ESPECTACULOS
Lautaro Delgado Tymruk

“La pandemia fue un sopapo global”

Filma con Julio Chávez El Tigre Verón y protagoniza varios estrenos disponibles online. Analiza el cine nacional. Espera volver pronto con la obra que dirige: El corazón del mundo.

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Creador. El autor ha sido premiado por su actuación. Defiende al teatro como un ambiente seguro. | MARCELO ABALLAY

Lautaro Delgado Tymruk viene desarrollando una carrera actoral persistente, coherente y premiada. El corazón del mundo, la obra de Santiago Loza, en la que actúa y dirige, estaba haciendo funciones los domingos a las 20.30 en Teatro Callejón. Hoy espera para poder volver. Allí compartía escenario con Ezequiel Rodríguez y William Prociuk, en un texto y puesta en escena que investiga los límites entre la vida y la muerte y entre el cuerpo presente y el cuerpo filmado. En cine: La sombra del gallo, de Nicolás Herzog; Respira, de Gabriel Grieco; Treplev, su documental, codirigido con Esteban Perroud. En televisión: El Tigre Verón; y acaba de grabar Días de gallos, producida por Warner Media, con dirección de Joaquín Cambre y donde trabaja junto a Ecko, Ángela Torres y Tomás Wicz. 

­—¿Cómo se atraviesan cine y teatro en la obra “El corazón del mundo”?

—El corazón del mundo, lo pienso como un teatro de almas que estando ausentes están presentes. Hay una ilusión óptica para usar una imagen como disfraz. Para mí, el aura no se pierde nunca. Supuestamente por el desmembramiento de la historia –porque el cine nunca se graba en forma cronológica–, para Walter Benjamin, el actor en cine se siente extranjero y pierde aura. La tarea del actor en cine es volver a recuperar ese aquí y ahora: hay actuaciones que pueden conmoverte y cautivarte; son cuerpos llenos de sentido, como si los estuvieras viendo aquí y ahora.

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—¿Qué valor cobra la posibilidad de hacer teatro presencial en pandemia?

—Se vive una suerte de dilema. La gente tiene muchas ganas de venir, pero hay miedo, aunque creo que ir al teatro es mucho más seguro que ir a un bar o a un restaurant. Hay distancia entre la gente, que va con barbijo puesto, y corre ventilación natural en la sala. Ir al teatro me entusiasma, me da alegría. Como actor, siento fragilidad y fuerza al mismo tiempo. La pandemia fue y es un sopapo planetario a nuestra seguridad acerca de lo conocido. Eso está impreso en el cuerpo. Hacer teatro independiente es una práctica militante. Y más ahora: un acto de resistencia. Definir si el arte es o no esencial: qué pavada grave, qué metáfora más peligrosa. Si la metáfora prevalece, pasamos de ser una sociedad, a un laboratorio, pasamos de ser sujetos a ser objetos de estudio: el utilitarismo como medida de las cosas. Un horror. 

—La temática, metáforas y estrategias de esta obra que va y viene entre los espacios de la vida y la muerte, dentro y fuera de pantallas ¿cómo se han resignificado en el regreso al escenario en 2021?

—Esta obra es misteriosa. Todo lo que atravesamos la expandió más, reafirma más la idea de la obra, en la que entramos y salimos de cuerpos, gracias al dispositivo de ilusión óptica. Pero ese dispositivo no sería nada si no lo atravesáramos sinceramente con todo el cuerpo. La obra es un intento de acercamiento a eso que llamamos “dios”, la energía vital que une todo. Empieza con una anécdota individual, ese pequeño Big Bang que es el palazo que un sujeto le pega al protagonista, y termina con toda la humanidad expandiéndose por los tiempos de los tiempos. 

—¿Cómo ha sido trabajar en “El Tigre Verón”?

—La serie es dramatúrgica, visual y actoralmente. Tiene algo shakespereano. Daniel Barone dirigiendo es un genio; es televisión, pero como si estuvieras haciendo cine. Con Guillermo Zappino haciendo la fotografía y Julio Chávez protagonizando un elenco de compañeras y compañeros que admiro y respeto no tuve mucho que dudar cuando me ofrecieron estar. Tuve muchas escenas con Luis Luque, Nina Spinetta y Marco Antonio Caponi.

 

El estado de nuestras pantallas

Por su participación en Gilda. No me arrepiento de este amor y en Kryptonita, Lautaro Delgado Tymruk recibió premios Cóndor de Plata; por Topos, el del New York City International Film Festival. Delgado sabe de cine y señala fortalezas y debilidades del Incaa: “Tenemos una ley de cine maravillosa, que otros países no tienen: el Estado mismo produce cine gracias al subsidio. Soy un agradecido al Incaa porque no podríamos hacer cine sin él. Lo defiendo, porque es parte de mi fuente de trabajo y de mi formación de actor. En la Argentina se hacen películas hermosas. El problema no es la realización, sino la distribución: la propaganda, la presencia en la calle. Las películas de afuera tienen cubierta la Ciudad, y alguna que otra producción de cine nacional”. Suma: “Me encantaría que se hiciera algún tipo de acuerdo con imprentas, un canje por afiches que se pongan y hagan mayor presencia en la calle de nuestras películas. Y también, la ley de salas: en Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, no es tan fácil que se proyecten películas extranjeras; el 70% de las películas son del país de origen. No por una cuestión nacionalista sin sentido: hay una lógica en eso que tiene que ver con la protección de la propia industria. Pero acá el gran problema es que la gran mayoría de los cines también son extranjeros. Quizás, ya que puede no haber más salas, que nuestro cine salga más barato, para que más gente pueda verlo. Se hizo en la Semana de Cine Argentino en 2017, con entradas a mitad de precio, y fue un boom”.