Pocos nombres de la historia del cine van con tanta furia contra John Ford, director clásico de Hollywood adorado en casi todos los rincones de la cinefilia, y casi ninguno pisa el acelerador contra la leyenda con el enojo que lo hace Spike Lee desde su hogar en Brooklyn. Ford, John Wayne, Rambo y así la lista de, literales, blancos de Lee. Spike Lee es desde hace décadas el director más visceral de Hollywood a la hora de la historia negra, de crear con potencia relatos, ficcionales o documentales, que tienen tatuado el conflicto racial que hoy estalla en las calles de Estados Unidos.
A sus 63 años recuerda cómo Haz lo correcto, uno de los primeros films en una carrera con más de 30 años y que tuvo de inmediato éxito en festivales como Cannes, estaba basada en la muerte del grafitero de color Michael Stewart en manos de la policía. De hecho, Lee, reactivo y enojado, creó y posteó online un corto, 3 Brothers, que mezcla la muerte del final de Haz lo correcto, del personaje Radio Raheem con los asesinatos de George Floyd y Eric Garner (muerto en 2014). “Hay un grito que ya no se puede frenar” ha dicho a varios medios.
PERFIL habló en exclusiva con él antes del asesinato de Floyd, pero la casualidad lleva a que su nuevo estreno, 5 sangres, sea una visita a la Vietnam actual por parte de cuatro veteranos negros de la guerra aterrice en Netflix (su productora) en el momento justo. Parece una película diseñada para contraatacar, para destruir nociones (todo lo que hemos visto de Vietnam, los héroes que cuenta la historia de Estados Unidos y así la enorme lista de incongruencias que lista y hace convivir Lee). Lee creó una de sus películas más políticas y ambiciosas (lo que es decir considerando su El infiltrado del KKKlan, que le valió un Oscar, su biopic de Malcom X y films como She’s Gotta Have It –que han devenido series de Netflix–) y lo sabe: “Es una película cargada. Esa fue siempre la idea. Quería hacer una película épica con mucho, muchísimo, dentro de ella. Tiene todo menos al director en tu casa hablándote. Pero ya saben lo que grita mi voz hace rato.”
"Nuestras grietas son grandes. ¿A quién le sirve eso? Ahí está el poder"
—Esta historia visceral, poderosa, sentida y tan importante en este momento, ¿cómo la definirías desde tu punto de vista y considerando las luchas de tu cine?
—Soy un ferviente creyente en que las cosas suceden cuando tienen que suceder. Nada sucede por casualidad. Nuestro país es un ejemplo, uno que duele. Esta película, por ejemplo, apareció frente a mí como un guión, como un guión distinto, menos político (aunque ya una película con protagonistas negros es política en Estados Unidos) y cuando terminamos de filmar El infiltrado de KKKlan, nos pusimos a filmar, y aquí estamos, en un momento extraño estrenando una nueva “Spike Lee Joint” (N. del R.: esa expresión, “joint”, es la que Spike Lee usa para presentar todas sus películas enlos créditos iniciales de las mismas).
—La película habla de muchas cosas: desde Vietnam a la historia de Estados Unidos, de la Estados Unidos negra no reconocida. Le pegás codazos a Rambo, a los héroes de la acción musculosa de los años 80, y entrás en diálogo con films como “Apocalypse Now” o “El tesoro de Sierra Madre” de John Houston ¿Qué te llevó a que la película sea capaz de abarcar tanto y buscar entrar en diálogo con tantas historias al mismo tiempo?
—Si uno se guía por el cine, el cine de los Estados Unidos ha mentido mucho. Si uno se guía por las películas, el cine norteamericano ha fundado muchos mitos que son mentira, muchas mentiras que quieren ser historia. Estados Unidos quiere esconder cómo trató a sus pueblos originarios. Y eso lo podés ver en novelas, en series, los discursos en TV, en todos los relatos, en los cómics. Seguro, hay voces disidentes, pero la gran mayoría pergeñó, quieran o no, ese relato. Los nativos eran salvajes. Podés ir al cine clásico, podés ir a las películas de John Ford para ahí obtener las pruebas A, B, C y D de lo que te digo, esas que protagonizaba John Wayne. Pero eso no ilógico: Estados Unidos quiere siempre negar que su nacimiento se llevó a cabo con la destrucción de gran parte de su naturaleza –y su consecuente robo– y el asesinato de sus nativos, y eso combinado con la esclavitud. Esas son sus verdades, la fundación de los Estados Unidos, en su esencia, es inmoral. George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, tenía más de cien esclavos. Eso es inmoral. ¿Por qué no estaría esta inmoralidad, consciente o no, en sus relatos más grandes que la vida si su identidad es una mentira más grande que la historia? La fibra, el ADN, es inmoral y todavía sentimos esa inmoralidad hoy.
