ESPECTACULOS
‘planta permanente’

La presencia eterna de Rosario Bléfari

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| Cedoc

Tengo que visitar el pasado en Tucumán para hablar del proceso de trabajo con Rosario Bléfari. Es importante que se entienda que las películas en donde trabajamos juntos son una consecuencia de un movimiento artístico que involucraba a gente muy amiga. Un día, con Agustín Toscano, le mandamos un mail con el guion de Los dueños y ella contestó a los pocos días diciendo: “Hola chicos! Leí hasta la mitad y ya les digo que sí!”. Un día le pasé el guion de Planta permanente para que lo leyera y me diera una opinión. Después de leerlo me citó a su oficina, la pizzería Pizzicato, y me dijo que quería trabajar en la película, que la trama la representaba y que escribiera mejor el personaje de Marcela para que lo hiciera ella.

Muchas veces me pregunto qué veía Rosario en nosotros, los tucumanos. ¿Por qué se sentía tan cómoda?

Y leo en su bello libro Antes del río (Mansalva, 2016):

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 Verse

Me regalaron un libro en el que soy mencionada. Recuerdo el hecho que comenta el poema, recuerdo todo y fue como ver algo del otro lado del espejo. O el contraplano. Ahora yo menciono el poema y alguien también va a poderse ver del otro lado y así hasta quién sabe cuándo. Que no se corte. Esto ya había pasado antes.

 

Entre 2003 y 2014, Tucumán fue un hervidero de arte y multidisciplinariedad. Gente no Convencida Teatro, Yoconvoz Discos, Brillobox, Los Pasteles Rojos, La AM en la efeméride rural, El Pancho con Poncho, La Familia Punk. La Balcarce, La San Martín, La Padre Roque, El Rancho. Obras, artistas que íbamos y veníamos de una casa a la otra, recitales, videos. Y en la casa de cada una de las personas que integraban este universo sonaba Rosario Bléfari.

Un día la trajimos a tocar. En ese momento andaba presentando Calendario. El día que tocó llovía a cántaros, pero llenamos. Coreamos junto a ella cada tema que tocó. Después, algunos nos fuimos con ella a Macanudos a comer pizza con ananá, azúcar morena y aceitunas negras. Ahí nos conocimos, hablamos de teatro, de cine y de la vida. Sobre todo de la vida.

Después la volvimos a traer. Después le mandamos el guion. Después empezó a viajar a Tucumán mucho más seguido a ensayar, y cada vez que iba, tocaba, leía, daba un taller, todos participábamos, después íbamos a comer empanadas y a hablar de la vida. Después vivió en mi casa, después vino Nina al rodaje de Los dueños.

Remuevo todo esto porque es imposible comprender el enganche de ella con nosotros y el de nosotros con ella sin asumir que lo colectivo es lo que nos enamoró. Esa manera de concebir el arte como forma de vida. Una vez me dijo que no se vivía del arte, que se vivía en el arte. Me dijo que el dinero no importaba, que las máquinas humanas lo arruinaban todo, que los amigos eran lo más importante, que ella no podía trabajar intensamente con nadie con quien no pudiera entablar una relación de amistad.

Ahora pienso en el proceso de trabajo para crear a Pía y después a Marcela. Y que el final de Los dueños lo cambió Rosario pero porque nosotros le dábamos el lugar; a ella y a todos los actores que trabajaban en la película. Armó una cuadrilla con “los patrones” y reescribían las escenas, se revelaban, nos desafiaban. ¿Quién es el verdadero autor de las obras? Ese era el enganche. Ella se sentía parte, se sentía par, y nos hacía sentir pares. Nunca peló currículum. Eso es para las máquinas.

En la recién estrenada online Planta permanente volvió a pasar lo mismo: amigo, quiero trabajar en este proyecto, quiero ser parte. Y juntos creamos el código de actuación para la película. ¿Cómo? Así, siempre a la par. 

*Director de Planta permanente.