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Por qué en Argentina no se aplican ni se conocen nuevas tecnologías de prevención sanitaria

Los nanomateriales están siendo adoptados en todo el mundo para sanitizar medios de transporte, espacios públicos y de trabajo, centros de salud y, en especial, la vuelta a clases. En la Argentina ya están disponibles, aunque la reapertura se discute como si sólo existieran los métodos tradicionales.

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Recientes ensayos a nivel local confirmaron la alta eficacia y durabilidad del primer recubrimiento antimicrobiano que ya se está elaborando en la Argentina. | Liquid Guard

Mientras en el mundo se diseñan e implementan nuevas y probadas tecnologías que permiten alcanzar la llamada “nueva normalidad” logrando inéditos estándares de calidad sanitaria para casi todas las actividades, en la Argentina el 100% de las esperanzas para recuperar la vida económica y social parecen seguir puestas en la pronta llegada de las vacunas contra el coronavirus, o bien en que un milagro frene la pandemia. ¿Cuál es la razón? ¿Hay razones económicas o políticas para este desconocimiento, o se trata quizá de simple desidia?

Sin embargo, el desarrollo de nuevos materiales –especialmente por nanotecnología– es una de las áreas que ha cobrado mayor impulso para brindar soluciones de sanitización eficaces y duraderas impensadas siquiera hace dos años, y que ya son reconocidas como óptimas por autoridades científicas de todo el mundo. Algunas de estas tecnologías, que ya son el nuevo estándar para hacer más seguros los ámbitos de la industria, la salud, el transporte, la educación y el hogar, y que van camino a ser considerados imprescindibles, ya están disponibles en la Argentina. Su existencia, sin embargo, parece ser desconocida por el gran público –de hecho, no figuran en las recomendaciones dadas por las autoridades sanitarias–, que sigue considerando el distanciamiento y el uso de barbijos, de lavandina y de alcohol en gel como si fueran las únicas alternativas disponibles para frenar al coronavirus.

Entre muchas otras propiedades, los nanomateriales –compuestos de partículas que se miden en millonésimas de milímetro– ofrecen posibilidades inéditas de desinfección, ya que pueden, por ejemplo, formar películas que sólo por su forma física –a diferencia de los desinfectantes conocidos hasta ahora, que actúan por efecto químico– destruyen hongos, bacterias y virus e impiden su proliferación.

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El primer antimicrobial coating presentado en América Latina continúa aprobando los más exigentes testeos científicos y ampliando aceleradamente el abanico de usos posibles.

Esto hace que en los últimos años esta nueva tecnología haya servido para fabricar pinturas desinfectantes, revestimientos más potentes y duraderos que cualquier desinfectante químico para esterilizar material quirúrgico o barbijos auto-desinfectantes, como así también para incrementar el poder sanitizante de productos tradicionales. El alcohol en gel elaborado con nanotecnología con agregado de iones de plata, por ejemplo –producto poco conocido, pero disponible en la Argentina–, cuenta con un poder desinfectante capaz de prolongarse por 6 horas.

El Laboratorio de Virología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el área de Seguridad e Higiene del Centro de Infectología Stamboulian corroboraron recientemente en nuestro país la alta eficacia de los nanorrevestimientos para la eliminación de coronavirus, así como de algunas de las especies más potencialmente letales de bacterias –las llamadas “superbacterias”– que acechan a los servicios de terapia intensiva (KPC, Staphilococcus aureus, Escherichia coli). Similares resultados se habían hallado ya en algunos de los más exigentes laboratorios europeos de infectología y calidad de materiales.

Los recubrimientos antimicrobianos podrían ser un factor clave en la "nueva normalidad"

Además puede aplicarse a todo tipo de superficies rígidas y mantiene su efecto antimicrobiano durante más de un año, incluso en condiciones de intemperie.

Este tipo de aplicaciones nanotecnológicas es fundamental en la lucha contra la pandemia. Según la Agencia de Protección Ambiental estadounidense (EPA), el coronavirus puede sobrevivir en las superficies durante “horas o días”, por lo que el tiempo en que estas son un factor de transmisión puede ser más largo del que imaginamos. Matar los gérmenes en esas superficies luego de higienizarlas–en los lugares públicos, comercios, medios de transporte, escuelas, centros de salud– “disminuye el riesgo de diseminación de la infección”, y “es una parte importante en la reducción del riesgo de exposición al COVID-19”.

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Con la demanda planteada por la actual pandemia, se vuelven un complemento revolucionario que está elevando los estándares en el mundo de la limpieza, sanitización y desinfección muy por encima de lo conocido.