—¿Por eso Estados Unidos parece obsesionada con la idea del héroe, del Superman, de John Wayne?
—¿Qué te pensás que era John Wayne? ¿Qué representaba? ¡El cowboy! El héroe que venía en el caballo a matar al salvaje. Y sí, claro, él quedaba afuera de la civilización. Pero la validaba. Eso es el heroísmo en Estados Unidos. Incluso cuando estaba melancólico, casi nunca criticó la historia de su país.
—En tu cine la gente vive de determinada forma a causa de determinada clase social a la que pertenece, y por cómo la historia pesa en ellos, lo sepan o no ¿Por qué?
—Es la verdad de mi cine. Es nuestra verdad. La de cualquiera de nosotros. Nuestra historia nos pesa aunque no tengamos idea de ella. Podemos hablar de estudios sobre el síndrome pos-esclavitud, podemos hablar de la esclavitud. Pero que ignores la historia no la apaga. Eso es, creo con todo mi cuerpo y mi cine, irrefutable. Eso es real. De ahí viene mi energía. Nosotros somos lo que son nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros abuelos, nuestros familiares, donde naciste, el momento donde naciste: todo eso se manifiesta en vos y en mí. En mí se manifiestan en forma de cine. Desde joven entendí la cultura global, y lo que yo podía mostrar filmando y siendo un chico negro de Brooklyn. Me podía sentir cerca de Fellini, de Kurosawa. Claro no en talento, pero sí en el hecho de entender que estaba llevando algo al mundo que no se veía y que no existía fuera de los Estados Unidos. Siempre reconocí y sentí ese poder.
Me da cierta humildad ver todo lo que pude hacer, algo que a veces no se nota tanto. Pienso mucho sobre la gente, sobre quienes no están con nosotros por este virus, por la violencia. El virus, por ejemplo, no se preocupa por quién sos y no podemos volver a lo que éramos antes. Sabemos bien porqué. Pero nuestras distancias, nuestras grietas son muy grandes, y es hora de preguntarnos porqué y para quién. Si una enfermera y un científico arriesgan su vida por la mía ¿por qué el poder está en otro lado? Necesitamos urgentemente una mejor sociedad.
Marvel y la diversidad
—Cuando Marvel estrenó Pantera negra se la celebró más porque lo representaba étnicamente que como film ¿Cuál es tu forma de ver esos fenómenos y su influencia?
—Pienso que día a día, paso a paso, la lucha continúa. Las cosas no van pasar de un día para el otro. El poder no quiere irse. No quiere soltarte. Van a pelear, van a asesinar otra vez, no lo van a soltar. Y Pantera negra, o otros relatos sirven. Pero las historias sirven, todas. Las historias te hacen pensar. Puede que sean superficiales, o no, o ni, pero en vos está encontrar lo que te define en una historia: si la odiás o si te habla, si no ves tu rostro ahí, si eso te importa o no, si ves tu historia, si preferís un superhéroe, si preferís algo aunque entiendas sus límites, si no lo comprás y te encandila igual. Yo amo contar, amo todo lo que representa. Amo todo lo que aparece ahí y lo que aparece en otros.
—La música siempre ha sido crucial en tus películas, ¿cómo definirías ese vínculo que tanto se nota?
—Es muy cierto. A veces la gente no entiende esa importancia. Le pongo tanta energía como a los actores, al diseño de producción, al guión. Es tan importante como todas esas herramientas que te permiten contar una historia. Paso horas y horas, y días, años, pensando en la música. La música de una película vive mucho en mí. Aquí Marvin Gaye fue crucial: él entendía el drama de los soldados negros que volvían. Su hermano fue tres veces a Vietnam. Por eso, porque entendía su época, porque buscaba la unión de hermanos, porque era lo que se escuchaba en aquella época.