ESPECTACULOS
VALOR VEREDA

La diferencia entre jugar y mentir

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Momentos. “Elegí!” y Soy Valiente, dos propuestas infantiles que dan cuenta de lo que se puede lograr en el medio. | GZA. PRENSA DANIEL FRANCO

Se habla mucho del juego como derecho en las infancias. De la importancia de aprender jugando, del juego como espacio vincular, como matriz sobre la cual introyectar el mundo, el juego como vehiculizador de construcciones identitarias, en fin…

Sin embargo, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de jugar? ¿Qué entiende por juego cada adulto que intenta ponerse al servicio de esta trama tan delicada? ¿Cómo desplegamos los artistas esa responsabilidad en escena cuando queremos que un espectáculo sea lúdico?

Hay una diferencia sustancial entre jugar y mentir. Jugar en serio no es jugar “de mentiritas”, no es el “como si” del juego. Muchas veces hablamos de jugar en el teatro cuando en realidad la invitación es a que el público copie a quienes están en el escenario, imiten, respondan exactamente lo que está en el guión, si no responden eso entonces no vale, buscan otra respuesta o la fuerzan. Eso no es juego. No sé bien qué es, pero juego no. En el juego hay una participación real y activa por parte de quienes quieren jugar; y aquí hay otra importantísima distinción: solo hay juego si quiero jugar. Nadie puede jugar a la fuerza. 

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Es desde ese consenso, desde esa apuesta, que se produce el encuentro; y desde ese encuentro cabalgamos la emoción, la intriga, la posibilidad de fracasar, el entusiasmo y la frustración, la celebración. Todo junto sucede cuando jugamos en serio. 

Entonces, cuando proponemos un espectáculo lúdico, un espectáculo-juego (¡o un juego espectacular!) como Elegí!, nos estamos adentrando en la trama más genuina del jugar-con-otrxs. No hay un guión a seguir, hay una guía; no hay respuestas predeterminadas, hay un rumbo; y un clima que Diego y yo nos encargamos de custodiar durante los 60 minutos que dura el encuentro. 

Elegí! es una propuesta interactiva en la que vamos desarrollando una aventura narrada para que el público tome sus decisiones y así la historia circule en uno u otro rumbo. Pero no sólo se trata de elegir qué página seguir, como en los preciosos libros de Elige tu Propia Aventura que leíamos de niños, sino también de transitar por diferentes desafíos que van apareciendo en vivo para poder pasar al próximo capítulo y llegar, ojalá, al final feliz. Esos desafíos son en familia. Y somos conscientes – para custodiar ese clima de encuentro que mencionaba más arriba – de que son diferentes edades y personalidades en juego, y de que hay mucho miedo a lo que “me van a proponer hacer” cuando aparece la idea de participar. Entonces una vez más: juego es juego siempre que queramos jugar. Buscamos formas de participación grupales que no expongan, que aflojen, que motiven, que los lleve (y nos lleve) a conectar con la esencia de la fantasía, esa que lleva a que finalmente madre e hijo se fundan en un abrazo porque aparecen los dragones a tiempo; o que al volver a casa una niña de doce años le diga a su mamá: “Hoy me di cuenta de qué importante fueron todos los cuentos que me leíste”. Eso es ganar. 

Para no convertirnos en farsantes lúdicos, es importante, entonces, saber que nunca jugaremos como niños/as. Es mentira que “soy una nena cuando me pongo a jugar”, o que “yo juego como los nenes”. “Vivir al niño que habita en nosotros” es, sencillamente, imposible. Ningún pequeño se metió dentro nuestro cuando dormíamos. Somos adultos, y estamos jugando. ¿Por qué desresponsabilizarse? Jugar como adultos con niños es un gran desafío que implica la responsabilidad de sentir el placer por algo que hace mucho que no hacíamos. 

Nuestra tarea es construir un espacio lúdico actual, de esos que no se vencen; recrearlo, transitarlo, vivenciarlo placenteramente; aburrirnos y darnos cuenta de que debemos modificarlo, transformarlo, con otros y con otras... Y lentamente, iremos estableciendo un pequeño, pero imprescindible, espacio en común con los pequeños jugadores. Sólo así nos prestarán atención, sólo así creerán que tenemos algo bueno para darles, aunque sea por una hora. 

En Soy Valiente, la apuesta es diferente, pero la particiación que proponemos sigue la misma línea. Es diferente porque el foco no está puesto en el despliegue del juego, sino de la sensibilización que habilita la música al abordar un tema que inquieta a grandes y chicos: los miedos. 

Al gestar Soy Valiente, nuestro compromiso fue acercar una herramienta para que tanto niñxs como madres y padres se sintieran alojados a la hora de enfrentar un miedo. Dejar de hablar de los valientes como aquellos que no tienen miedo, sino democratizar esta emoción para que aparezca – como es el caso de este show – tanto en un grillo, como en una jirafa, como en los músicos en escena, como en el público presente, hace que nos vayamos encontrando aliviados, sintiendo que hay un lugar amable para nuestros temores, tal como son. Desde este lugar, la participación viene sola. Grandes y chicos terminan coreando “¡soy valiente, enfrento mis miedos!” y no porque lo propongamos explícitamente sino porque el encuentro es tan genuino que da gusto sumar la voz. 

En todos los casos, creo que es imporante tener en cuenta que que no vamos a jugar como los niños, sino con ellos. Y los chicos/as lo saben. Reconocen el esfuerzo que hemos hecho para entrar en su círculo mágico y nos lo agradecen jugando con nosotros.

*Elisa López Oroño, Actriz y co-fundadora de Valor Vereda.