Qué se puede esperar exactamente de una banda cuya principal ambición es ocupar el espacio que monopoliza desde hace un buen tiempo U2? Hace apenas un año y medio, Chris Martin, el cantante y cara visible y bonita de Coldplay, le confesaba a la revista inglesa Q que “ derrocar a U2” era lo que le quitaba el sueño.
A menudo comparada con los dinosaurios irlandeses y con Radiohead, Coldplay es en realidad una banda evidentemente seducida por la épica de segunda mano de Bono, siempre oscilante entre el mesianismo y la corrección política más ramplona, y alejada completamente de los riesgos asumidos por un artista acabado como Thom Yorke.
Fue el propio Martin el que le envió una carta a Tony Blair para felicitarlo por su “ lucha contra la pobreza” e invitándolo a tomar clases de guitarra con él. Se supone que Martin es un rockero progre, pero tiene este tipo de deferencias con uno de los personajes centrales del desaguisado en Irak...
Es que las contradicciones forman parte esencial de su carácter: se casa con una estrella de Hollywood y se queja de la persecución de los paparazzi; cierra un arreglo para tocar en un teatro a precios astronómicos y le dice al público que eso está fuera de su control...
Así como Yorke impulsó su proyecto grupal hacia los saltos al vacío de Kid A y Amnesiac , luego de la bisagra que significó OK Computer , álbum clave pare entender el rock británico de los 90, Martin y sus compañeros de ruta pasaron de las modestas seis semanas de grabación de Parachutes (2000), su álbum debut, a los seis meses que demandó el exitoso sucesor A Rush A Blood To The Head, premiado con siete Discos de Platino y plataforma de lanzamiento definitivo hacia un status industrial que consolidó X&Y , el último disco hasta la fecha, que insumió casi un año de trabajo y una regrabación completa de canciones que parecían terminadas, pero no conformaban la paranoia estratégica de una banda cuyo paraíso –más allá de estos shows en el Gran Rex– es el estadio. No sólo Coldplay, todas las bandas de rock de la historia tienen un plan. Lo que las diferencia, aunque parezca demasiado elemental, son los objetivos.