Siempre hay un poco de mí en casi todos los personajes que hago” dice Samuel L. Jackson, y la historia del cine reciente no puede negarlo: de Tiempos violentos, de Tarantino naciendo a Marvel, Samuel L. Jackson se ha paseado por muchos rincones del cine moderno. Casi como nadie. Es, de forma indiscutida, el actor negro que más ha facturado en la historia de Hollywood. Ahora estrena en Apple TV + su sueño: The Last Days of Ptolemy Grey, una serie basada en el libro Walter Mosley (el autor negro que aquí también es guionista). La historia narra los días de un hombre color donde su demencia lo hacen descubrir una nueva compañera en su vida y una medicina experimental le acorta la vida al mismo tiempo que le devuelve plenamente sus facultades. Y aún así, hablando de Nick Fury o de Ptolemy Grey, cuando Samuel L. Jackson habla de sus personajes, de su marca, dice: “No puedes evitarlo, uno es lo que es. Eso sí: Ptolemy era distinto para mí. Se parece a muchos de los tíos abuelos, de la gente que conocí cuando era niño; gente que ya era excéntrica de por sí, que tienen todavía modos diferentes a la hora de hablar, de recordar. O incluso formas diferentes de ser lúcidos y de entender”.
—¿Es este uno de los roles más complicados que haya tenido que representar?
—No. Este es mi proyecto soñado, he andado con este libro bajo el brazo durante diez o más años. Siempre pensaba en él, cuando estaba haciendo algo, pensaba cómo hacerlo. Cuando no hacía nada, pensaba cómo hacerlo. Cuando estaba en una silla siendo maquillado, le consultaba a los maquilladores si podrían hacerme ver de 91 años. Le preguntaba a los de vestuario cuanto saldría algo así. Este proyecto estuvo tanto en mi vida que no puedo creer que finalmente lo hayamos filmado. Siempre lo cuide, siempre pensé que hacerlo una película no le iba a servir, que lo iba a perjudicar. Y por suerte el mundo se fue modificando de tal forma que ahora, finalmente, una plataforma accedió a hacerlo. Siempre estuve al lado de esta historia. Siempre ansioso por hacerla, y esperando que cuando eso pase yo estuviera ahí, con los mejores compañeros, con los mejores autores, y actores. Así fue.
—En una conferencia de prensa contaste que en tu familia tienen experiencia con el Alzheimer ¿sirvió eso en algo a la hora de construir a este personaje y sus enfermedades?
—No soy un actor del famoso método, así que. Entiendo sí el dolor, y como estuvo tan cerca, en mi madre, tío, tía, abuelos, recuerdo conversaciones, y puedo recrear cosas así. Recuerdo cosas puntuales que me sucedieron, como tener largas conversaciones creyendo que me entendían y ellos aunque hablaban y me respondían procesaban otra cosa. Entendí pronto que preguntas no hacer. Mi mamá no entendiendo fue algo demoledor. Y hay situaciones con gente en esa situación que no están solo vinculadas al dolor: tuve momentos de ver a dos familiares juntos y ellos vivían como niños, ese rato, y justo el otro le respondía el juego, y podían ir a ese lugar donde habían sido niños, y jugaban juntos como cuando eran niños, de pequeños. Realmente de eso se habla poco: la felicidad que a veces incluso pueden regalarte en esa situación muchas personas. Una felicidad que es inesperada, y sorpresiva. Tengo memorias hermosas y demoledoras. Mi mamá se sentaba, por ejemplo, y se iba, esta en su memoria, en su recuerdo, y su mirada, esa mirada, de estar en un lugar donde esta refugiada y yo no quería molestarla. Ojalá eso llegue a la pantalla, pero no por método y no por ninguna otra cosa.
—Los relatos son algo fundamental a la hora de la memoria, de nuestra identidad y vos sos alguien que está en muchos de ellos, muchos que definen el amor por el cine de muchas generaciones ¿cuáles crees que fueron los relatos que te enamoraron del arte de contar?
