Primero fue un murmullo de reprobación. Luego hubo gestos de sorpresa. Finalmente, se observaron miradas con indisimulable enojo, como la del jefe de La Cámpora, el diputado Andrés Larroque, o la de un panelista de la TV Pública.
La presencia de la ensayista Beatriz Sarlo en la primera conferencia de prensa del secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional (Scepn), Ricardo Forster, no pasó inadvertida para funcionarios, intelectuales y “claques” kirchneristas que coparon la sala Miguel Cané del Palacio Casey, sede del Ministerio de Cultura.
Y había un motivo. Apenas se conoció la creación de la secretaría, Sarlo opinó en declaraciones radiales que su nombre “entra en línea con los gestos tribuneros de Cristina” y que la Scepn “tiene un título muy militar”. De todos modos, la autora de La audacia y el cálculo. Kirchner 2003-2010 excluyó de su reprobación a Forster: “Lo conozco muchísimo, no creo que quiera hacer de policía del pensamiento”.
Consultado por PERFIL sobre este apoyo en medio de tantos ataques que recibió, Forster admitió que no le sorprendió: “Hay gente que no solamente me conoce, o conoce mi trayectoria, sino que tiene una mirada inteligente de la sociedad, aunque no necesariamente yo la comparta, que por supuesto puede plantear una crítica a un proyecto, al nombre de una secretaría”, sostuvo en referencia a Sarlo.
Pero la opinión del filósofo no es mayoritaria en el arco K. Por eso, cuando llegó discretamente con el diario La Nación en mano y se sentó en la segunda fila del corredor derecho de asientos, las cámaras fotográficas y televisivas recayeron sobre Sarlo.
Sentado en la misma fila, a unos metros de distancia, este cronista pudo observar que varios intelectuales pasaron de largo apenas la identificaban o dieron vuelta la cara, como distraídos. Quien no la perdió de vista fue el jefe de la Secretaría de Inteligencia, Héctor Icazuriaga, cuya presencia tampoco pasó inadvertida, ni un antiguo camarada del socialismo que hizo todo lo posible para evitarla.
Claro que también hubo gestos amables, como el del director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, quien se acercó desde el corredor izquierdo –reservado a funcionarios– y departió con ella un par de minutos, o el de una funcionaria cultural díscola que la abrazó con efusión.
La presencia de la columnista de PERFIL generó, sin dudas, un pequeño terremoto en el acto kirchnerista, a tal punto que Forster se vio obligado a nombrarla mientras explicaba que los foros de debate que organizará en todo el país serán integrados “con mesas complejas que representen la pluralidad de ideas” que hay en Argentina. “Beatriz Sarlo, que está aquí presente, será invitada, si acepta”, adelantó.
Luego, en diálogo con este diario, Forster les quitó el matiz dogmático a las miradas torvas que recibió “la Sarlo”, como se la conoce en el ámbito académico: el filósofo alegó que quiere “una cultura plural, federal, crítica… No hay cultura si no es crítica”. Justamente, lo que tenía enfrente era a una crítica con mayúsculas.