Producida por la WWE, la institución líder en la lucha libre como entretenimiento, y con Dwayne Johnson, la estrella más feliz del mundo, Luchando con mi familia es de esos casos extraños donde todo empuja hacia un cine con corazón, que rebota contra sus propias cuerdas (aquí la marca institucional) y que incluso en sus tropezones irradia sentimiento, cariño y ganas de un cine distinto. Hay mérito en la historia de base, la vida de Paige, estrella de la WWF, de la lucha libre profesional como entretenimiento.
Pero es clave ver cómo la película entiende todas las llaves que le hacen a su sensible cuello: la burla para con la lucha libre (que da giros por el aire a 360 cuando la primera caricatura dice que “está todo arreglado”) es atendida de inmediato y la película deja en claro que quiere ser una deportiva. No solo eso, quiere ser de esas épicas a lo Karate Kid, que patean en el lugar exacto al cine buscando cuidar el absurdo y lo sentido, o lo que asemeja ser sentimiento, desde una construcción clásica (un clasicismo freído, claro, pero delicioso). De ahí, la construcción de esa familia devota del catch y su drama de clase social funcionan generando más corazón que datos superficiales.
Luchando con mi familia es de esas películas que por entender que hay emociones primarias no necesita hacerlas estúpidas, o crudas, o gestuales. Es más, las cuida con una inteligencia un poco apresurada, pero bendecida desde cada rincón. Actores como Nick Frost, Lena Headey y Vince Vaughn no son una revelación: son ese tipo de actores que atan una película a los lugares adonde la misma quiere ir. Y en ellos, y Florence Pugh, su protagonista, todo va fluyendo, como si viéramos un VHS de los 80, libres del pecado actual de la sobreexplicación, pero enamorados de la simpleza que no cree en estereotipos. La amistad femenina, la superación, el entretenimiento, la familia: todo lo pisa Luchando con mi familia con cariño, fingiendo que taclea lugares comunes para simplemente usarlos con esa elegancia farsesca del catch. Y la base donde todo se solidifica es en la presencia de The Rock, de Dwayne Johnson: allí aparece el anabólico simple, pero consistente que define cada músculo y cada acrobacia de Luchando con mi familia.