Para el cine argentino, 2016 comenzó y cerró de una forma curiosa y notable: con reconocimientos internacionales.
A principios de año El abrazo de la serpiente, coproducida entre Colombia, Venezuela y Argentina, fue nominada al Oscar. En diciembre Neruda, la película que aúna equipos de Chile, España, Francia y Argentina, era seleccionada para los Globos de Oro. La foto da motivos para festejar y a la vez muestra la complejidad de hacer cine tanto en Latinoamérica como en nuestro país. Cierta escala de proyecto, o su potencial de riesgo, plantea la necesidad de sumar voluntades para pilotear las limitaciones de cada país.
El resto del año no fue menos en los festivales y premiaciones internacionales. Por ejemplo, El clan y Truman triunfaron en los Goya, Oscar Martínez ganó la Copa Volpi en Venecia por El ciudadano ilustre y fue reconocido en el Festival de Málaga como mejor rol secundario por Koblic, y Ricardo Darín fue el mejor actor en el Festival de San Sebastián, donde también triunfó El invierno, que luego logró lo mismo en Macao. El abrazo de la serpiente, Dolores Fonzi por La patota y Guillermo Francella por El clan brillaron en los Platino, La patota arrasó en Beijing, y el resultado de los premios Fénix señaló nuevamente a Francella y dio una cosecha enorme para Neruda, incluyendo mejor largometraje. La señal clara es que el mundo admira y consume las películas argentinas. Y todas éstas eran coproducciones con otros países, mayoritariamente con España.
La enumeración podría incluir más films reconocidos en certámenes internacionales, y con pocas excepciones nos volvería a pasar lo mismo. Alguien podría decir que esto pasa con los títulos de vocación artística y que los más comerciales sólo requieren financiación local, pero tampoco es cierto. El cuadro se completa analizando nuestra taquilla: de las diez películas argentinas más vistas del año la mitad son coproducciones con España. ¿Esta situación es un problema en sí mismo? No necesariamente, pero en el terreno de la matemática pura sabemos que las chances de un film local de superar la barrera del millón de espectadores y garantizar el retorno de la inversión privada en largometrajes ambiciosos es baja. En la ultima década, sólo nueve títulos lo lograron.
¿Cómo fueron las cifras para el cine en 2016? Con un escenario recesivo, se vendieron 48 millones de entradas, algo menos que el récord de 2015 (52 millones). Ese vaivén no afectó negativamente la participación de la producción nacional, que se mantuvo en una cuota cercana al 14%. En comparación, el cine mexicano en su propio país vendió el 8,6% de las entradas, aunque ellos van al cine más del doble de veces por año que los argentinos. La diferencia del precio promedio de una entrada también es grande: en Argentina es de 5 dólares, y en México, 2,2.
¿Qué explica que, con costos más elevados y menos visitas a las salas, el cine argentino siga siendo elegido por el público? Seguramente las películas y su inmensa diversidad. Un volumen de títulos que abarca saludablemente desde La larga noche de Francisco Sanctis y La luz incidente, hasta Gilda y Me casé con un boludo. Este enorme arco de ofertas para el público está sostenido por el talento de los cineastas, las políticas públicas y el sector privado, que cada vez participa más de la producción local.
En el horizonte están agazapados los cambios en formas de consumo, la sobredependencia de los fondos públicos y la falta de incentivos fiscales a la producción (sí los tienen Chile, México, Colombia y Uruguay), que nos colocan en un lugar menos competitivo –aunque las políticas de fomento de Argentina sean, en términos generales, muy superiores–. Todos estos factores de riesgo tienen efecto en el desarrollo de proyectos, y en algunos casos le dan al sector una zona de confort con aristas negativas donde los jugadores no se plantean caminos alternativos. No se nos puede escapar que Argentina tiene casi la misma cantidad de pantallas de cine per cápita que Chile, aun cuando nuestra población es dos veces y media la del país trasandino.
Al mismo tiempo, los cambios en el plan de fomento del Incaa pueden compensar que todos trabajamos con una ley que tiene dos décadas, superinnovadora en su momento pero que responde a un mundo donde la gente mandaba fax e internet era una fantasía de unos pocos. El futuro está ahí adelante y creativamente estamos para pelearlo.
*Periodista, productor cinematográfico y presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de la Argentina.