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¿Por qué leemos sobre Pier Paolo Pasolini?

(1922-1975)

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¿Por qué Pasolini? Es una pregunta que me suelen hacer con mucha frecuencia. Quizá por todo y por ese algo que siempre suele permanecer oculto: lo secreto. ¿Y qué es un secreto? Aquello que no debe ser mencionado pero que su destino es ser palabra. Lo secreto en Pier Paolo Pasolini (1922-1975) no es una especie de lado oscuro ni la seguridad por la oscuridad. Más que secreto, está oculto. O mejor aún, guardado. Algo que quedó escondido y olvidado, pero retorna. Como aquellos viejos rollos de celuloide o de fotos que requieren, además, una técnica de artesano para revelar su secreto.

Pier Paolo Pasolini aparece y se presenta como una lichtung. Alguien que tiene algo escondido y lo sabe. Un secreto que es conocido por todos y que sólo algunos son capaces de revelar. Según Heidegger, la lichtung es como un paraje sin árboles en el interior de un bosque, un claro en el medio de ese bosque. Pasolini se nos presentó como una lichtung, un destello, para espantar la decepción de un mundo que fue futuro.

En medio del bosque, Pasolini dejó dos especies de herencias-olvidos (y otro ya casi al nacer como fue su película Saló): el guion de Porno Teo Kolosal y la novela inconclusa e infinita Petróleo. Este libro, sobre el poder y de alguna forma sobre el mismo Pierre Paolo, comienza con una cita de Ósip Mandelshtam que dice: “con el mundo del poder no he tenido sino vínculos pueriles “.  Así Pasolini, mediatizado por un poeta ruso, se define como un sujeto alejado de las grandes maquinarias de producción de poder. Y, también como el poeta, murió como un mártir del arte. “Las flores son inmortales. El cielo, denso. Y el futuro, sólo una promesa”, escribió Osip.

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Pasolini es ante todo un inmigrante que no llega a Lampedusa desde el África empobrecida ni cruzo México desde Honduras a Chicago. Fue desde Bologna, la roja, a Roma, la eterna. Desde la literatura al cine. Pasolini fue una suerte de oxímoron; un joven escritor en friuliano, un poco católico, algo comunista, huyendo, saliendo de la muerte que imponen las guerras para hacer películas. Probablemente la mayor producción artística de Pier Paolo Pasolini sea el mismo. Pasolini es su obra, algo cercano a una instalación. Parece llegar por todos lados: cine, teatro, fútbol, literatura, política.

Pasolini, como obra es un viaje, una roadmovie que comienza en blanco y negro (Acatone, Mama Roma, El Evangelio) para iluminarse en colores fosforescentes y no finalizar en una trama de grises profundos. Como escribió en el guion de Porno Teo Kolosal: “no existe el final. Esperemos. Cualquier cosa puede suceder”.

Pasolini fue un inmigrante desde niño. Y como tal huye de un pasado no deseado a la construcción de un futuro incierto. Es en este juego-momento de la huida de un espacio a otro que comienza la construcción de Pasolini como obra de arte.

Pasolini nace bajo el signo de piscis el 5 de marzo de 1922. Su padre, Carlo Alberto Pasolini, fue un oficial del ejército italiano trasladado por distintas ciudades del Veneto. Carlo, proveniente de una familia con un imaginario de nobleza italiana de la pequeña burguesía pretenciosa y algo decadente, fue militar de caballería. Su madre, Susana, fue maestra de educación primaria y ejerció una gran influencia en su vida (aparece como la Virgen María en su película Evangelio según San Mateo.)  En el año 1925 nace su hermano menor Guido, al que la guerra mató. La misma que devolvió un padre derrotado, alcohólico y violento.

Huyen de una Italia que ya no lo era más. Se suele huir de las distintas formas que se tiene de la muerte. Se escapa por un camino trágico, esforzándose por olvidar, al mismo tiempo que mantener los aromas y las voces. El terrible esfuerzo por “sobreadaptarse” a lo nuevo, la melancolía por el pasado trata de ser borrada por la simulación de una alegría hacia un presente que nunca lo perdonará.

 

*Decano del Departamento de Artes Audiovisuales de la UNA y Director de la Cátedra Libre Pier Paolo Pasolini.