¿Y si hacemos política?
El domingo pasado la política se mostró como la describía Hannah Arendt: impredecible, incalculable, resistente a los pronósticos de los agoreros. Pero eso no significa que no puedan plantearse escenarios posibles. La gobernabilidad de los próximos meses dependerá de tres cuestiones: la calidad de la democracia argentina, la capacidad de adaptación de la dirigencia política y un nuevo contrato social.
Estado de derecho. En 2015 Cambiemos temía que el oficialismo le impidiera ganar: eso no sucedió. En 2019, más allá del manejo desprolijo de los resultados de las PASO, las elecciones fueron limpias y ganó la oposición. Esa es una buena noticia para la democracia argentina.
Pero el Estado de derecho queda malherido tras cuatro años de gobierno de Cambiemos. A pesar de su promesa de restaurar las instituciones liberal-republicanas, el republicanismo bélico de Cambiemos hizo de la política una lucha del bien contra el mal, socavando así el pluralismo político.
Por ello, no resulta creíble convocar al diálogo a adversarios que hasta ayer se calificaban como la reencarnación de los cuarenta ladrones del cuento de Alí Babá. Un desafío central para el próximo gobierno será poner en funcionamiento el Estado de derecho, y terminar con la falsa antinomia entre gobiernos populares y liberalismo.
La virtud y la fortuna, que tanto inquietaban a Maquiavelo, también marcan un camino para los próximos meses. En 2015 Daniel Scioli ganó las PASO, pero fue derrotado en el ballottage por Mauricio Macri. A este parecía sonreírle la fortuna, porque entendía que tras 14 años de peronismo, la política argentina necesitaba alternancia.
Hoy, ni él ni su consejero Jaime Duran Barba comprendieron que deben cambiar. El secreto de su éxito hasta 2017, “el kirchnerismo invertido”, como lo denominó Beatriz Sarlo, es la razón de su fracaso. Prueba de ello es que cuando Cristina Fernández se propuso como vice de un político con quien había tenido diferencias (Alberto Fernández), Macri reaccionó en espejo y eligió como compañero de fórmula a Miguel Angel Pichetto, cuyo aporte en votos resultó proporcional a su simpatía. ¿Podrá el Gobierno revertir el resultado electoral? Todo es posible, pero no parece probable. Los resultados de las PASO de 2015 son distintos de los de 2019, no solo en porcentaje de votos, sino también en distribución. El Frente de Todos ganó en cinco distritos donde el kirchnerismo y sus aliados habían perdido.
Contrato social. Hace poco reapareció en el discurso político un concepto central de la teoría política de los siglos XVII y XVIII: el contrato social. Un contrato social del siglo XXI debe interpelar a una sociedad civil diversa, plural. El pueblo sabe lo que no quiere y así lo reflejó en las urnas, pero no es una voluntad única e indivisible. Tampoco es posible reeditar los arreglos neocorporativos de la Europa de la segunda posguerra sin adecuarlos al carácter segmentado de los mercados laborales.
Lo que sí es posible es restituir la confianza en la política democrática como espacio para poner en común lo que nos une y separa, y zurcir el lazo social para que sean cada vez menos los abandonados a su mala suerte. No hay gobernabilidad sin políticos capaces de acordar entre sí para evitar que los factores de poder colonicen la política con sus intereses particulares. Podemos promover más participación cívica, pero los ciudadanos y ciudadanas de a pie no pueden sustituir a quienes eligieron para gobernar. Es hora de demostrar que la política es su vocación.
*Politóloga, docente e investigadora.
Racionalidades del voto
Una de las primeras respuestas a los resultados de las PASO ha sido que se trató de un voto castigo, voto económico, de bolsillo. Es sobre las racionalidades del voto que propongo que discutamos.
Recapitulando, recurrentemente el presidente Mauricio Macri ha mencionado que este era el camino. En marzo de este año, dijo: “Si ganamos, iremos en la misma dirección pero lo más rápido posible”. La semana pasada mencionó que la crisis se debía a que los cambios no se habían hecho con la rapidez necesaria. Estas frases dan cuenta de la caracterización que hace el Presidente de la actual coyuntura crítica.
Cambio. Ahora bien, ¿el problema ha sido la velocidad del cambio o su dirección? Una de las consignas de la campaña de 2015 era “no vas a perder nada de lo que tenés”. La promesa electoral se orientó a decirles a los votantes que su propuesta era resolver aquellos problemas que el kirchnerismo no había podido afrontar.
Como sabemos, esto no fue lo que sucedió, ya que apenas asumió el gobierno, Macri definió un giro neoconservador en materia económica que implicó una fenomenal transferencia de ingresos de sectores populares y medios a altos. Asimismo, luego de ganar las elecciones intermedias de 2017 avanzó en la reforma previsional, sancionada en medio de una represión feroz, y presentó un proyecto de reforma laboral, pese a que había dicho que no estaba en sus planes hacerlo. Estos acontecimientos marcaron un punto de inflexión para el Gobierno, que se agudizó a lo largo de 2018 debido a la inestabilidad económica.
En este contexto, el Gobierno puso en acto una de sus críticas al kirchnerismo: la hiperpolitización. Recordemos que una de las frases de Macri con mayor resonancia durante la campaña de 2015 fue “no voy a hacer cadena nacional todas las tardes así pueden ver la novela tranquilas”, en una suerte de apelación a que los ciudadanos podían ocuparse de su vida, mientras el Gobierno resolvía sus problemas. Esta hiperpolitización del Gobierno se sostuvo sobre la idea de los “setenta años de fiesta” y los problemas culturales de los argentinos.
La frase “podemos vivir mejor” terminó en propuestas de uberización de la economía, trabajos precarios en las economías de plataforma y la disolución de dispositivos estatales ocupados en regular la vida social. En ningún caso, la coalición Cambiemos pensó que la crisis se debía a un problema de su política y de la dirección que le imprimió al Gobierno. Bajo la forma discursiva del new age, el discurso oficial fue crecientemente neoliberal respecto de cómo entender la relación entre la sociedad civil, el Estado y el mercado. Y la decisión de Cambiemos fue rotunda: el mercado se libera, el Estado lo favorece y la sociedad civil se las arregla.
Consensos. ¿Por qué perdió el Gobierno? En parte puede atribuirse a un voto económico, pero esto no implica discutir la velocidad del cambio, sino qué tipo de cambio es esperado y soportado. Mi impresión es que cuando Cambiemos ganó las elecciones de 2015 creyó que se restituía un nuevo consenso neoliberal, frente al consenso posneoliberal construido durante los gobiernos kirchneristas. Discutir para qué queremos el Estado, sus funciones y atribuciones no implica automáticamente un nuevo consenso neoliberal ni un cheque en blanco al Gobierno para desarticular los mecanismos de integración social. Y este voto es profundamente político.
**Investigadora Citra/Conicet, politóloga y profesora Facultad de Ciencias Sociales, UBA.