ECONOMIA
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Ni ‘influencers’ ni curiosos con smartphone

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Los influencers, personajes que –por razones a veces azarosas– ostentan una cantidad ingente de seguidores en sus cuentas de redes sociales, influyen –valga la redundancia, porque del verbo “influir” en inglés viene su nombre– en muchos consumidores. En algún sentido,
forman opinión pública. Son algo así como especialistas en un cierto tema –casi siempre autodidactas–, que prescriben tendencias y ocasionan, al modo de una profecía autocumplida, que esas tendencias se conviertan en moda.
Los curiosos con smartphone, por su parte, son sujetos armados con un teléfono inteligente, siempre prestos para grabar escenas escandalosas, denunciables o sorprendentes en video. Y, cuando lo hacen, suben ese video con premura a las redes en la confianza (con la esperanza) de que se convertirá en viral. En algún sentido, ofrecen información llamativa; o entretenimiento. Son algo así como comunicadores diletantes que hasta pueden llegar a gozar de una
fama fugaz.
Pero ser periodista es otra cosa. Aunque la tecnología acerque los recursos a los legos y cualquiera parezca habilitado para difundir una noticia, aunque la información pueda transmitirse por medios no masivos y no tradicionales,
aunque todos tengamos algo para decirles a los demás, ser periodista es otra cosa. Porque el conocimiento técnico, la presencia en las redes y la capacidad para producir contenido relevante son condiciones necesarias pero no suficientes para ser periodista.
No hay dudas de que el carisma –como el carisma del que hacen gala los influencers– es importante para un periodista: si bien la credibilidad se construye con el tiempo, su germen está en cierta personalidad que le sirve de tierra fértil. Ni hay dudas de que la curiosidad –como la propia del ciudadano común que quiere propagar una primicia– dispara la tarea periodística: las preguntas son –de hecho–
el medio privilegiado para acceder a sus fines. Pero ser periodista es
otra cosa.
Ser periodista es buscar la verdad para explicar la actualidad: buscar la verdad desde la conjunción de distintas perspectivas, explicar la realidad desde una pluralidad de puntos de vista. Ser periodista es encuadrar la propia práctica en un marco de ética trascendente y una ideología de bien general: ética de trabajo
responsable, ideología de compromiso con la comunidad. Ser periodista es no cejar en el esfuerzo de contar historias de calidad que hablen del mundo y estén orientadas a mejorarlo.
Ser periodista es excitante y seductor: la gran cantidad de ingresantes que cada año se postulan en las escuelas de periodismo son muestra de ello. Aun así, debe reconocerse que el presente de la profesión es turbulento. En las redacciones de muchos medios, se usa la inteligencia artificial para reunir datos, los algoritmos para conocer los intereses de las audiencias y hasta robots para escribir notas informativas.
Todavía más: es probable que el futuro nos depare otras novedades perturbadoras al respecto. Pero la inteligencia artificial asociada a los algoritmos y a los robots, con toda la precisión que los caracteriza, jamás podrá reemplazar a un o a una periodista.
Porque ser periodista es, también, ejercer la propia praxis con pasión. Sí: la pasión es el motor primero que conduce al periodista en su
búsqueda de la verdad y de la calidad. Sin pasión, se puede escribir la noticia. Pero será una noticia aséptica, desangelada. Sin pasión, se podrán contar historias. Pero
serán narrativas secas, no conmoverán a nadie.
Y peor: sin pasión, lo verdadero no siempre es creíble y lo bueno no siempre es valorado. Porque solo el periodista de carne, hueso y sangre impulsado por el interés del bien público genera la empatía necesaria para que las audiencias presten atención a los temas social y políticamente importantes.
En tiempos de violento cambio como este, surgen muchos nuevos perfiles de periodistas. Pero ninguno advenedizo ni amateur: solo hay profesionales.

*Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.