La llegada de la temporada veraniega intensificará el movimiento de gente y, sin las debidas medidas de cuidado, también la posibilidad de circulación del virus. ¿Deberán la industria de la hospitalidad y el transporte enfrentar este peligroso desafío con los métodos tradicionales –detergente, agua y lavandina, desinfectantes químicos– poniendo en riesgo la salud de sus clientes y de toda la comunidad, o se alentará el uso de estas nuevas soluciones? 

La versatilidad de los nuevos nanomateriales (pueden utilizarse en superficies rígidas o flexibles) con propiedades antimicrobianas y antivirales ha permitido también, por ejemplo, la confección de tapabocas extremadamente seguros, que además de actuar como barrera para la diseminación del Flügge por boca o nariz, elimina por contacto los gérmenes que entran o salen, o los que quedan en la superficie del barbijo. El tratamiento de telas con materiales de este tipo es el que permitió la fabricación de los reconocidos barbijos argentinos desarrollados por una empresa textil con la colaboración de científicos del CONICET. No obstante, las aplicaciones posibles de la nanotecnología a la sanitización son mucho más amplias; incluso en algunas áreas muy sensibles y de gran impacto poblacional.

Las infecciones por contacto con superficies contaminadas por bacterias resistentes a los tratamientos antimicrobianos habituales causan anualmente alrededor de 700.000 muertes en el mundo, asegura un estudio publicado en la revista científica Advances in colloid and Interface science. Con esto queda claro que la importancia de estos nuevos materiales para la salud pública y la construcción de ambientes más seguros va mucho más allá de la actual pandemia, y ha llegado para quedarse.

En el hogar y en la oficina –y también en los medios de transporte, donde la cuestión generó polémica–, la nanotecnología puede ayudar a resolver otro de los temas críticos relacionados con el coronavirus: el uso de los equipos de aire acondicionado. La sencilla aplicación de un protector de superficies en los filtros del equipo –que puede ser hecha con facilidad por cualquier usuario luego de limpiarlos cuidadosamente en los acondicionadores domésticos o de oficina, y con algo de práctica también en los automóviles– hace que el aire que se renueva quede “purgado” de virus y bacterias al solo contacto. Sólo es precisa la limpieza periódica del filtro para asegurar que el aire circulante siempre esté en contacto con el protector de superficies, cuya protección se mantiene durante más de un año con una sola aplicación, y es resistente a la abrasión y a las más variadas condiciones atmosféricas.

¿Se está contemplando el uso de recubrimientos antimicrobianos para proteger la salud de los niños, por ejemplo, en el regreso a clases? Las puertas y ventanas, bancos, mesas, escritorios y picaportes pueden ser protegidas también de virus y bacterias a lo largo de todo el ciclo lectivo con una única aplicación del producto.

Uno de los mayores temores del público en el “regreso a la normalidad” es el temor al contagio en el transporte público, donde parece inevitable el contacto con pasamanos, parantes, asientos, puertas y ventanas. La buena noticia –aunque no tan conocida– es que todas estas superficies pueden ser fácilmente tratadas con nanomateriales, capaces de desinfectarlos por más de un año, disminuyendo drásticamente las posibilidades de contagio –en rigor, de casi cualquier contagio–, sin las desventajas (olores, irritación, menos durabilidad y eficacia) de los desinfectantes químicos.

La distancia social y el uso de tapabocas desde luego serán un factor clave en el regreso a clases, pero también, para mayor seguridad de los niños, de los docentes y de toda la comunidad –ya que las propias aulas, con sus muebles y utensilios, pueden convertirse en reservorios del virus por una cantidad de horas que aún los expertos no alcanzan a determinar– es posible mejorar drásticamente los estándares de seguridad con la aplicación de nanomateriales.

A estos productos nanotecnológicos se suman nuevas opciones de desinfección menos conocidas que la lavandina y el alcohol, pero probadamente más efectivas, como los amonios cuaternarios con poder residual, el agua electroactivada, los hidróxilos y el peróxido de hidrógeno. Para la sanitización de ambientes, ya son usuales también en Europa y los EE.UU. las aplicaciones de ozono y de rayos ultravioletas, con muy buenos resultados.

Las personas deben adoptar e incorporar las nuevas tecnologías que les permitan optimizar su forma de vivir. ¿Podrá haber en nuestro país una reapertura de las actividades con la mayor seguridad que es posible garantizar científicamente? La eficacia y la rápida adopción de los nanomateriales en los países más avanzados del mundo permiten afirmar que es posible, y que todo depende de las decisiones que sea capaz de tomar la sociedad.