EDUCACIóN
Nuevo libro de José Emilio Burucúa y Nicolás Kwiatkowski

El estudio de un símbolo de peso para nuestras culturas

En un recorrido por las últimas novedades editoriales y las producciones académicas, la obra del doctor en Filosofía y Letras e investigador de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), José Emilio Burucúa, y el doctor en Historia e investigador del CONICET, Nicolás Kwiatkowski, se presenta con el atractivo de brindar una singular mirada sobre el universo simbólico e iconográfico de nuestras culturas a través de la figura del elefante.

Nuevo libro de José Emilio Burucúa y Nicolás Kwiatkowski
| Ediciones Ampersand

La construcción de un mundo simbólico que nos ordena, explica y da sentido al mundo tangible, ha sido uno de los rasgos característicos de nuestra especie. Entre los diversos elementos que han sido extrapolados desde el plano material al simbólico, el elefante es uno de los más emblemáticos. Con lentitud, pero notable constancia –tal es su desplazamiento en el mundo tangible- los paquidermos han atravesado nuestra cultura sirviéndonos como espejo convexo protagonizado narrativas y maravillándonos con su mera presencia física.

Para indagar más sobre este fenómeno, el suplemento Educación conversó con el historiador, doctor en Filosofía y Letras e investigador de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), José Emilio Burucúa, y el doctor en Historia e investigador del CONICET, Nicolás Kwiatkowski, sobre su nuevo libro “Historia natural y mítica de los elefantes”, publicado por Ediciones Ampersand.

- Muchos investigadores y escritores coinciden en que, si bien les podemos dedicar una considerable fracción de nuestras vidas a la especialización de determinados temas, muchas veces, estos nos encuentran a nosotros. ¿Cómo fue el camino que los encontró con los elefantes y que inició el proceso que hoy se consolidó en esta formidable obra?

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JB y NK: Nuestra frecuentación de los temas vinculados con la iconografía de las artes plásticas europeas entre 1400 y 1750 nos llevó a prestar atención a la presencia de elefantes en escenas del repertorio cristiano y en las imágenes simbólicas de Occidente. Cierto día, colegas de la India nos preguntaron qué animal suele ser un símbolo integral de la humanidad en nuestra cultura. Y bien, no tardamos mucho en dar con la respuesta: … el elefante. El paquidermo se presenta como nuestra imagen reflejada en un espejo convexo, donde descubrimos al viviente fuerte y justo, memorioso y hábil (gracias a ese buen sustituto de nuestra mano que es su trompa), animal social de una comunidad donde gobiernan las hembras, amoroso de sus crías y amo benevolente de sabanas y junglas. Cuando nos preguntamos el por qué de tales asociaciones, comenzó una indagación que nos retrotrajo a la literatura grecolatina, a los autores paganos quienes, entre los siglos IV a.C. y III d.C., describieron la anatomía y las costumbres de los elefantes con los mismos caracteres que acabamos de enumerar, a los que deberíamos agregar la religiosidad. Los antiguos creían que, al barritar y elevar la trompa en la mañana, nuestros animales adoraban al sol y a otros astros del cielo. Nada pudo detenernos a partir de entonces. 

-El elefante debe ser uno de los animales con mayor carga simbólica para las personas. Es curioso que en latitudes como Argentina, donde quizás hemos desarrollado mayor afinidad a los caballos, perros o vacas, los elefantes estén retratados, modelados en el espacio público y hogares, y cada vez más tatuados en cuerpos. ¿Por qué consideran que esto es así? ¿Cuál es nuestro vínculo con este enorme mamífero? ¿Por qué es tan popular?

