La designación de Hernán Lorenzino como ministro de Economía terminó con la danza de nombres y confirmó que el vicepresidente electo, Amado Boudou, mantendrá un cercano control de la actividad diaria en el Palacio de Hacienda.
Pero, al mismo tiempo, dejó en claro que no habrá golpes de efecto ni cambios bruscos en la política económica aunque tendrá un sesgo más amistoso todavía con los mercados financieros: en la city sentencian que se impuso el candidato de los bancos y que su gran objetivo será acordar con los países que integran el Club de París.
Los que conocen la intimidad del poder kirchnerista recuerdan que el ministro saliente venía aprovechando estos últimos meses para instalar a Lorenzino como su sucesor.
FORTUNA presenció cómo el entonces secretario de Finanzas hablaba a la par de su jefe con empresarios del Council of Americas, en el Hotel Alvear. Suelto, entrador y con la chapa que cosecha un funcionario de su área en un gobierno que se jacta de haber reducido la deuda externa del país, “no tenía rival para el cargo”, interpreta un dirigente empresario.
En su designación también pesó el conocimiento que se le atribuye de la situación internacional en un momento en que el mundo económico permanece en vilo por el futuro del euro.
Otro de los ganadores con la designación de Lorenzino es Jorge Brito, dueño del Banco Macro, que tiene una muy buena relación con el flamante ministro y espera que comande la vuelta al mercado de deuda.