—Cuando era un niño, no teníamos una TV, y no la tuvimos durante mucho tiempo. Y escuchaba mucha ficción de radio, radioteatros y otras cosas, con mi abuelo a la noche. Andy Griffith contando historias, El llanero solitario, El fantasma; y todo era una voz, contando, y ahí supongo aprendí eso de darle personalidad a una historia desde el tono de voz. Como subir una nota genera algo, como bajarla genera otra cosa. No sé si te has dado cuenta, pero voz siempre sabe hacerse notar. (Se ríe). Todo eso, todo esos sonidos y momentos, se convirtieron en otra cosa: mi abuelo me decía, “entonces, ahora, tú me inventas una historia y me la cuentas”. Y eso hacía. Yo crecí con ellos, con mi madre, con mi tía. No había muchos niños, entonces me inventaba historias donde yo empezaba. Hay algo muy especial para mi en esos momentos, en aquellos cuentos. Creo que eso me puso de alguna forma en el lugar en el que estoy hoy. Contar algo y que al final hubiera alguien aplaudiendo o alguien apretando el cachete en modo de celebración, bueno, uno se acostumbra a eso.
—¿Cómo se siente después de tanto tiempo finalmente poder hacer TV?
—Siempre quise hacer TV. Simplemente no me dejaban. Mis agentes no me dejaban. Siempre quiero hacer teatro, TV, cosas. Por un rato estuvo el estigma, y yo era una estrella de cine. Pero cuando empezó, por ejemplo, Raíces, la TV fue algo distinto. Después vinieron The Sopranos, o The Shield, un relato largo increíble. Siempre veía esos personajes y me volvía loco. Quería un arco narrativo así, quería llegar temprano a eso. Pero me hicieron hacer cine, mucho cine, y la verdad es que no salió mal. Pero ahora quería hacer esta TV.
—Un personaje de color de más de 90 años y con demencia: ¿solo un nombre como el tuyo puede empujar un proyecto así? ¿O crees que las cosas han cambiado?
—Entiendo lo que decís. Y puede que sea cierto. Pero prefiero creer que las cosas han cambiado. Lo que también es cierto es que el camino de este personaje a mi no me costó tanto, como actor, como todo el mundo piensa. Todos los roles son cuestiones de tiempo: ese lugar donde esta Ptolemy todos vamos a llegar. La edad nos llega a todos. Entonces pensar en el paso del tiempo es lo más inmediato, es lo más impresionante. La idea que vaya viendo nuevamente a quienes hacen a su vida, eso es algo que hasta el día de hoy me conmueve y me emociona. Tenés que pensar que hacer años querían hacer de esto un telefilm de dos horas: ¿cómo logras capturar toda la profundidad de esta historia así? Que esta historia pudiera ser contada fue también una cuestión de tiempo. A veces el tiempo sirve, y eso es algo que la vida nos ha enseñado.
Envejecer en Hollywood
—¿Qué te impresiona de las dinámicas familiares?
—Mucho. Siempre fui hijo único, entonces siempre puse mucha atención en lo que pasaba en las familias de muchos, con muchos niños. Conozco mucha gente que no se lleva con sus hermanos, que se llevan pésimo o que se pelean por cosas, al final especialmente. Todos quieren cosas al final. “Yo era su familiar favorito” y esos infiernos. Este personaje puede recomponer su vida, y quería poner las cosas en orden. Y ese orden tenía que ver con mostrar que había alguien que lo quería, cuidaba, lo necesitaba. Él elige a quién decirle familia. Todos deberíamos tener esa opción.
—Pareciera que ser viejo no es algo que la sociedad quiere ver ¿cómo ves esa idea de la belleza que nunca envejece de Hollywood?
—La sociedad moderna es muy distinta que otras en las que he vivido. En sociedad africanas, por ejemplo, los mayores son muy respetados. O sociedad que crían hijos que saben que los van a cuidar, por tradición. Hoy quizás se presta demasiada atención a los jóvenes. No sé hoy que jovén habla con sus abuelos. Yo hablaba horas con mi abuelo. Crecí con él, y no era solo viejo, era fácil ver que había más: y lo mismo pasaba en mi comunidad. Mi idea de quienes eran mis vecinos y mi comunidad era distinta. Hoy no sabes ni quienes son tus vecinos. Eso sucede en todos lados. Pero creo sí que los abuelos van quedando sin una voz, es más fácil desplazarlos: la autopista de la información iguala opiniones, y eso no está mal, pero por otro lado sí, porque no creo que la tercera edad tenga su voz. Está bien pelear con tus mayores, sus ideas, pero primero tienes que escuchar todas esas ideas, como en cualquier pelea.