ESPECTACULOS
Rey Lear

La posibilidad de jugar a la pelota con Zeus

La tragedia de Shakespeare, en la versión de 2009 de Rubén Szuchmacher, se da gratis y online hoy. El recuerdo de aquella experiencia y de Alfredo Alcón, en la voz de los responsables y los actores Joaquín Furriel y Roberto Carnaghi.

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Regreso. Diez años después vuelve online la clásica puesta de la obra de Shakespeare con Alfredo Alcón. | cedoc

Corría agosto de 2009. Los teatros se alegraban de poder reabrir, después de estar diez días cerrados a causa de la gripe A. El Teatro Apolo –el ex cine Lorange– se reinauguraba con Rey Lear, protagonizado por Alfredo Alcón, con producción de Pablo Kompel y Adrián Suar, para La Plaza. Unos diez años más tarde, este sábado 9 de mayo y en el contexto de otro virus, La Plaza On Line ofrece el registro de una de aquellas funciones, gratis por 24 horas. El público, ahora frente a las pantallas, puede hacer donaciones que se desvían a la Cruz Roja.

El director, Rubén Szuchmacher, resume características de la puesta: “Con Lautaro Vilo, hicimos una versión muy comprensible, sin apartarnos del original. Shakespeare, cuando empieza a sonar la traducción, es letal para el espectador, porque no puede seguir la letra. El gran desafío era insertar una obra de semejante complejidad, de manera muy clara, en el teatro comercial. Tiene dos argumentos: por un lado, las tres hijas de este rey y, por el otro, el hijo bastardo y el legal, del conde de Gloucester, servidor del rey. Que se entendiera la historia era un objetivo político-artístico. Alfredo, además de ser un actor insignia, comprendía de manera tan vital los textos, que los transmitía y los transformaba en materia poética”.

El elenco tiene, entre otros integrantes, a Roberto Carnaghi, Joaquín Furriel, Juan Manuel Gil Navarro, Roberto Castro, Horacio Peña… Para este último –quien interpreta a Kent, un noble siempre leal a Lear–, “como casi todas las obras de Shakespeare, Rey Lear trata sobre la condición humana, sus terribles defectos y sus enormes maravillas; sobre el egoísmo, la incomprensión y el amor”. También Furriel –Edgar, hijo legítimo de Gloucester– ubica esta tragedia entre las del mismo autor: “Como siempre en Shakespeare, la muerte está todo el tiempo ahí, demostrando que, por lo único que importa la vida, es porque existe la muerte”. Carnaghi –el propio Gloucester–, sugiere ejes antinómicos en la obra: “El caos y el orden. La incertidumbre y la certeza. La cordura y la locura. La verdad y la falsedad. La ignorancia y la sabiduría”. Para Gil Navarro –Edmund, hijo bastardo de Gloucester y gran villano de la obra–, “Shakespeare es una especie de psicólogo, neurólogo y sociólogo. Rey Lear tiene dos conceptos muy fuertes: la ceguera y la vista. Lear arranca siendo un tipo duro y déspota. El Bufón, El Loco, está con él todo el tiempo y es como su voz interna; es lo que Lear sabe, pero no quiere escuchar. Uno tiene que enfrentar las tormentas cuando ya no le quedan argumentos en los que guarecerse”.

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En efecto, hay una tormenta en Rey Lear: “En esa famosa escena –dice Szuchmacher–, cuando hay tecnología de por medio, los directores hacen vientos huracanados, hojas, lluvia, barro, y entonces nadie ve ni escucha nada. Nosotros dejamos proyecciones mínimas de unas nubes, una luz artesanal y el cuerpo de Alfredo: eso generaba la tormenta y corría un escalofrío por la sala. Así, se entendía el monólogo. Lear es un personaje de enorme exigencia física. Alfredo lo hizo cuando tenía casi 80 años. Él ya estaba lidiando contra problemas físicos, pero esto, increíblemente, lo incorporaba al personaje: un gran rey que ya está viejo y enloquece. Todo esto volvía la obra muy intensa, como una montaña rusa de sensaciones”.

Alcón falleció en 2014; Roberto Castro –El Bufón (en esta versión, El Loco)– se retrotrae a cuando “lo acompañé en su último trabajo, Final de partida, de Samuel Beckett [2013, en el Teatro San Martín]. Pocos actores tienen una carrera como la de él: habiendo recibido ofertas de todo tipo, siempre que pudo eligió lo más digno. 

Media hora antes de cada función, se retiraba y permanecía, solo, en el costado del escenario. Ese era su ritual. Y despedirse de esta vida y del teatro con Final de partida es una decisión conmovedora y significativa”.

Joaquín Furriel, por su lado, alude a la responsabilidad de compartir cartel con él: “Mi personaje tiene el monólogo final, que iba después del de Alfredo, cuando se muere Cordelia. 

Todas las noches, yo tenía temor, no quería pisar la banana, era difícil… Decía: ‘Por favor, que me salga bien…’, porque era el final, final”. “Alfredo era un ser excepcional, un mago, era hipnótico –sintetiza Gil Navarro–. Actuar con él era como jugar a la pelota con Zeus. Era un sol. Una noche, después de hacer el monólogo que yo tenía, salí del escenario; él entraba a los cinco segundos. Ahí, me agarró, me miró y me dijo: ‘Cuando estás arriba del escenario, sos lo mejor de vos mismo’. Fue como si me hubieran dado 45 Oscar juntos. Lo sigo recordando siempre antes de salir a hacer función”. 

 

Los nuevos públicos

Ariel Stolier, director de Producción de Rey Lear, para Paseo La Plaza, declara: “La filmación se realizó inicialmente como material artístico de archivo, como realizamos todas nuestras producciones teatrales. Posteriormente, en 2014, productores, intérpretes y director licenciamos y autorizamos a Teatrix para su exhibición dentro de su catálogo. Por ese convenio vigente, artistas, autores, productores, recibimos regalías periódicas a través de Argentores, Sagai, y en forma directa los directores y productores. En el marco del cierre de teatros y del distanciamiento social, hicimos un acuerdo con Teatrix, para que esta y otras obras que produjimos en La Plaza se emitan en una única función en forma pública y gratuita”. Y agrega: “Para ello, los elencos prestan su conformidad y aceptación a esta temporada online que busca visibilizar la actividad teatral y derivar recursos hacia nuestro sistema de salud (Cruz Roja). Estimamos que esta temporada de funciones gratuitas otorgará visibilidad adicional a cada espectáculo y potenciales mayores regalías, con el crecimiento de suscripciones que se generan en Teatrix. Creemos que el valor no monetario que estamos impulsando es relevante. Logramos mantener vínculos con nuestros públicos teatrales, e incluso acrecentamos audiencias, ya que las obras están siendo vistas por una cantidad enorme de personas que, por distancia geográfica o por un menor hábito teatral, no conocían los títulos y que ahora se animan a ver teatro de esta manera alternativa por primera vez”.