ESPECTACULOS
Entrevista

Laura Citarella: “Hoy se ha perdido el gusto por la experiencia”

La directora y productora estrena Trenque Lauquen, su película celebrada en varios festivales alrededor del mundo. Integrante de El Pampero, habla sobre las dificultades del cine actual y de la distribución en Argentina. También explica la pasión cinéfila de su nueva realización y su vínculo con la creación musical.

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Decisión. La directora ve la película premiada en el Festival de Cine de Mar del Plata como una obra que habla con sus films anteriores. | GZA. Mehdi Benkler // Black Movie 2023

Tenía ganas de filmar en Trenque Lauquen, mi familia es de ahí. El espacio geográfico rápidamente comanda, y arma una lógica y circuito de cosas que van pasando, que son las que construyen finalmente a la película” dice Laura Citarella, y la película de la que habla es su nueva realización como directora y productora: Trenque Lauquen. La película sigue la línea de la ópera prima de una de las fundadoras de El Pampero (la casa productora que mutó el ADN del cine argentino a través de films como La Flor e Historias extraordinarias, entre muchas otras): aquella película Ostende, plantaba también a un personaje en una localidad bonaerense y era esa mujer la que mutaba todo a su alrededor con su mera presencia (o ausencia). Un personaje que allá, en Ostende, y también aquí era interpretado por Laura Paredes (que también es guionista en este largo), una creación que la misma Citarella define cómo alguien que “donde pone el ojo, pone la ficción”. 

Trenque Lauquen narra desde muchos puntos de vista una partida, una disrupción, y Citarella define su particular estructura (celebrada en todo el circuito de festivales desde su estreno en Venecia): “La película nace con una serie de antojos, si se quiere. Y de voluntades, que se conservan en el formato final. Los elementos que están dispuestos en la película estuvieron siempre, como puede ser cierto trabajo con la fusión de los géneros, o la conversión de un género en otro, o la fusión entre misterios. Con cierta idea: la de una figura de una mujer que se fue, que era algo que siempre me había fascinado de La aventura, de Antonioni. Más allá de la cita puntual a aquel film que hay en Trenque Lauquen, ese era el elemento de ficción que tenía ganas de trabajar, desde un lugar diferente a como se lo puede llegar a abordar”. Y suma de cara al estreno en salas comerciales: “El otro día pensaba que hay una escena muy linda en La Aventura donde ellos la van a buscar a un pueblo que se llama Nono, y pensaba que esos pueblos italianos por donde pasan los personajes en aquel film podrían ser los pueblos de la provincia de Buenos Aires. Me interesaba trasladar eso muchos años después y a una geografía diferente. Paralelamente quería seguir trabajando con Laura Paredes: me interesaba la idea de una saga, con este personaje particular que trabajamos juntas: nos identificábamos con el personaje”. 

—Volvés al trabajo con Laura Paredes, integrante de Piel de Lava ¿cómo ves ese vínculo hoy?

—Esa dupla que se arma, se arma en Ostende. Pero fuimos compañeras trabajando en La Flor y a la vez tenemos una relación de amistad muy grande. Ella es la mamá de Pepón, que es el mejor amigo de mi hija, y su marido es mi socio. Hay una relación que excede. Somos equipo en muchos aspectos de la vida. Fue muy fácil y natural, entonces, ese trabajo en común. Hay una soledad bastante propia del trabajo de dirigir cine y por eso en los lugares donde se puede meter el trabajo con alguien más, funciona mejor. A mí me funciona mejor. Yo co-dirigí dos películas, y no es lo mismo que dirigir sola: para mí el colaborar es importante. No me interesa el trabajo en soledad, el no tener con quién hablar de ideas. Eso no solo pasó con Laura: pasó con gran parte del equipo… Ezequiel Pierri, que no solo es productor y actor, es mi marido también. Trabajamos muy de cerca la película. Eso se traduce en una forma que tiene que ver con combatir esa cuestión solitaria de dirigir películas.

—¿Cómo definís la creación de la película, considerando la forma de trabajar que suele tener El Pampero, fuera de canales tradicionales de financiación?

—Por la manera de trabajar que tengo, me es difícil distinguir entre producir y dirigir películas. Para mí, en un punto, es hacerlas y ya. Es esa dinámica la forma que encontré de hacer películas, y no tanto pensado en términos de rubros. Entonces hay una separación que se produce naturalmente y ahí aparece algo de lo artesanal. Por ejemplo, cualquier invención que aparezca en términos de decorado, está hecha con nuestras manos. Laura Caligiuri o Flora Caligiuri, (“las hermanas Caligiuri”, una es directora de arte y la otra es vestuarista) siempre están pensando en no estandarizar los objetos, en cómo producir una imagen. 

