La pandemia trajo formas nuevas que llegaron para quedarse. Así parece confirmarlo la nueva ficción sonora que subió el 22 de octubre y que se podrá seguir escuchando hasta el 15 de enero del 2022. Su protagonista es Malena Solda y su título es Yo no soy la hija de Nina Simone. Ya se presentó en el Festival Mercosur en Córdoba y podrá ser escuchado desde la plataforma prisma.net, pero también por Spotify, Apple Podcasts y Youtube, entre otras. Cuenta con el apoyo de la Fondation Jan Michalski, de Suiza y la dirección de Juan Parodi.
—¿Cómo surgió la idea?
—Junto a Valeria Kovadloff en el 2019 nos reunimos y quisimos focalizarnos en la problemática de género. Le pedimos a la Pro Helvetia, la agencia de cultura suiza que nos ayudara y nos acercaron material de distintas dramaturgas. Nosotras hicimos una curaduría y elegimos a Julie Gilbert. También seleccionamos La mano es un cazador solitario de Katja Brunner, que lo armamos con el Teatro del Puente de Chile, ya se presentó en Santiago off con intérpretes chilenas.
—¿Conocías la música de Nina Simone?
—Tengo una relación muy cercana al jazz. Desde mis once años vi la película Hello, Dolly y allí aparece Louis Armstrong. A partir de ese momento empecé a buscar sus discos, luego llegaron Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Frank Sinatra, Tony Bennett y así hasta Nina Simone. Ella cantaba lo que quería y tocaba en el piano temas clásicos, más allá de lo que esperaba su público.
—La dirección es de Juan Parodi: ¿cómo fue?
—Lo convocamos a él porque tiene una sensibilidad especial con la música. Hizo muchas puestas en escena donde las protagonistas fueron actrices. Recuerdo su espectáculo Rosa brillando sobre la poeta uruguaya Marosa di Giorgio. Hace mucho que quería trabajar con él. Le dimos el texto y coincidió con el formato sonoro. Empezamos a ensayar vía zoom. Quisimos alejarnos del teatro leído, buscamos que los oyentes se sientan en la misma habitación que la protagonista, casi partícipes de la discusión. Nos focalizamos en que fuese envolvente, por eso también fue importante la dirección sonora de Mariano Agustín Fernández.
—Hay mucha coherencia en tu militancia por los derechos humanos…
—Creo que tiene que ver con el camino que una va haciendo. Participé en Teatro por la Identidad desde su formación, porque nací en 1977; por lo cual soy parte de una generación donde hay muchos con identidad cambiada. Descubrí que desde mi oficio podía ayudar y cumplir un rol social, eso lo ejercí desde ese ciclo. Además de divertirme y entretener podía ayudar a una comunidad. También me pasó cuando integré el elenco del espectáculo Una bestia en la luna donde se mostraba una parte de la historia del pueblo armenio. Después hice la película de Lucía Cedrón: Cordero de Dios, donde ella nos dio mucho material para leer.
—¿Y el feminismo?
—Siempre sentí mucha cercanía con las autoras, inmediatamente hago conexión y también me sucede con las cantantes. En la marcha del 8 de marzo me encontré rodeada de familia, colegas, que por primera vez estábamos en la calle contándonos lo que a cada una nos había pasado. Siempre me puse en el lugar del otro, como actriz hice empatía con mis personajes. Sentí que hay una necesidad de construir conjuntamente, generar nuevos acuerdos. Lo viejo no va más. No hay que destruir, sino evaluar lo que se puede negociar y lo que no. Debe haber diversos cuerpos en escena, ya que el público nunca es igual. Nosotras debemos proponer una mirada más amplia.