¡Viva Cuba libre! fue el grito que más se oyó el 17 de diciembre de 2014, día en que se reanudaron las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, cerca de la Plaza de la Revolución en La Habana, capital de la isla.
Aquel día, que se convirtió en emblemático para la historia reciente, fue tomado con gran entusiasmo por la gran mayoría de los jóvenes cubanos.
Para conocer las expectativas y los temores a partir del deshielo, PERFIL habló con varios isleños de entre 25 y 30 años, representantes de la “nueva revolución”, aquellos nacidos más de veinte años después de iniciada la revolución de la mano de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara. La mayoría reconoce como “positivos” los pasos que se fueron dando con el devenir de los meses, como que Estados Unidos sacó a Cuba de la lista negra de países que promueven el terrorismo, ambas naciones reabrieron sus embajadas y recientemente el país del norte decidió retirar a la isla de la nómina de naciones ineficaces en el combate contra la trata de personas.
Lo pendiente. Sin embargo, “aún esperan más”. Reclaman que a pesar de lo logrado, aún hay mucho por hacer. La esperanza más anhelada está puesta en que Estados Unidos le ponga fin al bloqueo económico para que “se regularice la entrega de productos, sobre todo alimentos, y que bajen sus costos”, y que se normalicen los viajes al exterior.
La fecha de la reapertura, Aída Chacón, una estudiante de posgrado de La Habana, fue a cenar a un lugar “delicioso” en el Vedado para celebrar la noticia. “La gente estaba muy esperanzada con que todo cambiaría muy pronto y para bien. Lo primero que se podía pensar era que habría manera de comprar de todo, de vivir bien y de salir de la isla”, asegura a este medio Aída, de 30 años.
Para Tayli Sánchez, periodista de 25 años, de Cienfuegos, ciudad que queda 200 km al sur de La Habana, “el cambio más esperado es una mejor situación económica para el país en general y para sus ciudadanos en particular, a través de la derogación del conjunto de leyes que dan cuerpo al bloqueo económico y financiero que Estados Unidos mantiene contra Cuba”.
Ellos esperan que de esta manera se regularice el comercio entre ambas naciones y aumente la cantidad y variedad de bienes de consumo disponibles para la población, sobre todo la comida. En este punto, Aída Chacón coincide con la periodista de Cienfuegos: “Sigue faltando de todo y la gente sigue formando tremendo caos en los mercados cuando llega el pollo ahumado”. Tayli agrega que “no es que no se consiga, sino que es muy cara, si se compara con los salarios”.
El embargo. En gran parte, esta deficiencia se debe al embargo de Estados Unidos que aún mantiene con Cuba desde octubre de 1960, que incluye alimentos y medicinas, como respuesta a las expropiaciones de propiedades y compañías estadounidenses por parte del gobierno cubano tras la revolución.
Para Roberto Alfonso Lara, periodista de Cienfuegos de 29 años, “cincuenta años de políticas de asfixia no han servido de nada. Sumados a los ínfimos niveles de producción en Cuba, las industrias arcaicas y el bloqueo que obliga a la importación por terceros países de buena parte de las mercancías en venta”.
El periodista remarca que Cuba importa más del 80% de los alimentos, y en materia de electrodomésticos, tecnología y confecciones textiles, casi todo. “De ahí que no siempre esté en el mercado el producto que el cliente necesita”.
Por esta razón, remarca, “no es lo mismo comprar en China que hacerlo en Estados Unidos. El desabastecimiento se dilata y los productos se encarecen. Hoy hay inestabilidad en las ofertas”.
Temores. El temor más presente es que la isla se termine convirtiendo en “otra estrella de Estados Unidos” y que “se pierdan los logros obtenidos luego de la Revolución”, como su sistema educativo y de salud.
A la periodista local Tayli Sánchez lo que le genera miedo es la pérdida de las conquistas que tuvo la Revolución: “Si es para que el pueblo cubano mejore, bienvenido sea; pero lo que no me gustaría es ver a Cuba convertida en otra estrella de la bandera norteamericana”.
La nueva revolución. Por su parte, Roberto Alfonso Lara es consciente de que la Revolución está en un momento de relevo generacional y comparte una duda colectiva, qué pasará cuando los líderes históricos ya no estén en el poder: “El sector de los jóvenes es el más vulnerable, porque los jóvenes, sector etario en el que me incluyo, lo único que conocen de la Revolución es el Período Especial, la etapa dura en la que hubo que sobrevivir y los valores quedaron destrozados en nuestra sociedad. Claro, eso no implica que no estén comprometidos. Pero no dejan de ser vulnerables, sobre todo en sectores como la cultura”.