ESPECTACULOS
Paola Barrientos y Gonzalo Suarez

De una publicidad a una vida actoral diferente

La pareja de actores que fue famosa por la campaña de un banco vuelve a mostrar química en la obra Paraanormales. En la pieza se critica la violencia argentina. Cuentan anécdotas inéditas de aquel famoso trabajo.

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Historias. Los intérpretes, parte del elenco de la obra Paraanormales, se reencuentran en este trabajo de Daniel Veronese. | marcelo aballay

Para muchas personas, ellos son Marcos y Claudia, la humorística pareja del ciclo de publicidades del Banco Galicia, que produjo la agencia Young & Rubicam entre 2009 y 2018. Pero Paola Barrientos y Gonzalo Suárez tienen una importante carrera en escenarios y pantallas más allá de este fenómeno publicitario, que ahora se extiende con Melisa Hermisa, quien reemplaza a Barrientos, en tanto que Suárez continúa.

Ahora, coinciden, de miércoles a domingo, en Multiteatro Comafi (Corrientes 1283), haciendo Paraanormales, de Matías Del Federico y Daniel Veronese, este último también en el rol de director. El elenco se completa con Marina Bellati, Laura Cymer, María Figueras y Carlos Portaluppi. Pero aquí ya no conforman un matrimonio. “Yo soy Lucas –dice Suárez, asumiendo su personaje–. Mi mujer se llama Manuela. Nuestro hijo, Bernardo, está en 4° B. Vinimos a la casa de Olga para comentarle a la mamá de Franquito, un nene que tiene una enfermedad, que todos los papás decidimos que se tiene que ir del colegio”. Por su lado, Barrientos describe, con cierto sarcasmo, su papel en la obra: “Soy Olga, la directora del colegio. Brindo mi casa para que se haga una hermosa reunión con los papás convocados, que ya tomaron la decisión y enviaron un videíto con los festejos de la reunión desde que decidieron que el niño se iba a ir. Si Olga tuviera una percepción de la situación, actuaría de un modo más honorable, pero maneja un alto grado de hipocresía e ignorancia”.

—Los padres están pidiendo echar a un niño que, luego se sabe, tiene síndrome de Asperger. ¿Es retrato de lo monstruoso de todos los seres humanos o es específico de estos seres?

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BARRIENTOS: Si bien hay márgenes para la crueldad, las miserias y los prejuicios, todos los portamos. Son transmitidos, son culturales… Si uno los asume, es más fácil ir ablandándolos, para desarrollar esa capacidad de ponerse un poco en el lugar del otro e imaginar qué es lo que el otro puede necesitar. Esa posibilidad también la tenemos todos, pero la ejercemos poco. Esta obra parte de un hecho real: un chat de padres de un colegio decidió echar a un niño que tenía Asperger, por las situaciones que se daban en el aula con él. Nos sorprendemos cuando suceden expresiones exacerbadas de violencia, como el crimen en Villa Gesell, pero somos capaces de pequeñas manifestaciones: cuanto más atentos estemos, más posibilidades hay de que no se nos desaten los monstruos.

SUAREZ: Antes estaban todas estas problemáticas, pero tapadas, o se llamaba a los padres porque el nene no podía quedarse sentado. Ahora se puede hablar de estos temas, y vemos la falta de tolerancia para entender que el otro es distinto.

—¿Argentina es un país especialmente monstruoso?

B: No creo que [esto de lo monstruoso] tenga que ver [con la Argentina]. En Estados Unidos, entra uno y caga a tiros a veinte, en escuelas, universidades, hospitales. Cada sociedad tiene sus valores. Dentro de Latinoamérica, tenemos un grado de violencia y homicidio más bajo que otros países, pero está bueno que no nos deje conformes.

—¿Qué expectativas les genera estar haciendo teatro en Argentina 2020?

B: Venimos de años difíciles de teatro, porque es un bien de lujo para pocos. La cantidad de gente que puede ir al teatro se reduce; [aunque] la cantidad de espectáculos por suerte es un montón. Eso sí: sería bueno que la cartelera tuviera la posibilidad de ampliar el círculo de veedores de teatro. Hay un montón de propuestas. Esta es de humor incómodo en la calle Corrientes. Me entusiasma romper el espacio amable, festivo y de esquivarle al bulto que se suele buscar en el teatro comercial.

