Feminismo. Ese movimiento que se instaló de lleno en la sociedad argentina dinamizando el alicaído sistema democrático con demandas de nuevos derechos hacia la igualdad hombre-mujer. Sin embargo, la causa del feminismo se puede rastrear en la historia.
Breve historia. Lejos de la mayoritaria presencia de hombres como reyes, héroes y villanos, se pueden rastrear las luchas de las mujeres en los pliegues de la historia. En el siglo XIII, Guillermine de Bohemia crearía una iglesia de mujeres bajo la idea de que la redención de Cristo no había alcanzado a la mujer. Las mujeres que acudían a esta iglesia fueron llamadas las beguinas, hacían voto de castidad, pero trabajaban para mantenerse, impensado en esos días. La Revolución Francesa tuvo su rostro femenino en Olympe de Gouges. Nacida en 1748, y ferviente adherente de la Revolución escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana donde plantea que “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Girondina y crítica de Robespierre muere guillotinada el 3 de noviembre de 1793. En forma paralela, la inglesa, Mary Wollstonecraft escribe Vindicación de los derechos de la mujer donde plasmaba sus ideas de igualdad de derechos civiles, políticos, laborales y educativos, incluso el derecho al divorcio.
En el siglo XIX las mujeres comienzan una lucha organizada, vinculadas en muchos casos a las ideas socialistas. La francesa Flora Tristán escribe en 1842 La Unión Obrera donde plantea que “La mujer es la proletaria del proletariado [...] hasta el más oprimido de los hombres quiere oprimir a otro ser: su mujer”. El derecho al voto de la mujer constituye un punto clave con el movimiento llamado “Las sufragistas”, en particular la inglesa Emmeline Pankhurst que crea en 1903 la Unión Social y Política de las mujeres organizando marchas de protestas y sabotajes.
La Segunda Guerra Mundial cambia radicalmente las sociedades al punto que para el historiador Eric Hobsbawm (1917-2012) una de las grandes transformaciones fue la incorporación de la mujer al mercado laboral. En los años 50 Simone de Beauvoir se destaca en el “nuevo feminismo”, dejando una frase fundante: “No se nace mujer, se llega a serlo”, reivindicando la libre elección sexual de las mujeres y denunciando la supremacía de los varones. En este sentido, Judith Butler explica que la teoría social feminista ha tenido la tarea de desplazar la idea de que la existencia social de las mujeres pueda derivarse de su fisiología, que enfrenta a la nueva derecha eclesiástica que plantea que el feminismo busca suprimir las “características naturales y biológicas” de los seres humanos.
Una corriente derivada de aquellas ideas de los años 60 es el “feminismo radical”, que sostiene que las mujeres están oprimidas por instituciones patriarcales tanto en la esfera social como íntima controlando las políticas de reprodu-cción. En el patriarcado, los hombres acceden a espacios claves de poder, organizando a la Justicia que les permite a los hombres evitar las sanciones por acoso sexual y abuso.
El rechazo a la violencia. En la actualidad el feminismo ha adquirido una nueva dinámica con los movimientos de protesta en todo el mundo, y nuevas generaciones de jóvenes marchando reclamando por el fin de la discriminación y violencia contra las mujeres. El paro internacional de mujeres, la campaña mundial Million Women Rise (Millones de Mujeres se Ponen de Pie), entre otras, han logrado la globalización del rechazo a los asesinatos de mujeres. También han sido relevantes las acusaciones sobre abuso sexual y violación por parte de figuras prominentes, parlamentarios, actores y empresarios de la industria cinematográfica.
Si bien la violencia física y los femicidios son preocupaciones urgentes del colectivo feminista, aquí y en todo el mundo, la violencia simbólica es una cuestión relevante, pues funciona en formas tan sutiles que resultan casi indetectables. Pierre Bourdieu en su libro La dominación masculina sostiene que la violencia simbólica funciona en la adhesión a las ideas del dominador por parte del dominado cuando no dispone de otro instrumento de conocimiento. Sobre esa adhesión se ha construido la relación hombre-mujer forjando una ley social no escrita. Este señalamiento lleva a un inquietante desafío haciendo preguntas incluso sobre el amor: “¿el amor es una excepción, la única, pero de primera magnitud, a la ley de la dominación masculina, una suspensión de la violencia simbólica, o la forma suprema, por ser la más sutil la más invisible de esa violencia?”.
