En un mundo cada vez más complejo, algunas cosas no cambian. Para aceitar los resortes de la política, la rosca es un elemento esencial. El suplemento Educación dialogó con la doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y l’Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS) de Paris, Mariana Gené, para incursionar, junto a su nuevo libro “La rosca política” (Siglo XXI), por un apasionante campo de estudios.
- “La rosca política” (Siglo XXI) no solo es una pieza interesante por su contenido, sino que para muchos investigadores sociales que están iniciando sus estudios es la garantía de que los fenómenos sociales se pueden y se deben estudiar. ¿Cuáles fueron tus principales dificultades entre el momento en que se te ocurrió la idea de tesis y cuando entregaste la versión final?
En efecto, la sociología política busca indagar en todos los fenómenos sociales referidos al mundo político sin imponer una mirada normativa, sino más bien intentando comprender por qué ciertos modos de funcionamiento se extienden en el tiempo, qué problemas solucionan (además de los que eventualmente crean), en qué relaciones se fundan. “Ni excusar, ni acusar” dice un sociólogo francés cuyo trabajo me gusta mucho, Bernard Lahire. Lejos de una aproximación celebratoria o denunciatoria, creo que la sociología puede ayudarnos a entender mejor ciertos procesos sociales, ciertas dinámicas políticas, y en todo caso a darnos mayores elementos para fundar nuestra lectura crítica e informada sobre los mismos.
Dicho esto, esa toma de distancia respecto del sentido común sobre la política y los políticos tiene sus dificultades, y en el camino de escritura de la tesis medité mucho sobre ellas. Entre mis ideas iniciales sobre la investigación y el producto final que fue la tesis -y, más tarde, el libro- pasó mucho tiempo, mucho trabajo y también diría muchos asombros; cosas que me sorprendieron en el trabajo de campo y fueron dándole nueva forma a los argumentos. Eso es lo fascinante de la investigación social: aprender y poder mirar las cosas bajo una luz nueva. Pero tampoco quería que, por seguir a los actores y dar cuenta de sus razones, mi texto terminara por plegarse a su discurso. El trabajo socio-histórico y de archivo es una buena manera de combatir ese peligro.
- Uno de los desafíos de la investigación es encontrar y acceder al “campo”, o lugar en donde vamos a recabar la información para generar datos. Vos detectaste el “ministerio político” como un lugar paradigmático. ¿Cuál era este ministerio y qué encontraste allí?
El Ministerio del Interior fue desde la fundación del Estado argentino el ministerio político por excelenecia, al menos hasta la creación de la Jefatura de Gabinete (con la reforma constitucional de 1994). Quería observar el tipo de saber específico y las habilidades de los políticos profesionales en el Poder Ejecutivo, por lo que esta cartera resultó un buen punto de mira. Como todas las institciones, cambia a través del tiempo: en algunas épocas tiene a su cargo la seguridad y en otras no, en algunos momentos decide sobre la distribución de la obra pública y en otros no; pero la constante desde la vuelta de la democracia fue su lugar clave para la negociación entre el Estado nacional y las provincias, su articulación con líderes de los distintos partidos y el despliegue de estrategias para garantizar la gobernabilidad ante situaciones de crisis. Allí encontré un espacio singularmente importante para los distintos proyectos presidenciales, habitado por políticos de importante trayectoria y mucha destreza para el armado o la “rosca”.
- ¿En qué consiste la rosca política?
La rosca política es un trabajo de intermediación entre pares para lograr distintos objetivos: que se aprueben leyes, que se sostengan decisiones, que se consigan apoyos puntuales o alianzas duraderas, que se repartan cargos y despachos, entre muchas otras cosas. En ese sentido, la rosca o el “armado” político tiene diversas escalas, de envergadura muy desigual. Pero es un trabajo cotidiano en el mundo de la política, que implica conectar adversarios y llegar a acuerdos. Lejos de ser “lo otro” de la democracia es una parte constitutiva de la vida democrática, aunque la mayoría de las veces no ocurra de cara a la ciudadanía. En el libro llamo a esta tarea como una suerte de política “en minúsculas”, es decir, no la “gran política”, aquella que elabora grandes proyectos o promesas de futuro para cambiar el curso de la historia, sino la que ocurre en el “detrás de escena” de muchas decisiones públicas, en la lucha por el poder y su ejercicio.
- Si ante la opinión pública los políticos en general tienen una imagen negativa muy alta, para los armadores políticos -los operadores- esto es aún peor. Sin embargo, ellos son quienes “aceitan” los engranajes del poder. ¿Por qué creés que los operadores no se preocupan por revertir esta tendencia y mejorar su imagen? ¿Qué se valora de un armador político?
¿Qué se valora de un armador político? No todos son iguales, pero en general tienen que aunar cuatro elementos: 1) confianza del presidente, 2) gran conocimiento del mundo político y sus reglas, 3) una red de contactos extensa y lo más diversa posible, 4) habilidad para negociación y 5) lucidez para las estrategias (que implica saber leer el tablero en el que están ubicados, interpretar lo que es posible hacer o no en cada coyuntura, evaluar los riesgos y la factibilidad de las opciones ante situaciones cambiantes).
Muchos de los desafíos que enfrentan los armadores políticos tienen que ver con el detrás de escena, con el registro que comparten con sus pares, y por eso a veces es más importante que sean confiables y creíbles para sus interlocutores a que tengan una gran estima en el espacio público. No obstante, los armadores políticos que yo estudié son de primer nivel del Ejecutivo y tienen puestos de alta exposición pública.
Por eso tienen que saber moverse en los dos registros: delante de escena, defendiendo las decisiones de gobierno, argumentando, explicando la agenda; y también tras bambalinas, acordando con pares, intentando alcanzar las posiciones más convenientes para el oficialismo tanto a la hora de competir en elecciones como a la hora de gobernar. En general no son los que traccionan votos -aunque hay excepciones- pero de todos modos se esfuerzan por cuidar su imagen.
*Politólogo, sociólogo, docente e investigador UBA (@leandro_bruni)