Julio Chávez siempre fue un apasionado de la astrología. “La predestinación y los presagios me interesaron desde hace mucho tiempo”, cuenta Chávez, y viaja treinta años atrás para recordar que todos los domingos tomaba el diario y se dirigía directamente a la sección del horóscopo. El actor, que cumplió 59 años el 14 de julio, reporta que suele repelerse con los de Acuario y se siente afín con los de Piscis. “Mis mejores amigos y amigas son piscianos, me acompañan en lugares estratégicos en mi vida”.
Chávez le comentó a Adrián Suar durante las grabaciones de Farsantes su anhelo de hacer una ficción con el tópico de la astrología. Ese momento fue la génesis de Signos, el policial que estrenará el miércoles a las 23 en la pantalla de El Trece, en coproducción con TNT, donde Chávez interpreta a Antonio Cruz, un asesino serial experto en astrología que elige a sus víctimas por el signo del Zodíaco y porque están vinculados a un hecho del pasado que tuvo como protagonista a su madre. El ex Farsantes y El puntero acumula cinco meses de trabajo en Signos: tres de preparación y dos de filmación. De los 16 capítulos de la miniserie ya grabaron siete.
—¿A qué lugares fuiste para crear tu personaje?
—Cuando leí el primer libro se me vino a la cabeza un señor que tiene una inmobiliaria acá cerca, a quien veo caminando con su boina, de barba. Me parece profundamente convencional y particularmente misterioso, lo que es una contradicción atractiva, por eso me rapé y me dejé la barba candado: porque este señor es así. Vos podés decir “el tipo de la barba candado”, y en un pueblo donde transcurre la historia no todos tienen barba candado. Diseñé una carta natal con ciertos asuntos que Antonio espera por 46 años para que Saturno se ubique en un lugar determinado, y ése es el momento para hacer justicia. Lo hice nacer en Géminis y tiene ascendente en Cáncer con Saturno y la Luna en Escorpio. Lo construí con una profunda humanidad, cero enamorado de su rol de asesino, porque Antonio para sí mismo no es asesino, sino que hace actos que tienen que ver con su ideología.
—Hablando de la barba candado. En Twitter aparecieron críticas por el parecido del look de tu personaje Antonio con Walter White de “Breaking Bad”. Se dijo que esto te molestó. ¿Es cierto?
—No, no me molestó. Ya antes me había borrado de Twitter y Facebook, y no juego a los comentarios. Si hay un parecido, y si ven eso y si la gente se queja digo: “Mirá qué mala suerte” o “mirá qué casualidad”. Hombres así (se toca la barba candado) he visto 28 mil en mi vida, y si en Breaking Bad era así seguramente lo sacaron de algún lugar porque tampoco lo creó la serie. Yo no lo vi. Me comentaron, obvio, y por eso decidieron cambiar la imagen del afiche. Yo no puedo pensar de mí que soy tan estúpido como para lookearme como una persona conocida mundialmente. Soy tarado, pero no soy tan tarado; entonces, en todo caso prefiero pensar lo que es: una casualidad.
—Volvamos a la temática del programa. ¿Cuál es el atractivo de un asesino?
—Yo creo que matar… Yo creo que uno hace un esfuerzo, un trabajo por no hacerlo. De civilidad, de comprensión, de límite, y a veces me sorprende enormemente que teniendo esa posibilidad matemos tan poco. Porque, en un sentido, es mucha la fortaleza que se tiene en refrenar ese instinto de aniquilar al otro, de manera que me parece que parte de la humanidad es la comprobación de que podemos asesinar y no hacerlo.
—¿Cuál sería la sensación de matar a alguien?
—Empecé teatro porque me dijeron que yo podía hacer como que ahorcaba a alguien y que el otro se hacía el muerto. La primera vez que me invitaron, una compañera, Susy, me dijo: “¿Por qué no venís a estudiar teatro?”, y le dije: “¿Qué hacen?” “Nada. Vos me ahorcás y yo me hago la muerta”. A ver, y le hice así (hace el movimiento de ahorcamiento con sus manos) y dije: “¡Qué lindo!”. Mi vínculo con el asesinato es totalmente ficticio.
—¿Te interesan las historias de crímenes como la de Jack el Destripador, que nunca fue esclarecida en Inglaterra?
