ESPECTACULOS
cine

Cómo lidiar con una estrella adolescente

Honestidad. El director reconoce que encaró el proyecto de hacer una película con Tini Stoessel como un simple encargo, hasta que conoció en profundidad a la actriz.
| Cedoc Perfil / Gza.Carlos Furman

En mayo de 2015 me tomó por sorpresa cuando me ofrecieron dirigir la película. Por entonces el “fenómeno Violetta” no me era ajeno, por ser padre de niñas mujeres, por mi pertenencia al ámbito audiovisual, y por la multiplicación de tapas de revistas en aeropuertos y kioscos que me habían hecho entender que lo de Tini Stoessel y sus compañeros de la serie de TV era un éxito internacional.
Pero recién viví el “fenómeno” unas semanas más tarde, cuando en un hueco entre festivales europeos que por entonces  recorría con mi anterior película, aterricé en Polonia, donde convergíamos por primera vez el equipo que modelaba Tini, el gran cambio de Violetta con el Tour de Conciertos Despedida. Era la oportunidad para conocernos, debatir la primera versión del guión y adentrarnos en decisiones creativas. Me trasladaron directamente del aeropuerto al gran estadio nacional de Varsovia, cuyo acceso de “Crew” resultó ser como  la puerta de Alicia, y en segundos me hallé  inmerso entre 35 mil fans polacas que deliraban a la par de Violetta, entonando sus canciones en un muy bien pronunciado español (un fenómeno que ningún método de aprendizaje de idiomas podría emular).
A partir de aquella noche quedé sumergido en un proceso intenso de doce fascinantes meses y es recién por estos días, tras vivir  la gira de premieres de Europa y Buenos Aires, que me permito respirar satisfecho y concluir que debo sentirme afortunado por esta experiencia de dirección cinematográfica, potente e inolvidable.
Aquel día de concierto conocí personalmente a Tini e intuí lo que meses después, a lo largo de un muy exigente rodaje, pude ratificar: es una artista genuina, un ser luminoso, que combina en dosis justas el talento, el profesionalismo y la frescura. Arriba de esos megaescenarios se movía como pez en el agua. Frente a las cámaras de TV también. Sin embargo, lo que nos reunía, su debut cinematográfico, el desafío de la pantalla grande en una película Disney, le provocaba temores. Era lógico y entendible. Porque justamente lo que a todos nos hacía al proyecto de la película tan tentador era el explícito desafío de hacer un largometraje de ficción original con la dedicación y la contundencia que semejante éxito de TV, música y conciertos merecían (pero que justo para aquel momento ya comenzaban a ser parte del pasado).
El guión del español Ramón Salazar nos proponía una trama original, con nuevos personajes, y nos situaba en una residencia de artistas en  “algún lugar de Italia”. Un detalle no menor nos direccionaba la brújula: el calendario de un intenso rodaje de ocho semanas nos ubicaba con fórceps para filmar entre octubre y navidad de 2015, y nuestro film destilaba atmósfera veraniega: conciertos de playa y secuencias acuáticas a lo largo de la trama. Dicen que “todos los caminos conducen a Roma”… pero los nuestros conducían a Sicilia. Por su colorida vegetación inalterable al otoño, sus mares azules, sus cielos limpios y días soleados, aun cuando ya el resto de Europa es pura llovizna o neblina. Y fue así como me encontré entre julio y septiembre volando entre reuniones creativas en los hoteles y estadios por donde pasaba el Violetta Tour, las tres bases de preproducción repartidas entre Madrid, Londres y los míticos estudios Cinecitta de Roma, y la  gran isla del sur para buscar esas maravillosas localizaciones, que ahora todos pueden disfrutar en la gran pantalla.
Llegó octubre de 2015, y se nos vino encima el inicio del desafiante rodaje. Y ahora también se viene encima el límite de espacio de esta columna. Sé que es simpático y muchos esperan que quien ha estado en el epicentro de los hechos cuente “anécdotas” de aquella filmación. Las hay, y muy buenas. Surfeando en la web los making off podrán acceder a algunas de ellas. Pero entre lo gracioso y lo afectivo, prefiero ocupar este espacio para confesar que Martina Stoessel superó ampliamente mis expectativas. Que aquella tarde en Varsovia pensé que dirigir su debut cinematográfico podría sería un proceso cuesta arriba, y ella lo transformó en una cuesta bajo. Revelar que no solamente enamoró a León y Caio dentro de la pantalla, sino a una compañía itinerante de artistas y profesionales del cine que se encolumnaron tras ella con el alma, porque desde la primera toma comprendieron que estaban aportando al merecido proceso de trascendencia en el cine de una notable artista y ser humano.

*Director de Tini, el gran cambio de Violetta.