S: El productor teatral tiene un gen que no puede controlar mucho tiempo. Un año puede decir que no está bueno, pero al año siguiente se le suelta la cadena y no puede parar de producir.

—Trabajaron juntos nueve años en la publicidad del banco. ¿Cómo fue esa esa experiencia?

B: Hicimos el casting juntos de casualidad. Yo llegué y necesitaba un varón para hacerlo. El llegó dos horas tarde. Era un garrón, porque mi hijito, al que yo tenía que amamantar, estaba con mi viejo esperándome en la esquina.

S: Ibamos a ser varios hombres y mujeres en el casting. Yo probé con otras chicas.

B: ¡Ah!, ¿sí? ¡Yo no!

S: Pero cuando me preguntaron, yo dije: “Me sentí más cómodo con ella, con la chica que estaba amamantando”. La química es transparente; es algo que no sé por qué sucede. Yo le tiro un chiste y ella me devuelve y yo entiendo por dónde quiere ir, e improvisamos. Ahora no nos veíamos hace dos años; en esta obra volvimos a sentir que hay una conexión.

B: [La química] no se puede forzar. Además, hubo un muy buen equipo creativo que iba buscándole la vuelta cada año. Nos juntábamos con los guionistas; había propuestas que venían y se las devolvíamos. Empezó a generarse un grupo de trabajo.

—¿Qué les dice la gente en la calle?

B: “Mamita”, “potra” (aunque no se usa más ahora). También me dicen “la chica de la propaganda”, lo cual amo. “Chica” era hace 12 años: no tenía ni una cana. Ahora tengo el pelo canoso, pero quedó cristalizado lo de “la chica de la propaganda”.

S: A mí me gritan “Marcos” y me preguntan qué pasó con Claudia. Me dicen “el muchacho del banco” y me siento halagado, aunque [ahora] estoy todo arrugado.

—¿Enfrentaron prejuicios propios y/o ajenos al quedar asociados con la publicidad?

B: Cuando arrancamos, era una publi y nada más. Al año siguiente: volver a hacer; ah, buenísimo. Después: ¿y esto adónde me lleva? Ese temor lo tuve. En tele es complicado por un tema de imagen, pero igual tuve posibilidades: yo hice Graduados, Viudas.

S: Fue disfrutable de hacer y además sentí que me podía expresar. No es que estaba [mostrándome] en slip. Es un acting, un personaje, una composición. Ponés en la balanza y decís: “Me gusta, la paso bien; después trataré de romperme el lomo demostrando que puedo hacer otras cosas”. Si tengo que quedar pegado al personaje de Marcos, bienvenido sea.

 

Los secretos de Claudia y Marcos

—En las nueve temporadas en que fueron Marcos y Claudia, filmaron diferentes situaciones. ¿Pueden recordar alguna?

B: Hubo una campaña en que nos separamos, en otra, nació nuestro hijo; en otra, hicimos parodias de diferentes películas y fuimos a Los Angeles. Para Propuesta indecente, usé un facsímil del vestido de Demi Moore.

S: Allá hay un lugar donde podés ver y alquilar los vestidos de las películas. Había llegado descompuesto por lo que había comido. Pero no podía frenar, porque teníamos dos días para filmar siete comerciales. Vomité veinte veces y casi vomito el traje original de Richard Gere, que usé para hacer Mujer bonita.

—¿Qué opinan del cliché con el que se construyó esta pareja: ella gasta plata en superficialidades y él sufre por esos gastos, en un vínculo ríspido?

B:  Hay algo que nunca quedó explicito. Para mí, la que laburaba y hacía la guita era ella.

S: Sí, yo nunca lo vi hacer nada a él. Yo pedía: “Pónganme a laburar”.

B: La que iba y venía con la cartera, salía y volvía a la casa era ella. Pero lo que me resulta más ruidoso es el consumo como el único espacio de felicidad posible. El rol de la mujer no se puede repensar sin el del hombre, de las parejas; no se puede pensar por separado.

S: Sí, aparecía la diferencia entre aquello en lo que le gusta gastar la plata al hombre –televisores, por ejemplo– y en lo que le gusta gastar a la mujer –cremas, maquillaje–.

B: ¡Ahora que lo pienso, nunca fuimos a una librería!.