–¿De qué trata Cuestión de Peso?
—Mi programa tiene dos formas de mirarlo. Por un lado es un show, una diversión, un negocio... Y por otro lado es un programa de servicios, serio, con médicos y profesionales que avalan. Cuestión de peso: participantes que se juntan y deben bajar por semana el uno por ciento de su peso. Y tienen pesos altos. Un participante que pesa 230 kilos tiene que bajar dos kilos trescientos por mes. Que, en ese volumen, parece nada. Es como para vos bajar quinientos gramos.
—Si yo bajara quinientos gramos pesaría cincuenta kilos. ¿La idea de bajar el uno por ciento tiene que ver con criterios dietológicos, con el sistema métrico decimal...?
—Tiene que ver con un acuerdo entre la producción y los médicos, que evalúan cuando debe bajar un participante sin sufrir, pero demostrando que se pone las pilas y que hace un trabajo serio y conciente. Lo importante es volver a los hábitos sanos de alimentación.
—¿Por qué llaman “juego”al programa? Sí se celebran los triunfos y se lamentan las derrotas con la balanza...
—Tiene que ver con el show. Celebrás si bajás, y te vas del programa si no lo conseguís. Pero irte del programa no es el fin del tratamiento. Seguís en la clínica pero no en la TV. El viernes es día de “eliminación” Si no bajaste el uno por ciento...Te vas.
—O sea que el castigo sería no cumplir las pautas del programa.
—Según los médicos, si seguís las pautas rebajás.
—Entonces los casos difíciles son los que se van. Quedan los fáciles.
—Quedan participando, siguen haciendo notas...Quedan, porque lo más importante es mostrar que la obesidad es una adicción, una enfermedad. Si, con médicos, un programa, viandas, vos comés lo que no debés...La eliminación entonces funciona como una marcación.
— Quiero hacerte unas preguntas respecto del formato del programa porque nunca lo había visto. Como estoy en un peso ideal...
—¡Mirá al barbudo!
— ... ¿Cómo se arma el esquema reality con gente que está internada como si fuera un Gran Hermano de gordos...?
—No están internados en un lugar aparte. Ellos van a la casa. Tienen una clínica de día. Hay un grupo terapéutico, de gente de mucho peso, que con la manera de comer de sus familias no van a adelgazar. Entonces, se los saca del entorno, como cualquier adicto. Les revisan los bolsos, les dan reglas, no pueden ingresar cualquier clase de alimentos...
— Hay un personaje muy interesante, “la brujita” Verón, un malo de película, que les revisa todo.
—Sí, Sergio Verón. El es el “comando light”, te abre la heladera, te revisa todo. Te dice: “Esto no lo podés comer” y se lo come él. Es el profe de gimnasia, los entrena. Lo que más cuesta es moverlos.
—¿Cómo entraste en este programa?
—Yo venía de hacer un programa de parejas, Trece Corazones, y me llamaron. Me dijeron: “Tenemos un trabajo de actriz para vos”. Y yo dije: “Qué lindo”, y cuando estoy reunida aparece el productor de Cuestión de peso y me “roba” de la entrevista. Me dice: “Ya tenemos que grabar, tenemos que hacer un piloto”. Y finalmente el programa resultó una mezcla de periodístico, programa de servicios, reality... Y sirvió también como plataforma para pelear por la Ley de Obesidad. Porque el obeso no está cubierto en su tratamiento.Se mueren los gordos en los hospitales. Algunas prepagas cubren algo, pero son las más caras. No hay ley que los ampare.
— O sea que conseguiste un papel de actriz. La que lucha por llevar adelante la Ley.
—No, me comprometí porque fui conociendo a los participantes, conociendo los problemas, hablando con los médicos. Me pareció que no había que dejarlos a la buena de Dios.
—Fuiste, dijiste: “Soy actriz, quiero actuar”, y obtuviste trabajo de conductora.
