Hoy, en una única función, a las 20.30, el Ballet de San Petersburgo ofrecerá una versión del Lago de los cisnes en el Teatro Gran Rex, con entradas desde $ 300. Es una ocasión para conocer a una compañía que, si bien se apoya en la tradición de la danza clásica rusa, es joven en su conformación. Según explica Manushkin Alessandri, su director artístico, “fue fundada en 1990 por Alexander Bruskin, un ex solista del Teatro Mariinski (antes conocido como Kírov), con la intención de crear una compañía de bailarines que guarde las tradiciones clásicas del ballet ruso. Nuestro objetivo siempre es el de conservar la tradición del clásico ballet ruso, por ende la técnica y la disciplina son las mismas que se usaron siempre en Rusia. El ballet ruso, con toda su gracia y figuración, es un reflejo del alma rusa y el sueño eterno de la perfección”.
Actualmente, la agrupación tiene dos cabezas. La otra es Ludmila Bráguina, directora general de ballet desde 1991, encargada de la organización y el montaje de, hasta el momento “5 mil funciones del repertorio clásico ruso en el Teatro Hermitage de San Petersburgo y más de treinta giras internacionales alrededor del mundo”. El perfil de la compañía ha sido propicio para ofrecerlo a agencias de viajes y a corporaciones empresariales que complementan su visita por Rusia con un espectáculo de ballet. De hecho, en el logo y la información vía web el nombre es “Russian Ballet”. Así pues, busca recoger el prestigio y los resultados estéticos de un riguroso entrenamiento que tiene más de tres siglos. Así lo explica y brinda más detalles Manushkin.
—¿Qué relación tiene su compañía, con la Academia Vaganova de Ballet?
—La Academia de Vaganova es una de las escuelas más antiguas de ballet en el mundo; funciona desde hace aproximadamente 300 años. Actualmente lleva el nombre de Mariinski, pero también se la conoció como la escuela de Kírov. Cuenta con 300 alumos de todo el mundo y 75 docentes. El proceso para entrar es muy difícil, porque cada año se presentan más de 3 mil candidatos de los cuales sólo sesenta son aceptados. Todos nuestros bailarines son graduados de la escuela de Mariisnki. Nureyev estudió en la Academia de Vaganova entre 1955 y 1958, y Baryshnikov, entre 1963 y 1966. Ambos fueron discípulos del gran Aleksandr Pushkin, al igual que nuestro fundador Alexander Bruskin. Y los tres fueron solistas en el Ballet de Kírov.
—¿Cómo se financia el Russian Ballet de San Petersburgo?
—Nuestra compañía es autogestionada, con ayuda del Estado. Para poder realizar las giras internacionales, contamos con patrocinadores de todas partes del mundo que funcionan como mecenas y ayudan a cubrir los gastos. En el caso de Argentina, tenemos la ayuda de Ernesto Texo y su compañía TexoArt Promociones Culturales. [Se trata del mismo productor que ha gestionado, entre otros proyectos, la presentación de Gérard Depardieu en el Teatro Colón y un museo con objetos de Diego Maradona.
Un fenómeno nacional
¿Por qué Rusia está asociada, icónicamente, al mundo del ballet? Manushkin Ale-ssandri esboza una teoría: “Tiene que ver con cuestiones de historia, de orgullo nacional y de adoración a los héroes. En Rusia, cada región tiene su propio baile folclórico, y durante la época medieval, los siervos del baile fueron el entretenimiento de los nobles rusos. Cuando el país se interesó por las formas de arte de Europa Occidental entre los siglos XVII y XVIII, el ballet reemplazó a las danzas folclóricas. Hay algo singularmente ruso en la forma en que el país fue conquistando el mundo del ballet: los poderosos líderes de Rusia decidieron hacer del ballet una forma de arte rusa, a través de la planificación y el uso astuto de los recursos. El estilo único de ballet de Rusia contribuye a su perdurable popularidad. Muchos críticos señalan –y algunos se quejan amargamente– que las compañías de baile rusas hacen hincapié en las dotes físicas de los bailarines, a veces, a expensas de la sutileza y la expresión artística”.