ESPECTACULOS
Entrevista

Guillermo Francella: “Hoy hay más trabajo en la ficción y es bienvenido”

El actor vuelve a trabajar junto Mariano Cohn y Gastón Duprat en la serie original de Star +, El encargado, donde interpreta a un portero en pie de guerra con sus inquilinos.

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Regreso. El intérprete celebra la variedad de papeles que posee hoy en su haber y todo lo que le depara su futuro, incluyendo la llegada de “Casados con hijos” al teatro. | GZA. STAR PLUS / CEDOC

La nueva serie de Mariano Cohn y Gastón Duprat, dos expertos en cruces donde la idiosincrasia de clase saca filo y muestra la hilacha, es protagonizada por Guillermo Francella: se trata de El encargado, una ficción que tiene a Francella como un portero que descubre, entre sus modos casi siempre ocultos, que corre riesgo su trabajo de 30 años. A pesar de este punto de partida, el actor de Granizo y El secreto de sus ojos insiste en que se basó “fundamentalmente en los buenos textos de base, tenía un guión donde me sentía bastante protegido en lo interpretativo. Estuvo muy bueno todo el proceso previo de lectura, de ensayo, de corregir palabra tras palabra, y tener la letra muy sabida. La serie me permitió tocar las cuerdas de la comedia, de la intriga, del suspenso: hay oscuridad, hay terror, hay sarcasmo. Habla de la desigualdad, hay momentos fantásticos de enfrentamientos. Mi encargado, mi personaje, es un tipo muy inteligente, muy empático. Y ahora se ve desestabilizado”.

—En el universo de Cohn y Duprat muchas veces aparece la diferencia de clase, y vos lo mencionabas, y la lupa sobre las clases sociales ¿cómo los ves presente, si es que lo ves, en esta serie?

—Se trabajó meticulosamente en esto. Ellos han sido muy minuciosos en eso. Todos los fuimos. Y entre nosotros, fuimos muy al hueso para cada cosa, no queríamos que nada quede sin observar, no queríamos que nada quede para después. Fue debatida cada palabra. Había un disparador muy contundente, y todo eso se quiso mostrar: desde un sindicalista hasta un abogado trucho, desde un ex militar retirado con tobillera electrónica a un diputado. Personajes de todo tipo: el conoce del derecho y del revés. Progres, profesionales, de todo un poco. Un papel que es un desafío muy lindo de explorar. 

—La serie apela a una idiosincrasia muy argentina, pero al mismo tiempo tiene un nervio universal ¿cómo generaron ese balance?

—El oficio de encargado en el mundo es bastante argentino en un punto. Al menos así como lo vemos nosotros. La profesión es local pero el universo de desigualdad y de contexto puede ser pertinente en cualquier otro ámbito. Y eso es poderoso de ver. Aunque el encargado sea muy local, esto se estrena gracias a Star +  a nivel internacional. 

—¿Por qué sentís que fascina ver, digamos torpemente, al villano detrás de escena, a punto de ser atrapado y que fascina al punto de quizás hasta generar empatía?

— Hay que generar empatía previa. Uno no siempre comulga con el villano. Cuando ves un robo que sale bien en una ficción, queres salgan airosos; pero porque algo me contaste antes que me encariñe. Si de verdad mataste a gente inocente, queres que lo atrapen. Si es ladino en la ficción, no queres que gané. Mi encargado siente que se le está haciendo algo muy ladino. Él cuidó a esas casas durante 30 años, a su manera (los ha visto crecer, los ha educado). El disparador es muy cruel para él. 

"Tener una vocación en la vida es algo muy potente y crucial"

—¿Cómo te sentís como actor en este momento y qué sentís que estás contando?

—No es que quiera contar algo, me encanta tener, sí, contenidos heterogéneos, que no se parezcan uno a otro. Hoy hago de un encargado, hace poco en Granizo hice de un meteorólogo que vivió la cultura de la cancelación, dentro de unos meses se estrena un thriller donde hago piloto de una línea aérea. En cuatro meses voy a estrenar Casados con hijos, un proyecto que hace 17 años que está en el aire, que ha traído mucha alegría, y con un humor absoluto que me fascina, porque no hay género que ame tanto como la comedia. Me encanta que me toquen roles muy antagónicos entre sí. Me gusta que me pasen cosas y comprometerme en tener oscuridad si amerita, o algo angelado si amerita. Me encanta que haya cotidianeidad, me encanta que no sean para una minoría los proyectos. Que vos, o tu papá, o tu tío, sientan algo de identificación hacía lo que estoy haciendo, que me vean reflejado en algo popular, y que lo popular no esté reñido con la calidad. 

—¿Qué representa este momento en que la plataformas generar series y films de factura local? 

— Es maravilloso, hay trabajo para los técnicos, para los artistas. Es maravilloso que pase esto. Hay mucha producción, hay mucha plataformas, hay avidez por contenido, hay búsqueda de autores, de ideas interesantes, los actores y actrices pueden trabajar. Y ni hablar de los equipos técnicos, todos están trabajando. A veces cuando sos actor, si no la embocaste de entrada en una serie, fuiste. Hoy hay más trabajo y es bienvenido. Teníamos ganas de que esto pasara.

 

La ganas de volar

—¿Cuándo sentís que te enamoraste de las ganas de contar?

—Desde jovencito que tuve esto en el cuerpo. Desde mi colegio secundario. Era lo único que me gustaba, y era difícil, porque los que te aman te decían “dale, pero buscate algo comer”. Se hacía cuesta arriba. Mis hijos son actores, y yo les avise desde siempre que esta es una profesión muy especial, y que de golpe podes estar uno o dos años boyando, y no está bueno boyar a ninguna edad, ni joven ni viejo. No poder vivir de lo que amas es muy feo. Yo fui un elegido, tuve mucha suerte, muchísima suerte y lo tengo eso en mi cabeza todo el tiempo. Tengo el privilegio de saber que trabajo desde hace 40 años. Pero por sobre todas las cosas, considero que tuve vocación, y siento que es es algo indescriptible: no importa si te va bien o mal, pero tener una vocación es algo muy potente. Desde muy jovencito que volaba mucho…

—¿A qué le decís volar?

—Yo le preguntaba a mis compañeros de secundaria “¿qué vas a hacer?”, “medicina”, “¿te  gusta?”. “no, pero mi viejo es médico…”. Y así otros: me decían arquitecto, y “porque mi viejos…”. Yo no podía creerlo. Yo quería ser actor, entonces hice un curso de orientación vocacional, porque yo sentía que volaba mucho. La psicóloga terminó ayudándome. Un día mis papás se enojaron tanto que quería encararla a la psicología. Creo que tuvo que ver con eso, con que de pibe me pasó eso y lo pude llevar a la práctica. Mi amor por el relato siempre estuvo ahí.