—¿Qué sentís que quizás le falta al cine argentino?

—Me doy cuenta que tiene que ver con lo que te decía antes, esta idea de producir y dirigir. Me parece que una cosa que trae la fusión de esos rubros - que siento que es algo que al cine argentino le podría venir bien dada la situación de crisis constante para filmar y producir - es volver a pensar en esa fusión y en la relación del cine con la invención. Uno piensa en el cinematógrafo, en los Lumière, y en esa idea de invento. Algo que tenía esa picardía del invento, si se quiere. Ahora me da la sensación de que eso, ese mundo de las ideas, que podrían habitar a los rodajes o a los proyectos cinematográficos, han tendido a desaparecer y aparecen imágenes más prefabricadas, con la imagen más estandarizada. Por eso mencionaba a las Caligiuri: creo que todo el tiempo se pelean con la posibilidad de que un objeto dentro de la imagen no sea un invento de la propia película. Y siento que eso se traslada a todo: el lenguaje de los actores, a la planificación, e incluso a la manera de  producir la película (que también debería ser un invento cada vez, para cada película). Eso me mantiene muy ocupada pensando de una película a la otra. Eso es lo que me mantiene activa y viva en relación con el cine, y eso le da a la película y a sus imágenes una vida diferente.

El máximo galardón y sus tics nerviosos

—El Pampero ha logrado una forma de trabajo que gana festivales, que sorprende y que se ha convertido casi en un paradigma ¿cómo definís la forma en que trabajan?

—Se produce mucho por contagio, somos un grupo haciendo cosas y los rubros van cambiando pero somos siempre los mismos. Gabriel Chowjknik es el músico de todas nuestras películas (más allá de que en Trenque Lauquen haya música de Ramiro García Morete y Lautaro Barceló, además de La sobrecarga) y los montajistas, por ejemplo, que siempre son Miguel de Zuviría y Alejo Moguillansky. Hay algo del orden del experimentar y de entender que nos interesan las mismas cosas. Así nos vamos formando unos a otros. O respondiendo unos a otros: una película le puede responder a otra, o replicarla. Eso pasa bastante. Es un proceso grupal que está bueno. 

—Hay siempre texturas de literatura, frente y detrás de cámara…

—Hay algo de la literatura y de la experiencia de la literatura, como cuando uno lee y las palabras no pueden terminar de decir sino que uno lee entre esas palabras y va más allá. En ese más allá hay un encuentro con algo más misterioso, que no se puede nombrar. Hay algo que me interesa del hecho que no se puede nombrar. El hecho que no se pueda nombrar es algo que, por ejemplo en este film, le pasa a los varones de la película, que se frustran cuando no le encuentrar una lógica y un nombre a eso que le pasa al personaje de Laura. Hay algo en la historia de la película que se parece a eso que te digo, y que a mi me remite mucho a la experiencia de leer.

 

La actualidad y la crisis

Laura Citarella es clara a la hora de sus ideas: ”haciendo un recorrido de festivales, que esta película generó, pude observar cómo se tienden a cerrar hacia determinadas cinematografías o a no tener programaciones diversas en algunos casos. O, por ejemplo, no pudiendo llevar a directores o directoras porque hay una crisis enorme por la falta de presupuesto (entonces presentás una película en un festival y no podes asistir a presentarla). Hay un momento de cambio tan grande que estoy viendo un horizonte difuso. Hay que pensar que quizás hasta acá llego esto que conocíamos como "recorrido", el ir de un festival a otro acompañando a la película hasta el estreno local”. Y suma a su hilo de pensamiento: “Obviamente las plataformas ganaron mucho terreno, y no creo que eso atente, sino que -volviendo a la idea de los inventos- se debería poder reinventarse, ya que el mundo cambió muy rápido. Una de las pérdidas más grandes que hubo en estos años de pandemia es la pérdida del gusto por la experiencia. Pero hay algo de la curiosidad que amainó: hubo tanto de replegarse, tanto que lo viene hacia nosotros lo consumimos, pero sí hay que salir a descubrir es más difícil. Se volvió más sedentario ese aspecto. No sé bien cuál va a ser la resolución que tenemos que empezar a encontrar los cineastas y la estructura que rodea a las películas. La distribución es hoy también un enigma e incluso lo es también la posibilidad real de hacer película así. Siguiendo la lógica de la invención, creo que existe cabeza, tiempo y voluntad para seguir inventando formas de producir, y pensar películas que sean posibles”.