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reformas papales

Francisco permitiría comulgar a los divorciados

Especialistas del Vaticano coinciden en que ése sería el primer cambio significativo del nuevo papa. Más difíciles, la aceptación del preservativo y el fin del celibato sacerdotal.

Casos. La reforma del celibato debería esperar. El uso del preservativo se permitiría en regiones con alta incidencia del sida.
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Dicen quienes lo conocen que Francisco lanza una carcajada cuando le comentan una de las tantas ironías que circulan en el mundillo católico sobre los jesuitas: “Nunca se sabe cuánta plata tienen los salesianos ni qué está pensando un jesuita; son dos de los grandes misterios de la Iglesia”. Y si bien es cierto que los jesuitas suelen ser inescrutables, dentro y fuera de los muros que enmarcan a la pequeña pero influyente Ciudad del Vaticano, el flamante reino terrenal de Jorge Mario Bergoglio, ya se analizan cuáles serán los primeros cambios del nuevo papado. El periodista Massimo Franco, autor de un libro muy comentado por aquí, La crisis del imperio vaticano, incluso le pone fecha al inicio de esas reformas: “Después de Pascuas, Francisco tomará decisiones radicales porque ése es el mandato que recibió en el cónclave”. Franco, que trabaja en Corriere della Sera y ha captado en su último libro un clima de profunda decadencia en la Iglesia, en especial en Roma, su centro espiritual y político, prevé “una gran apertura social y hacia el resto de los cristianos. También, una adecuación de la doctrina a las nuevas realidades dentro de la propia Iglesia”.

Nombre clave. El mandato del cónclave se refleja ya en el nombre elegido por el papa Bergoglio: Francisco, el santo de Asís que recibió la orden divina de “reparar mi casa”, la Iglesia, y que es en sí mismo un ícono de la pobreza, la austeridad y la esencialidad. Marco Politi, periodista ahora de Il fatto quotidiano, el diario del momento en Italia, y coautor de la notable biografía de Juan Pablo II titulada Su Santidad, recuerda que el cardenal ganés Peter Turkson, le contó que, antes de elegir a Bergoglio, todos los purpurados se pusieron de acuerdo en “algo primordial: había que restablecer la credibilidad y la relevancia de la Iglesia en el mundo”. Luego, designaron, rápidamente y por amplia mayoría, a quien consideraron que podía asegurar ese objetivo, el arzobispo de Buenos Aires. “Ahora tenemos un deber muy grande: reconstruir la credibilidad de la Iglesia y tal vez una Iglesia pobre pueda hacerlo”, le agregó Turkson.

Politi advierte que es una tarea de gigantes cambiar el rumbo hacia “una Iglesia pobre y para los pobres”, como señaló Francisco en su primera misa en la Capilla Sixtina. “Las revoluciones morales, que inciden sobre comportamientos sedimentarios, son terriblemente fatigosas y de éxito no asegurado”, sostiene el experimentado periodista.

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La austeridad de Bergoglio, transmitida por gestos simples como el abandono de los zapatos colorados confeccionados por Prada y el uso de un anillo del pescador realizado con material mucho más barato, cae muy bien en la gente y, al mismo tiempo, indica a todos los que forman parte de la curia romana, el aparato de gobierno del Vaticano y de la Iglesia Católica, qué es lo que el nuevo pontífice espera de todos ellos. O, dicho de otra manera, más drástica, cómo deberán portarse si quieren seguir en sus puestos.

Todos los analistas vaticanos prevén que Francisco seguirá en esa línea, dando el ejemplo sobre el nuevo clima de época. Es mal visto en este pontificado, por ejemplo, el uso de automóviles de altísima gama, como los Mercedes Benz regalados a cardenales por los Legionarios de Cristo, la riquísima congregación laica formada por el mexicano Marcial Maciel, defenestrado en 2006 por Benedicto XVI por abusos sexuales.

Fáciles y no tan fáciles.
Hay otras reformas que “están en el aire”, como dicen los italianos en una de sus tantas y creativas frases hechas. Se podría establecer, incluso, una gradación de los cambios más fáciles a los más difíciles. Una de las reformas que parecen cantadas es que Francisco alentará el retorno pleno a la Iglesia de los católicos divorciados y vueltos a casar, y también de sus cónyuges, que aunque hayan sido solteros, ahora tampoco pueden confesarse ni comulgar. La prohibición suena tan absurda que en la Argentina muchos sacerdotes en la práctica hacen la vista gorda y los confiesan y les dan comunión sin ningún problema. Si es cierto que Bergoglio, como buen jesuita, no da puntada sin hilo, piensa en este cambio cuando en su primer Angelus citó el último libro, Misericordia, del prestigioso cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Es que, como recuerda Politi, Kasper, junto con otros cardenales y obispos alemanes, intentó varias veces convencer a Benedicto XVI que levante las trabas disciplinarias a los divorciados vueltos a casar. No tuvo éxito. En su primer Angelus, Francisco sostuvo que Dios “nunca se cansa de perdonar” y que, precisamente, esa misericordia, “esa capacidad de perdonar”, es lo que distingue al Dios del catolicismo. En su libro, Kasper afirma que la misericordia no es solamente “un concepto fundamental del Evangelio, sino más bien “la clave de la vida cristiana”.