—Claro, son apasionantes. En la mitología está lleno de casos, y estoy atravesado por esa mitología. Me gustan más aquellas en las que hay algo que se apodera de ellos: El Hombre Lobo, Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Hay una hermosa película, M, el vampiro, un tipo que mata chiquitos. Es conmovedora; mientras él hace eso la película muestra lo que es la vida de la sociedad, lo corruptos que son los ciudadanos, lo que aprovechan de la tragedia, las miserias. Cuando termina la película y lo agarran, él mira a todos y les dice: “Señores, no lo puedo evitar, es más fuerte que yo”. Lo que quiere decir es que ellos sí pueden evitar sus miserias. Después hay algo inevitable que es que el asesino es inteligente, que juega con nosotros y en algún punto queremos que lo agarren, pero por otro lado no. Los asesinatos tienen algo de erotismo.
—¿Y el caso Nisman? ¿Te da intriga saber si fue un suicidio o un asesinato?
—No. Me produce... Leo información, me detengo... Es un hecho, un entramado muy complejo que me mantiene como analfabeto. Es un tema preocupante. Tiene lobby, y es entendible porque no sucedió en cualquier momento, ni a cualquier persona ni en cualquier país. Tenés que tener mucha cintura para meterte ahí, y yo no la tengo. Es más, no me acercaría a ningún espacio que empezase a tener vinculación con eso.
—¿Te referís el poder político?
—Sí. Conozco muy profundamente mi límite. No fue un espacio elegido por mí. No juego ni canchereo con lo que no puedo. Comprendo que es un espacio de una enorme energía y pulsión de algo que por mi naturaleza no puedo tener. Me mantengo fuera. Varias veces me han invitado a lugares, sacarme fotos, y no, no, no. No es joda, no juego. El hecho de tener poder, de estar en lugares importantes... No jodo con eso.
Ya es de noche y Chávez acepta salir a la calle para hacer las fotos. Señala un cuadro de San Lorenzo colgado en la salida de su casa. “Compré un metro cuadrado de la cancha nueva”, confiesa.
El regreso de Charlotte
La primera semana de enero de 2016, Julio Chávez volverá a ponerse falda, zapatos, aros y maquillaje para caracterizar a la travesti comunista en la Alemania nazi Charlotte von Mahlsdorf, en Yo soy mi propia mujer, en el Paseo La Plaza. “Sólo haré tres funciones semanales. Será una temporada corta”, anticipa el actor y director. Es probable que al mismo tiempo comience el rodaje de su próxima película dramática basada en el libro Oscura monótona sangre, de Sergio Olguín, bajo la dirección de Daniel Barone. “Más que un drama, es una tragedia de un hombre que se ve involucrado con una chiquita de una villa y con un asesinato”.
Uno de los motivos principales por los que decidió volver a reponer la obra que protagonizó en 2006 es que Chávez necesitaba otro encuentro con el director Agustín Alezzo. “Mis encuentros con él son de los momentos más hermosos de mi vida. Estoy profundamente agradecido de haber elegido este oficio porque me ha hecho conocer a una persona como Alezzo. Cuando lo llamé en enero para contarle mi deseo de volver a hacer la obra le dejé un mensaje y él me devolvió otro muy cariñoso que no olvidaré. Es un ser excepcional. ¿Viste cuando dicen “al cielo hay que llevar a Los Beatles para que le den sonoridad”? Bueno, además de Los Beatles yo le sumo a Alezzo. Es un hermoso representante y ejemplar de la raza humana”.
Onur, Sherazade y Tinelli
—¿Cómo ves la TV?
—No veo, no tengo tiempo. No puedo ver casi nada de ficción, paso por noticieros de diferentes miradas, y chusmeo programas en los que la gente habla mal de otra gente. Muchas veces veo Intratables.
—¿Las mil y una noches?
—La vi dos veces, y no le veo ninguna particularidad. Es como ver una telenovela de Cecilia Maresca, Cristina Alberó, una novela de Canal 9 de hace 25 años. La he visto 20 mil veces y la hemos hecho 20 mil veces acá. Es una telenovela que me da la impresión de que podés mirarla mientras planchás y no se te va a quemar la ropa. Pero lo que a mí me gusta como fenómeno es que los cuentitos no pasan de moda, y se puedan reinstalar una y otra vez.
—¿A Tinelli llegás despierto?
—No. No llego porque se me hace un fenómeno complejo de ver. Hay muchos elementos que pasan del entretenimiento, los jueces, y al igual que con la política, en ésa tampoco juego.
—¿Viste Entre caníbales?
—Vi diez minutos del tercer o cuarto capítulo. Sé lo que pasó, que no le fue bien. Supongo que es muy duro para una producción en la que se había generado mucha expectativa. Yo daba por sentado que iba a reventar. Pero no, lo lamento profundamente por los actores, productores, debe ser un grano en el orto.