—Es como hace muchos años, fui a buscar trabajo de actriz y conseguí puesto como secretaria de un diputado.
—Este es el momento de la confesión. ¿Tuviste un romance con...que ahora es...?
—¡No!
— Me llamó la atención que en la apertura del programa hay un contraste. Vos aparecés bailando, luciendo la silueta, y después la cámara abre y estás en medio de la isla de los gordos. ¿Creés que para ellos eso es un estímulo o una provocación?
—Toda provocación es un estímulo. ¡Te maté! Haceme otra pregunta.
—Quedé anonadado. ¿Cómo manejás los momentos dramáticos, de talk show, cuando los participantes cuentan cosas íntimas? ¿Qué límites tiene el programa para lo que cuenta y deja de contar, y cómo te manejás con eso?
—Los límites. Los participantes quieren contar ciertas cosas, y nosotros lo habilitamos en un contexto de respeto y sin que se nos vaya demasiado a algo amarillo.
—Con el invento del minuto a minuto, ¿no tenés a un productor diciéndote “hacelo llorar un poquito más”, o “decile que está más gordo que nunca”?
—Te juro que no. En los momentos muy fuertes, incluso, me dicen por el auricular: “vamos terminando”. Si quieren decir algo, que lo digan. Si sirve para el programa y para su competencia, bárbaro. Todo pasa por varios filtros. Hay historias que no hemos contado. Incluso, emitimos cosas que después nos parecieron innecesarias.
—¿Cómo cuáles?
—No entremos en detalles. Situaciones que no aportan nada al programa, ni al público, ni a los participantes.
—¿Qué relación mantenés con los participantes fuera de cámara?
—Trato de mantener cierta distancia porque sino pierdo cierta objetividad. Pero son divinos, y a veces termina el programa y me quedo charlando, y a veces no.
—¿Ninguno de los participantes masculinos tomó confianza y te dijo: “Vení para acá, gordita”?
—No. Me tienen miedo.
—¿Un secreto?
—Soy una escritora oculta. Desde chiquita me gustó escribir. Escribo diarios desde los once años. Hay un punto de mi exposición y de mi trabajo que no sé si me lo voy a bancar mucho tiempo más. Tengo una necesidad de hacer trabajos más en soledad.
—Una pregunta maleducada. ¿Querés escribir un libro de cuentos para niños como Araceli González o poemas como Julieta Prandi? —Mmhh. Lo que más me interesa no es publicar sino escribir.
—Es raro que no escribas teatro. Como Oscar Martínez.
—Tengo más interés en una novela. Sé lo difícil que es escribir. Hay que escribir muchísimo. Es más lo que se tira que lo que se guarda.
—No te creas. Con el tiempo, cualquier cosa que escribas creés que está bien.
—¡Eso es soberbia! Vanidad. Presunción.
— No. Confianza ciega. ¿Por qué estás pensando en abandonar la exposición como actriz o conductora?
—Soy una actriz que tiene más que ver con una escuela de otra época, como la de mi viejo. Donde se planteaba una especie de respeto por tu carrera y tu vocación. Y eso se cortó, ya no está más de moda. Yo me crié con esa idea de comprometerme. La televisión ahora es un medio bastante psicótico y perverso.
—Haciendo Cuestión de peso, ¿estás en el límite de lo que podrías hacer, profesionalmente hablando?
— Cuestión de peso es una isla, para mí. La conducción es una isla.
—¿Qué harías en teatro si te llamaran?
—Hay ciertos espacios a los que no pude acceder. Hice castings y no entré. Por portación de apellido, tal vez. ¡Pero ya no me muero por conseguir lo que no tengo! Lo que se me dio, lo supe aprovechar. La conducción para mí es un bálsamo, para las cosas que quise hacer y no pude.
—Hablando de eso, ¿tenés fantasías con tus gorditos?
—....
—¿Con quien querrías haber actuado? ¿Con quien te gustaría actuar?
—Con mi padre, pero ya no puedo.