“Es un problema de muy fácil resolución porque se trata de que la Iglesia perdone a miembros de su propia grey que primero se equivocaron y luego restauraron su vida en familia. El Papa puede cambiar directamente la disciplina, es decir las normas que hoy prohíben dar la comunión a los divorciados, u optar por una solución más suave, como emitir señales claras a todos los sacerdotes y obispos para que generalicen lo que ya se da de hecho, en la práctica, en muchas diócesis, que es aceptarlos en igualdad de condiciones con los otros católicos”, confía a PERFIL un abogado canónico italiano que asesora al tribunal de justicia vaticana, a la Rota Romana.

“Lo mejor sería, claro, cambiar directamente la disciplina; es un poco más costoso porque, como siempre, habrá gente que se opondrá, pero veo a Francisco como una persona cuya valentía excede largamente este tema”, agrega.

Además, en Buenos Aires, algunos jesuitas compañeros de Bergoglio ya han señalado públicamente que la Iglesia bien podría establecer una sanción temporal, como, por ejemplo, la abstención de confesarse y comulgar durante un año, y luego restituir todos los derechos de los católicos divorciados que han vuelto a formar una familia.

En cambio, según esta fuente, que quiere permanecer en el anonimato, un problema mucho más complejo es que los curas se puedan casar, que termine el celibato sacerdotal. “Pienso que es muy difícil realizar cambios en ese área. El Papa puede hacerlo; tiene toda la autoridad para hacerlo, pero en el Vaticano se cree que, si tiene esta intención, convocará a un Concilio para realizar toda una reforma, integral, sobre la organización de la Iglesia. No se sabe qué hará sobre esto. Veamos”.

Dentro y fuera del Vaticano, se recuerda que uno de los grandes electores de Bergoglio, el cardenal brasileño Claudio Hummes, ex arzobispo de San Pablo, afirmó seis años atrás que el celibato sacerdotal podía ser perfectamente modificado porque es una “institución” creada siglos después de la aparición de la Iglesia. Lo dijo en Brasil, antes de partir a Roma para asumir la titularidad de la Congregación para el Clero, uno de los ministerios papales. La reacción que produjeron esas palabras en el centro católico fue inmediata y Hummes ya no volvió a hablar de ese tema.

Por lo que se sabe, en Buenos Aires el cardenal Bergoglio solía bromear con sus obispos y curas amigos sobre este tema. “Ojo, que junto con una esposa te viene una suegra”, le dijo una vez a un sacerdote joven.

El fantasma del sida.
Hay posibles cambios que no parecen tan fáciles de implementar, como la comunión para los divorciados vueltos a casar, ni tan difíciles como que los curas puedan volver a casarse. Están en el medio de la grilla. Por ejemplo, la autorización para usar el preservativo; en algunos casos, como en Africa y con el argumento del peligro del contagio del sida, la Iglesia lo acepta en la práctica.

Nuestra fuente en la Rota Romana, el tribunal vaticano, sostiene que, en su opinión, “este tema depende de cómo quiera utilizar el Papa su gran carisma. Es decir, hay muchos argumentos para permitir los preservativos que serían muy aceptados por la gente que no practica en forma intensa ninguna religión; eso lo pondría a tono con ese mundo. Pero no sería bien visto por los católicos más ortodoxos ni por los practicantes de otras religiones, con los cuales el Papa ha dicho que se quiere llevar muy bien”.

En realidad, todas estas reformas tienen sus costos y un momento inicial en el que quien las promueva debe tener firme el timón porque, como decía Maquiavelo, al inicio los cambios no suelen ser sólidamente defendidos por sus beneficiados pero sí fuertemente atacados por aquellos que se perjudican. Pero, Francisco se está revelando como un papa valiente y reformista.

Por lo pronto, la elección del primer papa argentino y americano ha puesto muy contentos a todos los católicos y a los no creyentes, no sólo en la Argentina. En Italia, ha levantado muchísimo la imagen de la Iglesia. “Subió quince puntos en apenas tres días; Francisco le está haciendo mucho bien a la Iglesia”, dice Marco Tarquinio, director de Avvenire, el influyente diario de inspiración católica vinculado al Episcopado italiano. Avvenire, que vende cien mil ejemplares, tiene un lector muy particular, el Papa, que lo recibe todas las mañanas en sus aposentos junto con L’Osservatore Romano, el diario vaticano.
 

*Enviado especial a Ciudad del Vaticano.