiene acusaciones creíbles y no creíbles en el libro azul. A Frondizi los radicales del pueblo se le alejaron por las elevadas comisiones a las petroleras. En el único momento de la historia donde no encontré corrupción fue en el gobierno de Illia.

—Usted dice que es posible hacer historia económica desde los ciclos, y se puede investigar los protagonistas concretos. ¿La devaluación fue un gran reparto de negocios?
—En el país hubo seis convertibilidades. En las primeras tres, la de Rivadavia en 1824, la de 1863-66 y la de 1899, Argentina estaba exportando mucho y el tipo de cambio se revaluaba. Los exportadores pedían entonces la convertibilidad. Con una paridad fija y precios externos subiendo, se apropiaban de una renta extra. Y además, al principio se devaluaba la moneda. Eso significaba un ingreso aun mayor para los agroexportadores. Ellos precisamente estaban en el gobierno y hacían negocios. Las devaluaciones posteriores a 1950 son diferentes. Muchas de ellas fueron definidas por el mercado. La de 2001 es una de ésas. El endeudamiento era insostenible, y para sostener el ingreso de capitales había que subir la tasa de interés hasta niveles no creíbles para el mercado. Entonces si los que estaban en el poder no salieron del peso a tiempo, pudieron haber tenido pérdidas.

—¿La concentración de poder favorece a la corrupción?
—Por supuesto que la concentración de poder favorece esto. Lo que hay que preguntarse es ¿cómo llega alguien al poder? Porque representa ciertos intereses. Los partidos políticos son los intermediarios que garantizan a los hacedores de negocios que van a poder hacerlos. Alguien que no garantiza hacer negocios no puede llegar al poder.

Kirchner y los negocios de los 90.
—¿Cómo definiría la situación actual en comparación con otros momentos de la historia económica argentina?
—La corrupción es una cadena, donde ocurre el hecho pero recién después se legitima y estabiliza. Luego de un momento de apropiación de activos de forma espuria, quien se los queda necesita que la historia lo legitime como propietario de ese activo. En la captura de tierras del siglo XIX, los mecanismos legitimadores fueron la enfiteusis, reasignación de tierras, el registro de propiedad... El que captura el activo necesita que el Estado luego lo legitime, porque la renta no es inmediata. Cuando le reclaman a Kirchner que opere sobre las empresas que se enriquecieron con la deuda de los militares, les contesta que es imposible, porque esa deuda se estatizó, luego se convirtió en bonos, etc. Desde la no acción, Kirchner legitima la entrega de negocios espurios. No hay cuestionamiento a gran parte de los negocios de los 90.

—¿Cuál es el nivel de los negocios y corrupción de este gobierno?
—Es difícil inferir la magnitud de la corrupción en cada coyuntura, en especial si es evaluada en relación con el total de negocios. Muchas están encubiertas por la lógica económica del momento y pueden ser comprendidas sólo con posterioridad. De todos modos, puede inferirse que en la actualidad los negocios construidos desde la contratación de deuda externa se minimizaron, ya que se redujo la toma de deuda. Pero también puede suponerse la continuidad de prácticas espurias. El mantenimiento de las estructuras políticas y de muchos políticos de los años ochenta y noventa en el gobierno y en las legislaturas no permite presumir que la venta de leyes haya desaparecido. Esa era la metodología predominante antes y nada dice que se formularon correctivos que la minimizaran. También se menciona que funcionarios ligados históricamente con el Presidente son colectores de comisiones y hacedores internos de negocios, como ocurrió también antes, en no pocos momentos de la historia. Pero nada concreto ha llegado a la Justicia. En general, las denuncias a veces se concretan cuando un grupo en ese entorno es desplazado o traicionado. No pocas corrupciones de los años noventa fueron explicitadas por enfrentamientos entre grupos o bandas enquistadas en el gobierno. Hoy no se visualizan esas fracturas, no se infieren enfrentamientos que puedan llevar a denuncias de hechos aún desconocidos.

El país de la coima.
—Más allá de las pérdidas económicas, ¿cuánto nos costó la corrupción?
—La corrupción tuvo un alto costo social. Los sectores hoy más postergados son los descendientes de los desplazados del siglo XIX por entregas digitadas y el reparto de tierras. Y en la segunda gran entrega, realizada en los 90, la pobreza alcanzó a la mitad de la población. No sólo se entregó YPF, sino toda la economía del bienestar asociada a la petrolera. Cuando se cobra una coima, o se cobra más por el trabajo y se sacan recursos para otros fines, o el trabajo se hace mal, pero hay que volver a hacerlo. Las partidas que se resienten son las de bienestar.

—De acuerdo con su visión, ¿no se puede combatir la corrupción?
—Creo que no es imposible minimizar corrupciones repetidas, aunque la tarea no es sencilla. En especial porque predominaron los gobiernos hacedores de negocios. Aristóteles y Polibio segmentaron en tres las formas de gobierno: la monarquía, como una de las formas buenas, y la tiranía, como su degeneración; la aristocracia, como el gobierno de pocos e ilustrados que consideran el interés del conjunto, y que decae hacia administraciones oligárquicas y, por último, la democracia, como gobierno de las mayorías, que desciende hacia la oclocracia, cuando predominan intereses particulares y prácticas corruptas. En el país predominaron las formas malas: en el siglo XIX oligarquías y en el siglo XX se alternaron tiranías militares con oclocracias, como la que claramente vivimos en los 90.