El 67% de las argentinas dice haber vivido algún abuso.
Nuevas demandas. El movimiento feminista actual, más cercano a las modalidades de los fenómenos pos-políticos es descentralizado y su vocería multiplicada entre sus participantes. Por esto es difícil establecer un listado acabado de las demandas y necesidades de las mujeres, y puede ser reconocido como propio por todas las feministas. En términos generales es central la defensa de la autonomía de la mujer y su cuerpo, fundamental en el debate por el aborto, otra demanda actual, no de los consensos es la eliminación de la brecha salarial entre hombres y mujeres que persiste, pero se puede ir más para señalar las dificultades de las mujeres para acceder a lugares de conducción en organizaciones, lo que lleva el debate a dimensiones más profundas como la división social del trabajo. Esto lleva al otro extremo de la vida social, el hogar y la distribución de tareas que allí se desarrollan y donde se cuestiona el rol de la mujer como “cuidadora” del hogar. Otros de los debates conexos que ha entrado en la agenda pública son las modalidades de uso del lenguaje y la trasformación posible en uno inclusivo. La importancia de la cuestión descansa en que el lenguaje es el organizador de la comunicación. Curiosamente, la modificación del lenguaje para evitar los sesgos sexistas es una de las cuestiones más disputadas.
La cuestión feminista entró de lleno en la vida cotidiana de la sociedad argentina. A las enormes movilizaciones del colectivo NiUnaMenos, el paro mundial de mujeres del 8 de marzo pasado, su presencia se multiplicó durante el apoyo a Ley por la Interrupción Voluntaria del Embarazo.
Que la cuestión llegó en forma radical al país lo confirma una encuesta nacional producida por el Copes de la Facultad de la Ciencias Sociales (UBA) a la que tuvo acceso PERFIL. En efecto, el 85,3% de la sociedad escuchó hablar sobre el feminismo en estos últimos tiempos. Esta cifra asciende al 94,8% entre quienes tienen 25 a 39 años, pero desciende al 73,7 entre quienes tienen más de 60 años. También se puede decir que buena parte de la cuestión entró por la pantalla chica, donde el 43,1% escuchó hablar sobre feminismo en la televisión.
Sobre la calificación del propio término feminismo, adjudicado al filósofo socialista Charles Fourier en 1830, la percepción está dividida. Para casi el 34% se trata de un vocablo neutro, pero el 26% lo considera negativo. Cabe destacar que entre los más jóvenes el término resulta positivo para el 43% pero para las personas mayores de 60 años esta valoración desciende al 28%.
Cuando se trata de ponderar la importancia del debate sobre la cuestión del feminismo y la igualdad mujer-hombre, se observan algunas grietas. Si bien 64,8% cree es importante o muy importante, mientras el 30,8 lo considera como poco importante o nada importante. La cuestión etaria y de género operan en la valoración de la cuestión: para el 51% de los menores 40 años lo consideran muy importante, pero cae al 31,1% para los 40 años o más. En tanto entre las mujeres, el 45,3% cree que el debate es muy importante contra el 37,3% de los hombres.
Morir por ser mujer: por qué no bajan las cifras de femicidios.
En una época donde las identificaciones con proyectos o ideologías parecen disminuir, el feminismo se presenta como una fuerte identidad. En este sentido, casi cuatro de cada diez encuestados/as manifestaron que algún familiar o conocido se identifica de tal forma.
En la cuestión de la igualdad mujer–hombre, bandera central del feminismo, se observan controversias. Mientras casi el 55,8% de argentinos y argentinas sostienen que hay mucha o bastante desigualdad, el 41,4% cree que hay poca o ninguna desigualdad. Por su parte, más de la mitad de consultados/as sostiene que esta desigualdad ha disminuido en los últimos años, mientras que cuatro de cada diez cree que se ha mantenido igual o se ha incrementado.
*Sociólogo. (Puede seguirlo en Twitter. @cfdeangelis).