JB y NK: Tal vez sea cierto que, al considerar la familiaridad más o menos cotidiana de los argentinos con otras especies y la excepcionalidad de nuestro contacto con los elefantes, éstos tengan una presencia desproporcionada en el imaginario popular. Si eso fuera así, difícilmente podría atribuirse a una sola causa. Quizás la más importante tenga que ver con la presencia de esos paquidermos en lugares y expresiones que forman parte de las culturas masivas. El zoológico y el circo, por un lado, la literatura, al menos desde “El hijo del elefante” de Rudyard Kipling hasta Dailan Kifki de María Elena Walsh, el cómic, con Babar, y por supuesto el cine de Dumbo en sus diferentes versiones. Pero también es verdad que, en el mundo occidental, desde la época pagana antigua y hasta tiempos modernos, pero también en el cristianismo medieval, el humanismo y la época Ilustrada, los elefantes merecieron un interés y una consideración excepcionales y en general muy positivos. Eso ocurrió tanto en textos que hoy llamaríamos científicos como en otros religiosos o literarios, y por supuesto se verifica igualmente en las artes visuales: la pintura, la escultura, el grabado. No habría que descartar que esa tradición haya llegado hasta el presente por medio de diversas capilaridades.

- Estudiar a los elefantes en particular nos arroja saberes de cómo ha sido la relación entre los seres humanos y los animales en general. Hoy la nueva tendencia mundial, sobre todo en los más jóvenes, pareciera contrariar lo que venía ocurriendo. El vegetarianismo y el veganismo, junto con la conciencia ambiental, están cambiando el modo en el que nos relacionamos con otras especies. ¿Cómo ha sido este vínculo específicamente con los elefantes en nuestra historia y en la actualidad?

JB y NK: Las relaciones de los seres humanos con otros animales en particular y con la naturaleza en general han sido diferentes en diversas culturas. También han cambiado a lo largo del tiempo en el marco de cada horizonte civilizatorio, aunque lo hacen lentamente. En Occidente, la modernidad inauguró una concepción que tendía a separar de manera más o menos tajante humanidad y naturaleza, y a distinguir marcadamente seres humanos de animales. Con el beneficio de la posteridad, podríamos decir que eso comenzó a cambiar con las teorías de Darwin, quien propuso, por un lado, la evolución que vinculaba a los seres humanos con formas biológicas pasadas, y por el otro, relaciones posibles entre la expresión de las emociones en humanos y animales. Tal vez podríamos considerar en este ámbito también las llamadas “falacias naturalistas”, esto es, la idea de que nuestros valores deberían derivarse de alguna forma de existencia “natural”. Las implicancias políticas de esas ideas (entre ellas la naturalización de instituciones sociales, sean ellas positivas como la igualdad o negativas como el racismo), fueron criticadas con mucha inteligencia por grandes pensadores, de Friedrich Engels a John Stuart Mill. Los movimientos que han llevado a una mayor conciencia ambiental y que cuestionan el sufrimiento infligido a los animales, particularmente en la producción de alimentos, invitan a imaginar el futuro de las relaciones entre humanidad y naturaleza con cierta esperanza, aunque tal vez deberíamos ser cautos a la hora de evaluar su popularidad más allá de algunas sociedades euroatlánticas e, incluso, su capacidad de influencia dentro de ellas.

- Actualmente los elefantes suelen ser un elemento simbólico muy recurrente en focus groups o en entrevistas, para describir la sensación de “constancia”, “lentitud”, “poder”, “longevidad”, etc. En términos amplios, ¿qué representaban para los antiguos los elefantes y qué que representan actualmente?

JB y NK: La caracterización de los elefantes que hicieron los clásicos de la civilización mediterránea perduró hasta bien entrados los tiempos modernos. Tenía un vínculo bastante estrecho con lo que los indios conocían del animal, por haberlo domesticado en parte ya en el 5000 a.C., haber investigado y escrito acerca de la medicina veterinaria aplicable a esos paquidermos. La literatura tradicional de la India resultó ser la fuente del saber occidental sobre el elefante. Lo notable del caso fue que, a pesar de que los biólogos europeos se propusieron, a fines del siglo XVIII, quebrar aquellos lugares comunes en nombre de la ciencia moderna, la noción de las facultades de nuestra bestia, comparables a las facultades del ser humano, no sólo fue transmitida y perdura en el saber común de los occidentales hasta hoy, sino que todavía ordena y determina programas de investigación científica sobre el elefante (etología, hábitos de reproducción, lazos ecológicos). Por ello ocurre quizá que nuestra idea actual de qué representa este animal para la humanidad de hoy regresa, una y otra vez, a la tópica heredada de la Antigüedad. Se trataría de un caso único en la historia de la biología.