En febrero y marzo el Gobierno cambió de estrategia y se decidió a polarizar con diferentes grupos y sectores que, de una u otra forma, podrían identificarse con el proyecto político, social y económico que encarnaba el gobierno anterior. El resultado fue una leve caída en la aprobación del Gobierno. Las opciones parecían expresarse en dos bloques compactos empatados, como si aún estuviéramos en 2015, en las vísperas del ballottage. La grieta volvía recargada, al parecer. Pero, ya en carrera para las elecciones de medio término, esa división de la sociedad en dos bloques contrapuestos, que de un lado y del otro se alimenta sin cesar, se llena de matices. La grieta se fisura, paradójicamente.
La grieta aparente. Los resultados de la última ola del índice de satisfacción política institucional de la Universidad de San Andrés e Ipsos, arrojan que la gestión del presidente Mauricio Macri es aprobada por un 46% de los entrevistados y desaprobada por un 45%. Ambos segmentos se mantienen en promedio relativamente parejos desde hace un año, con algunos picos, con un 10% en promedio que por desinterés o por dudas genuinas, no sabe o no contesta. Pareciera como si, después de haber pasado la luna de miel de los primeros meses del Gobierno, la opinión pública se mantuviera en el formato que la dejó el ballottage de 2015. De hecho, no ha cesado la retórica polarizante con visiones de la realidad inconmensurables: mientras desde un extremo se ve al anterior “gobierno populista” como los principales causantes de la “herencia recibida”, desde el otro extremo se ve al actual “gobierno neoliberal” como el responsable de un “engaño y estafa electoral”. Esta persistencia altisonante es lo que constituye la imagen de lo que hemos denominado, desde hace tiempo ya, “la grieta”.
Pese a la intensidad de las voces que encarnan esa polarización, la opinión pública presenta matices. En un primer nivel, podemos cruzar la aprobación con la satisfacción respecto de la gestión del Gobierno en general. Así, un 29% dice estar satisfecho mientras que, por el contrario, un 55% se manifiesta insatisfecho. Junto a ellos, un 16% dice no saber. ¿Qué nos sugieren los datos de aprobación, por una parte, y los datos de satisfacción política, por la otra? En primer lugar que la opinión pública está dividida en dos grandes segmentos: los que aprueban al Gobierno y los que lo desaprueban. En segundo lugar, que hay matices en ambos lados de la opinión. Así, encontramos tres grandes segmentos de opinión definidos nítidamente.
Los tres segmentos estructurados de la opinión pública. Un primer segmento lo compone el 26% de la opinión pública, el “núcleo duro oficialista”, y está integrado por aquellos que aprueban al Gobierno y están satisfechos con el desempeño del mismo. El tamaño del segmento coincide con el piso electoral que en las PASO de 2015 obtuvo el PRO. Un segundo segmento, que defino como “apoyo crítico”, está constituido por aquellos que aprueban al Gobierno pero que, al hacer una evaluación general, no están satisfechos con su de-sempeño. Este grupo ronda el 20% de la opinión pública y está compuesto por aquellos que quizás escojan otras alternativas que maticen con el núcleo del Gobierno, pero que puestos a dirimir entre los polos de la grieta, por defecto, optarían por Cambiemos. Es el electorado que se sumó a votar por Macri en la primera vuelta y en la segunda vuelta, los que contribuyeron a su triunfo electoral.
Por último, se identifica un tercer segmento del 40% de la población, que no aprueba al Gobierno y está insatisfecho con la gestión del mismo. Son “los opositores”. Un segmento de difícil acceso para el oficialismo y que hoy se disputan las diferentes alternativas que ofrece la oposición. Es el segmento donde con toda certeza anidan los simpatizantes del gobierno anterior, hoy con diferentes intensidades. El 14% restante reúne a una mezcla y variedad de opiniones más difíciles de clasificar de forma sistemática y que, por su composición, contienen al electorado mediano.
El tamaño de la grieta. Entonces, si hay matices ¿de qué tamaño es la grieta de la que se suele hablar? Un ejercicio básico consiste en contrastar las opiniones en relación al presidente actual y a la ex presidenta. Ambos lideran y nutren la contienda “grietística” (si se me permite el neologismo). Ambos despiertan las pasiones más enconadas. En la actualidad el Presidente tiene una imagen positiva del 46% (entendemos por esto, la suma de las respuestas buena y muy buena en relación a la imagen) y una imagen negativa del 43% (sumadas las malas y muy malas). Para la ex presidenta lejos quedaron los días en que “entregó” el mandato y gozaba de un 52% de imagen positiva. El año y medio de la gestión Cambiemos tuvo en ella un efecto devastador. En la actualidad posee una imagen positiva del 28% y una negativa, ni más ni menos, del 61%.
Una estimación posible del tamaño de las pasiones que ambos encarnan surge de cruzar los datos de imagen de ambos. Está el corazón “cristinista” de un extremo, aquellos con una imagen positiva de ella y una negativa de él, que hoy son un 18%. En contraposición, el 36% con imagen positiva de Mauricio y negativa de Cristina es el núcleo anti K. Ambos segmentos se retroalimentan. La cohesión de unos, alimenta la existencia y cohesión de los otros.
La avenida del medio. Los ultra K y los anti K son intensos. Discuten más, confrontan más. Aparentan ser las únicas voces de la opinión pública con identidad política definida. Pero sólo son el 53% de la población. En medio hay un amplio espectro de voces sin esta visión polar e inconmensurable. Un 8% de optimistas antigrieta que dicen opinar favorablemente de una y otro; un 16% de indefinidos sin opiniones claras de uno u otro, o no saben/no contestan. Junto a estos segmentos menores, quienes tienen una mala imagen de ambos, el sitio ideal para los que pregonan las alternativas intermedias: “la ancha avenida del medio” del 23%.
No hay sólo dos posiciones exclusivas y excluyentes. La virtual grieta no es cuantitativamente la que el audio de las voces parece sugerir. Y explica y es el fundamento de la existencia de una oferta política electoral entre las opciones polares que persiste, como el Frente Renovador de Sergio Massa y el GEN de Margarita Stolbizer, hoy aliados. También da sentido a la existencia de disidencias y matices en los grandes espacios políticos, como Martín Lousteau y Florencio Randazzo lo ilustran.
En general las diferentes expresiones de la opinión pública encuentran una oferta política adecuada a los matices. Pero, en elecciones presidenciales, esos matices ceden en el ballottage. En esas condiciones la fuerza centrífuga
presiona a la opinión pública a polarizarse. En cambio, en las elecciones de medio término la expresión de los diferentes segmentos parece más sencilla y más viable cuando los cargos en disputa se reparten de forma más o menos proporcional a los votos que las opciones
electorales obtienen. La demanda de matices de la opinión pública contrasta con la visión de los acicateadores de la grieta. Las alternativas emergen y la grieta se fisura, paradójicamente.
*Politólogo. UdeSA-Conicet.