Desde Lima
Daniel Tello Samamé estaba reunido con toda su familia en la casa de sus abuelos en San Juan de Lurigancho, el distrito más poblado y popular de Lima con cerca de un millón de habitantes y que, paradójicamente, sólo cuenta con mil efectivos policiales para combatir la inseguridad desbordante y creciente de los últimos años.
Era su cumpleaños número 17. Durante la noche, Daniel no había dejado de hablar de fútbol, su gran pasión y el deporte que lo tenía como una de las más grandes promesas de un país que hace 36 años enciende velas al Señor de los Milagros para clasificar a un Mundial. No se conformaba con ser uno más, él quería hacer historia como el “Nene” Cubillas. En medio de la despedida, cuando ya la noche había terminado, un grupo de delincuentes irrumpió en la vivienda con una violencia brutal y dispuestos a llevarse todo, incluyendo la vida de Daniel. Fueron pocos segundos, muy confusos, de forcejeos. Sus padres le intentaron dar todo a estos sujetos, pero ellos querían más. Habían llegado hasta ahí, habían entrado a la casa y se habían arriesgado demasiado como para irse con unos pocos soles. Fue entonces cuando forcejearon con la madre de Daniel para quitarle la cartera que tenía aferrada a sus manos. El adolescente salió en defensa, se escucharon disparos, él cayó y a los segundos estaba muerto.
Represión. Lo de Daniel se convirtió, a unas pocas semanas de las elecciones, en un caso paradigmático. El fue la sexta víctima adolescente que murió a manos de la delincuencia, de 14 que fueron baleadas la última semana saliendo de sus casas, en la puerta de las universidades o arriba de un bus, con el único fin de sacarles su celular y algún que otro sol que llevaban en el bolsillo. Y aunque todos los días los medios de comunicación informan una muerte detrás de otra con una naturalidad escalofriante, la de Daniel fue distinta, y no sería en vano.
Por un lado, los peruanos tienen en segunda vuelta a la candidata Keiko Fujimori. Su padre fue el presidente del Perú durante los años 90 y entabló una entrañable amistad con Carlos Saúl Menem. Alberto Fujimori representa para muchos, la represión, la violación de los derechos humanos y la corrupción, delitos por los cuales se lo ha condenado a 25 años de prisión, y que bien vale decir aún está cumpliendo. Ese hombre acusado de un autogolpe y de haber cerrado el Congreso para tener mayor impunidad, se encuentra con graves problemas de salud y desde hace años está pidiendo ser indultado. Es precisamente esa parte de la población que hoy le dice “No a Keiko”, su hija, y que repudia la historia del gobierno de Fujimori, que teme un indulto humanitario y su pronta liberación.
En este país polarizado, partido casi a la mitad entre los que la apoyan y los que dicen odiarla, la candidata que se convirtió en primera dama a los 19 años y luego de una escandalosa separación de sus padres, está intentando conquistar al 5% del electorado que según las encuestas permanece indeciso hasta hoy. Entre sus promesas, destaca su plan de seguridad con propuestas que para muchos analistas y defensores de los derechos humanos, ponerlas en marcha significaría una violación a los tratados internacionales, como por ejemplo la pena de muerte.
Lo que para algunos representa una solución populista e inviable, porque violaría el Pacto de San José de Costa Rica entre otros, para Keiko Fujimori se trata de su principal herramienta de “lucha” en una sucia campaña electoral. Pero ésta es sólo una de sus propuestas; en su plan de gobierno plantea también nuevos centros penitenciarios de mayor calidad y seguridad a miles de metros de altura, mejores condiciones para la policía y junto con ello el reconocimiento a los efectivos honestos, además de apoyar la militarización en las calles y la declaración de emergencia en seguridad de Lima.
Keiko Fujimori tiene dos hijas y está casada con un extranjero, Mark Vito, a quien conoció mientras cursaba sus estudios en los Estados Unidos. Hoy la vida la enfrenta a otro hijo de inmigrantes de doble pasaporte peruano/norteamericano, Pedro Pablo Kuczynski a quien señala por haberse ido ocho días en plena campaña electoral a los EE.UU. para visitar a su hija y asistir a su graduación.
Efectivamente PPK es hijo de inmigrantes y su historia familiar resulta para muchos fascinante, sobre todo por el aporte que su padre el médico alemán Maxime Kucyznski, realizó en su llegada al Perú junto a su mujer y sus hijos. El fue un pionero de los tratamientos de enfermedades tropicales. Su padre también se desempeñó como director del Leprosario de San Pablo, en Iquitos y posteriormente fue nombrado jefe de Salud Pública del Ministerio de Salud del gobierno peruano. Todo sucedió en la década del 30 cuando Pedro Pablo era muy joven.
Hoy tiene 77 años y muchos ponen en duda su capacidad para dirigir un país precisamente por su edad. Ese ha sido el punto más débil de su campaña pero sobre todo de las chicanas y ataques electorales. Su lentitud para hablar, su paso cansino contribuyen en la teoría de quienes ven en sus años el mayor impedimento para llegar a la presidencia.
Más allá de la carrera impecable de su padre, y de su madre una profesora de arte y música cuyo talento heredó el propio candidato, quien no duda en demostrarlo cada vez que puede, Kucyznski tiene sus propios logros, y desaciertos, como funcionario público del Perú.
Como economista, asumió el Ministerio de Energía y Minas en el segundo gobierno no consecutivo de Fernando Belaúnde Terry y fue ministro de Economía y Finanzas y presidente del Consejo de Ministros durante el gobierno de Alejandro Toledo Manrique. Esta no es la primera vez que intenta llegar a la presidencia del Perú. En 2011 quedó en tercer lugar y fuera de la segunda vuelta electoral que por ese entonces disputaron también Keiko Fujimori y el actual presidente Ollanta Humala, quien ganó asegurándose el alto índice de antivotos de la candidata de Fuerza Popular.
Y mientras muchos reconocen al narcotráfico como el gran problema del país a la candidata Keiko Fujimori la siguen señalando por recibir donaciones de dudosa procedencia para su campaña del 2011. De hecho el secretario general del partido Fuerza Popular, quien ya es investigado en Perú por el delito de lavado de activos, tuvo que dar un paso al costado en plena campaña por un informe periodístico en el que se aseguraba que la DEA lo estaría investigando en una causa similar y que habría audios comprometedores sobre maniobras que habría realizado en ese país con la compra de varios inmuebles. No sólo se enfrentan las ideas, la ideología, sino también la juventud contra la avanzada experiencia, la historia contra un futuro que muchos califican de incierto.