EDUCACIóN
ESPACIOS DE REFLEXIÓN

“En la filosofía priman las preguntas, la escucha cuidadosa y la participación atenta”

El suplemento Educación dialogó con Ariana Schvarzman, estudiante avanzada de filosofía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y docente de filosofía con niños y niñas en los niveles inicial y primario.

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Ariana Schvarzman |

Desde que Ariana Schvarzman leyó en la escuela secundaria El Banquete de Platón, supo que su carrera universitaria sería filosofía. Su entusiasmo frente a los diálogos platónicos se combinaba en aquel entonces con su labor en la educación no formal, un trabajo que, por cierto, también le encantaba.

Cuando Ariana cruzó por primera vez la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), no imaginó que existía un proyecto que reunía dos cosas que le apasionaban: la filosofía y las infancias. La joven estudiante conoció allí que la filosofía con niños tiene décadas de historia y en su facultad se hizo más visible con el estudio, la investigación y el trabajo docente de El Pensadero, un grupo que se enmarca en el programa Filosofía y Territorio que lleva a cabo el Departamento de Filosofía.

Hoy, Ariana está transitando el último tramo de su carrera universitaria y logró el objetivo deseado: se desempeña como docente de filosofía con niños y niñas en los niveles inicial y primario.

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En diálogo con el suplemento Educación, la joven profundiza sobre su rol en las aulas y la importancia de generar espacios donde se reúna la filosofía y la niñez.

En el encuentro entre la filosofía y la niñez, ¿qué se entiende por filosofía?

La propuesta implica otra forma de entender qué es la filosofía, lo que abre a otras maneras de enseñar filosofía. Cuando me preguntan a qué me dedico y cuento que soy docente de filosofía con niños en el nivel inicial y en primaria, mucha gente se imagina que explico la teoría platónica de las ideas a chicos y chicas de sala de cinco. Sin embargo, la filosofía con niños no tiene como objetivo transmitir los grandes nombres o doctrinas filosóficas, sino favorecer la recreación y la apropiación de la actitud filosófica, que implica poner en cuestión los supuestos y los fundamentos de la realidad. No se espera que los niños conozcan la historia de la filosofía ni que reproduzcan un cuerpo de conocimientos, sino que la practiquen, que participen de una experiencia filosófica, que adopten un gesto filosófico. La filosofía es entendida, entonces, como una práctica dialógica, comunitaria, en un marco cooperativo donde priman las preguntas, la escucha cuidadosa y la participación atenta.

La filosofía con niños no tiene como objetivo transmitir los grandes nombres o doctrinas filosóficas, sino favorecer la recreación y la apropiación de la actitud filosófica, que implica poner en cuestión los supuestos y los fundamentos de la realidad. No se espera que los niños conozcan la historia de la filosofía ni que reproduzcan un cuerpo de conocimientos, sino que la practiquen, que participen de una experiencia filosófica, que adopten un gesto filosófico.

Imaginamos que en los encuentros abundan las preguntas. ¿Se llega a una respuesta al finalizar?

En los encuentros de filosofía con niños surgen muchas preguntas por parte de los chicos. Cuando esto ocurre, es fundamental darles importancia y detenerse en ellas, tratando de elaborar una respuesta. Las preguntas no se resuelven definitivamente, sino que se abordan. Lo que es relevante no es quién convence a quién, sino la investigación colectiva que muestra lo complejo de los problemas, las diferentes formas de enfocarlos y lo provisorio de las respuestas. Es todo un desafío que los niños dejen de concebir que aquel que piensa distinto acerca de un tema les está mintiendo. Esto se da generalmente en las discusiones acerca de si existen los monstruos o las brujas.

¿Por qué te parece importante que exista este espacio en las escuelas?

Porque es un espacio que se vuelve una oportunidad de encuentro con el otro y con uno mismo, que invita a crear nuevos sentidos, y repensar y dudar de los ya establecidos. Así, abre la posibilidad de abandonar las lógicas binarias con las que estamos acostumbrados a interpretar la realidad.

Es un momento dentro de la jornada escolar en el cual el tiempo y la palabra circulan de otra manera a como suelen hacerlo. Abordar una pregunta filosófica es relacionarse de una manera diferente con el tiempo, es frenar el pensamiento atolondrado al que todos -tanto docentes como niños- solemos estar acostumbrados. El docente no es la fuente del saber. Tampoco es el lugar desde el que son enunciadas y al que llegan todas las preguntas, sino que circulan independientemente de los roles preestablecidos en el aula. Los niños se convierten en interlocutores válidos para ellos mismos y los demás, influenciándose mutuamente y compartiendo sus argumentos. En este sentido, la propuesta de filosofía con chicos también rompe con la lógica de la competencia. Se les invita a que la relación con el otro esté basada en la colaboración.

Las preguntas no se resuelven definitivamente, sino que se abordan.

Por último, ¿suele ocurrir que surjan temas que generen cierta incomodidad en los docentes?

En los encuentros filosóficos, el diálogo tiene un rumbo incierto y un destino indeterminado. Cuando el docente elige un recurso para llevar al aula y que funcione como disparador del diálogo, no tiene ninguna certeza de hacia dónde va a dirigirse la discusión, porque ésta, al fin y al cabo, se rige por el interés de los niños. Tal es así que un diálogo filosófico se puede dar en torno a Dios, a qué cosas comemos o a la muerte. Dado que la escuela no deja de ser una institución que promueve ciertas creencias y sostiene determinadas verdades, lo dialogado en el encuentro de filosofía puede entrar en tensión con alguna que otra postura institucional.