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Guatemala

La vida en el exilio

De procurador de los Derechos Humanos al exilio: cómo llegué hasta aquí y lo que necesita Guatemala.

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Injusticia. “Sin la recuperación del sistema de Justicia, el futuro de los exiliados es incierto”, afirma Rodas desde el exilio. | cedoc

No se puede hablar de democracia mientras haya personas en el exilio. Después de haber sido procurador de los Derechos Humanos en Guatemala durante el quinquenio 2017-2022, puedo decir que sobreviví a dos regímenes autoritarios, como el del comediante que tristemente tuvimos como presidente Jimmy Morales (2016-2020) y el bravucón Alejandro Giammattei (2020-2024), ambos corruptos hasta el tuétano.

Durante este tiempo hubo todo tipo de acciones en mi contra, como el intento de destituirme, al punto que me pusieron 18 antejuicios: ninguno fue declarado con lugar. Fueron ocho las veces que el Congreso de la República intentó destituirme, a través de los diputados desde el pacto de corruptos, pero no lograron su objetivo. También tuvieron la perversa intención de la asfixia financiera a la institución; afortunadamente, por su torpeza jurídica, no lo consiguieron.

Fueron cinco años de ataques digitales y difamaciones, usando cuentas falsas. Como el salmón, contra la corriente, sobreviví. Conté con el apoyo incondicional de las autoridades ancestrales de los pueblos indígenas, las juventudes, los movimientos de mujeres y de la diversidad sexual, que nunca me dejaron solo, igual que una parte importante de la comunidad internacional, que resistió la presión del Ministerio de Relaciones Exteriores para no apoyarme.

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A la gente, en un alto porcentaje, le parecía que desempeñaba el rol de defensor del pueblo y que mantenía la independencia de la institución, ya que la ley dice que no está sujeta a ningún organismo del Estado. Esto último les costaba entender, sobre todo a algunos diputados que pretendían actuar como capataces de mi persona. Como procurador de los Derechos Humanos, les dolía mucho cuando yo les recordaba que no tenía 158 jefes, sino que solamente estaba sujeto a lo que la Constitución, los convenios internacionales y la ley me marcaban como norte.

Cómo llegué hasta aquí. Para la última elección de la única universidad pública de la nación, la tricentenaria Universidad San Carlos de Guatemala, aspiré a ser rector de esta casa de estudios, que es muy importante en mi país. Incluso tiene iniciativa de ley y maneja, por lo menos, el 5% del presupuesto del país, con presencia alrededor de cincuenta instituciones del Estado como la propia Corte de constitucionalidad, la junta monetaria y la junta directiva del Instituto de Seguridad Social guatemalteco, por mencionar algunas.

Gracias al apoyo de estudiantes, catedráticos y egresados que conforman la agrupación SOS USAC, estuvimos a punto de lograr la victoria, que hubiese representado la posibilidad de comenzar a rescatar a esta casa de estudios y hacerla un referente para el país y no un reflejo de la podredumbre en que la corrupción también ha sumido a la Universidad de San Carlos de Guatemala. 

De 171 electores que tenían que tomar esta importante decisión, solo permitieron ejercer el voto a 71; es decir que 100 no lo pudieron hacer. Este fraude provocó una indignación nunca antes vista, que originó una toma a las instalaciones por más de un año por parte de los estudiantes.

El Ministerio Público presentó públicamente el caso denominado “Toma USAC botín político”, en donde están criminalizadas más de treinta personas y en el que yo tengo una orden de detención vigente. El caso es un montaje y una venganza contra quienes quisimos rescatar a la universidad.

Desde el exilio acepté el reto histórico de ser nominado como candidato vicepresidencial de una líder maya mam, a quien admiro y respeto profundamente como es Thelma Cabrera, quien hace cuatro años había quedado en cuarto lugar y, dado el hartazgo por la corrupción, teníamos altas posibilidades de llegar a una segunda vuelta electoral. Pero eso para los grupos de poder era un alto riesgo y por eso crearon una estratagema para prohibir nuestra participación como binomio, por el Movimiento para la Liberación de los Pueblos –MLP–.

Un reto permanente. El exilio implica la separación, no solo física, del país donde uno nace y debe dejar por ser perseguido políticamente. Esto implica no poder compartir con la familia, amigos, y cambiar, por un tiempo no determinado, de hábitat, de trabajo, de las actividades cotidianas que todo ser humano elabora en un entorno generalmente amigable.

El exilio es un reto permanente, es adaptarse a nuevas situaciones y circunstancias que no están sujetas a control de uno, ya que no es el plan original de vida, pero le abre las oportunidades a toda persona a conocer a otras personas, que se vuelven como una nueva familia.

Para todos los exiliados la incertidumbre es una constante. Somos más de cien exiliados guatemaltecos en este gobierno, lo que significa una ventana de posibilidades para nuestro retorno. Los operadores de Justicia, defensores de derechos humanos, líderes universitarios, activistas y periodistas tenemos mucho que aportar al país. El poeta chileno Gonzalo Millán dijo que “el exilio obliga al crecimiento, a volcarse hacia realidades nuevas”.

Guatemala vista desde fuera. El pasado proceso electoral fue la oportunidad histórica que el pueblo de Guatemala aprovechó para decirle no más a los corruptos, fue así como Bernardo Arévalo fue electo presidente constitucional de la república.

Esto no significa que en automático el Estado de derecho destrozado por el pacto de corruptos se haya restablecido de forma inmediata. La democracia estuvo a punto de pulverizarse. Todo el resto de la institucionalidad del Estado guatemalteco sigue dominada por esa alianza criminal.

La alianza en el Congreso, que hizo posible que Bernardo Arévalo asumiera en una jornada maratónica, es muy frágil, ya que no está sobre base sólidas, más bien pareciera que está sujeta con alfileres endebles que se resisten a llegar verdaderamente a consensos.

Ahora el reto más importante está en la elección a las altas cortes, los magistrados y jueces que deben dejar de ser operadores de las mafias para convertirse en verdaderos aplicadores de la justicia. La observación internacional será clave en este momento histórico. Sin la recuperación del sistema de justicia, el futuro para los exiliados es incierto.

*Actualmente en el exilio. Exprocurador de los Derechos Humanos de Guatemala 2017-2022. Presidente de la Federación iberoamericana del Ombudsman 2019-2021.