Jorge Vieytes es licenciado en Enfermería desde hace más de veinte años. En 2009 entró a trabajar en el Hospital Borda, en plena época de la pandemia de gripe H1N1.
Para Jorge la realidad de su profesión dio un giro de 180 grados. “Comencé a vivir y a entender la salud de los que menos tienen. Son dementes con enfermedades mentales crónicas que están ‘a la buena de Dios’”, explica. Los pacientes con los que convive a diario, según versa en el artículo 54 del Código Civil, tienen “incapacidad absoluta”, son inimputables y no pueden manejar sus bienes ni su persona por sí solos. Y además son pobres.
Jorge cuenta que el Borda tiene una población aproximada de 630 pacientes con una capacidad operativa no superior a las 700 camas. Trabaja en el pabellón “Amable Jones”, donde hay 75 pacientes divididos en cinco servicios. “Mi trabajo consiste en tratar a 18 pacientes quienes, sumado a su patología psiquiátrica, tienen diabetes tipo 1 y 2, o sea que requieren controles clínicos y de insulina muy a menudo”, especifica.
Sobre las leyes de salud mental 448 (CABA) y 26.657 (nacional), para el profesional de la enfermería ambas son inviables porque ninguna de las dos se ocupa del paciente como persona integral. “Abordan el tema de la desmanicomialización desde la teoría y están ‘hermosas’ para un cuadro, porque la realidad del contexto social extramuros no es la adecuada y carece de estructuras necesarias para la resocialización de los pacientes. La salud mental en el marco del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está a la deriva”, recalca. Para Jorge hay como una conciencia general hacia el descuido, el banalismo y el menosprecio de las necesidades que tienen los pacientes desde las autoridades. “¿Será porque su voto no suma?”, se cuestiona.
Para Jorge, pensar en desmanicomialización sin pensar en el paciente es un error de concepto. “Como trabajador de la salud mental yo estoy a favor del paciente. Ya veremos en una segunda etapa si es mejor que estén dentro o fuera de una institución creada para ese fin, pero ahora están acá y así es como están…”, puntualiza.
“Desde la enfermería, los pacientes del Borda son tratados como ‘personas’ pero desde lo médico no siempre es así. Y desde las autoridades directamente no sienten ningún respaldo. Son locos, pero no estúpidos, y ante todo son personas que viven una realidad con las herramientas que pueden manejar”, concluye.