ESPECTACULOS
Paula Maffia

"Criminalizar la expresión es grave"

A punto de presentarse en Café Vinilo, la música cada vez pisa más fuerte. En el 2019 editó Polvo. Es una voz clave del panorama actual.

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Claridad. La compositora establece los límites de su obra y deja en claro su idea de activismo. | sergio piemonte

Paula Maffía termina un gran 2019. Editó Polvo, un disco que consolida las buenas perspectivas de su predecesor, Ojos que ladran (2015), fue una impulsora visible de la Ley de Cupo Femenino que establece un mínimo de artistas mujeres en la programación de los festivales y cerró la temporada con un show energético e inspirado en el GRL PWR, un festival realizado en el Konex que de algún modo sintetizó el espíritu de cambio que domina la producción cultural de esta época. Y comienza 2020 con un show el 17 de enero en Café Vinilo.

Maffía prefiere tener una mirada más abarcadora, que no ponga lo personal en primer plano y se enfoque en un contexto difícil: “No fue un período fructífero para un grupo muy grande de gente –señala–. Fue muy prohibitivo para muchos, hubo demasiadas medidas filisteas con la cultura, la educación y la salud. Que no me haya pasado directamente a mí no hace que todo eso sea menos doloroso. Estos últimos cuatro años fueron bravos. Yo me siento parte de un colectivo de gente que trabaja alrededor de la cultura: artistas, técnicos, productores, programadores, responsables de espacios culturales, periodistas... Y nosotros venimos sufriendo esto hace mucho más tiempo, porque el macrismo gobierna la Ciudad hace doce años y cerró sistemáticamente espacios culturales por razones insólitas. Criminalizar la expresión es gravísimo. Es un alivio que el país tenga un respiro de todo eso”.

—¿Sentís que esa realidad se filtra en tus canciones?

—No, porque no soy una escritora de la realidad. Me quedo tranquila sabiendo que hay un montón de bandas que están hablando del aquí y el ahora con una claridad importante, como Bife, Sudor Marika o Las Kumbia Queers. Mi relato no pasa por ese lado, pero mi discurso público y mi accionar en temas como la campaña por el aborto, por citar uno al azar, son claros. Le he puesto el cuerpo a un montón de causas. En las canciones busco hablar de temas más universales, quizás. Es lo que hizo gente que yo admiro mucho, como María Elena Walsh. Prefiero atacar asuntos más grandes para señalar la desigualdad social de otra manera, sin apuntar a los temas de coyuntura de manera directa.

—Si tuvieras que hablar de referentes importantes para vos, ¿a quién mencionarías en primer lugar?  

—Cuando pienso en una generación de mujeres músicas que me haya precedido, aparecen muy pronto Rosario Bléfari, Juana Molina y Patricia Pietrafiesa. Intento seguir los pasos de esas referentes. Ninguna de las tres tuvo ni tiene una carrera fácil, no se sientan a disfrutar de sus ganancias en Sadaic o de las regalías de una cortina musical en un programa de televisión de mucho rating. Tienen que seguir trabajando día a día, como lo hago yo. Sus victorias pasan por otros lados.

—Estuviste en bandas y después editaste dos discos solistas. ¿Por qué decidiste ese cambio?

—En los grupos en los que estuve –Acephala, La Cosa Mostra, Las Taradas– siempre lo más rico que tuve para ofrecer fueron mis composiciones. Componer para una identidad colectiva me dejaba afuera facetas más personales e introspectivas que me interesa desarrollar.

 

Puertas adentro

“Las feministas también cuestionamos al feminismo –asegura Paula Maffía–. Tenemos muchos cuestionamientos hacia adentro y una postura más frentista hacia afuera, como creo que es lógico. Puertas adentro, el feminismo está permanentemente despellejándose y tratando de suturar heridas muy grandes, hay puntos de vistas muy distintos sobre cuestiones como la prostitución o la inclusión de otras etnias e identidades. El feminismo de acá es súper clasemediero y blanco. Y justamente con estas herramientas que nos da la autoobservación permanente estamos recalculando en un montón de temas”.

Para Maffía, muchas de las críticas de los hombres al feminismo provienen de una decepción fundante: “No somos las contrincantes que ellos quieren, no somos las víctimas ideales –afirma–. Una piba sale con dos tipos, aparece drogada, abusada y empalada, y lo que se destaca es que ella eligió estar con ellos o lo que tenía puesto, o por qué estaba ahí, o que nadie la obligó... Y se ignora que luchó para que eso no ocurra y que venimos generando una red de asistencia, contención y prevención para que ninguna piba termine asesinada y encima después se catalogue ese asesinato como muerte y no como femicidio. Hay mucha hipocresía en quienes que nos señalan como moralistas, cínicas o locas, son motes que más bien representan su objetor dedito juicioso”, completa esta artista que se empezó a acercar a la música cuando tenía 14 o 15 años a través del blues y del funk.