No andan en autos importados último modelo ni visten trajes costosísimos. Tampoco atienden en oficinas de Puerto Madero, pero, como explica uno de ellos, todos los meses aportan a una gran alcancía que es la valorización de la empresa que construyeron a pulmón y los convirtió en nuevos millonarios. Se autodefinen emprendedores y empezaron como microempresarios, algunos por inspiración y otros obligados por la crisis que los expulsó de sus empleos en el 2002. Todos pudieron, y supieron, aprovechar las ventajas que se generaron en la Argentina post Convertibilidad. Hoy acumulan un capital millonario.
José Demicheli (41) trabajaba en TyC en el 2006 cuando el plan de carrera lo obligaba a optar: o saltaba a una gerencia general o se lanzaba a un emprendimiento propio. “Fue una decisión familiar, mi mujer tenía que asumir el compromiso de mantenerse en su trabajo para sostenerlo hasta que mi proyecto funcionara”, explica el dueño de Adblick, una empresa dedicada a fideicomisos agrícolas. La apuesta fue aprovechar las ventajas del tipo de cambio y de los buenos precios internacionales para exportar a través del desarrollo de fideicomisos de granos, nuez de pecán, miel, arándanos y olivares.
Demicheli cuenta hoy con un grupo de 320 inversores minoristas y el 85% reinvierte las utilidades. En la última ronda de negocios recaudó 8 millones de dólares. A cuatro años de su puesta en marcha, la empresa es un éxito, aunque, asegura, su ingreso mensual es inferior al que tendría como ejecutivo de una multinacional: “La diferencia está en que hoy tengo una participación en el capital de una empresa que no vendería por menos de 1 millón de dólares, una diferencia que nunca haría en relación de dependencia”. Ahora entiende a los que reciben ofertas millonarias por sus empresas y no venden: “El proyecto propio es tu pasión, es mucho más que dinero”.
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