Mauricio Dayub no para de cosechar satisfacciones con su unipersonal El equilibrista. Lo había presentado en algunas pocas funciones durante 2018, pero desde su estreno oficial, en enero de este año, llenó los lunes y martes el Chacarerean Teatre, adonde regresará en enero de 2020. Festeja cien funciones en El Nacional, cuyas más de mil butacas se vendieron para el viernes 15 de noviembre, y ya se habilitó una función extra el viernes 22. Dayub estará actuando en Mar del Plata con esta obra. Además, desde marzo dirigirá a Adrián Suar y Diego Peretti en la comedia Inmaduros, que estrenará a mediados de año en El Nacional. Por lo demás, el lunes pasado ganó el ACE de Oro por la obra en que resume algunas anécdotas de sus padres, abuelos y tíos, reescritas por Patricio Abadi, Mariano Saba y el propio Dayub, quien se va transformando en varios de sus familiares, con algunos cambios de vestuario y su dominio actoral, bajo la dirección de César Brie.
Consagrado décadas atrás con otro unipersonal, el recordado El amateur, y protagonista del fenómeno Toc toc –que vuelve el 3 de enero, esta vez, la primera dentro de las diez temporadas, sin Dayub–, tiene abundantes ofertas de trabajo. Empezará a rodar para Netflix la película El cuaderno de Nippur, dirigida por Carlos Sorín, con Valeria Bertuccelli y Esteban Lamothe; y desde julio está esperando el cronograma del rodaje que Amazon realiza para la serie sobre la vida de Diego Armando Maradona; está pendiente que viaje a México, donde hará de Coco Villafañe, padre de Claudia.
—En el circuito urbano anual, “El equilibrista” es un fenómeno. ¿Cómo imaginás que puede funcionar en la costa?
—Ya con la cantidad de espectáculos que van [a estar programados], diría que no hay público para todos. Pero no pienso [en estar allí] desde el punto de vista comercial… Me pasó con El amateur, un espectáculo que teóricamente no era para Mar del Plata. Antes había ido con A lo loco, y después fui con Cuatro jinetes… Yo voy [a la costa] más por lo que puede significar para algunos que pensando en la inversión que tengo que hacer y en toda la movida económica que significa. La producción es mía: Rottemberg pone la sala y yo pongo el espectáculo. Es una forma de vivir más que de trabajar.
—¿Cómo fue pasar de un enorme éxito como fue “Toc toc” a otro como “El equilibrista”?
—Yo no llegué a dejar un éxito y ya sentí que me había subido a otro. Esto, para una persona como yo, que la remó tanto, era absolutamente impensado, nunca lo hubiera podido imaginar. Tengo la sensación de que me vine contra la corriente, por el río Paraná [nació en la ciudad de Paraná]. Casi todos me decían que no; la gente nunca vio en mí una posibilidad, como para que yo armara esta frase: “Dejar un éxito para subirme a otro”. Mi gran mérito es haber buscado siempre adentro de mí; el afuera no me iba a deparar demasiado. Yo veía que la vida a mí no me iba a sorprender; la tuve que sorprender a ella. “Toc toc” fue un fenómeno tremendo. Luego, “El equilibrista” tuvo una devolución inmediata. En las primeras funciones, recibí la devolución del público, de productores, de directores, incluso de maquinistas.
—¿Cuánto hay de tu historia en esta obra, donde encarnás a diferentes integrantes de tu familia?
—Por ejemplo, lo que es en relación con mi abuela, en Italia, eso lo viví exactamente en un viaje que hice para filmar una película en Yugoslavia, hace 25 años. Nunca pensé que iba a contar esa historia [secretos en la familia hicieron que por más de cincuenta años su madre no regresara a su oriunda Italia, y solo con la intermediación de su hijo sucedió]. Es real. Cuando yo fui, hacía 55 años que mi mamá vivía en la Argentina; había venido a los 4 años. Después, tardó tres años más en decidirse a volver a su lugar. Llegar a dar con la familia y la vuelta de mi mamá modificaron mi relación con mi familia, cambiaron la vida de mi papá. Mi mamá, que no había salido jamás del país, que se había ido siendo una señora de batón manchado de cocinar, volvió teñida de rubio, con una estola y un vestido de flores, diciendo: “¿Dónde está mio bagagli?”. Y mi papá, que había ido conmigo al aeropuerto, que había pasado el mes más largo de su vida, me miraba a mí como diciendo: “¿Qué hacemos con esta mujer? ¿Qué hiciste? ¿Y ahora?”. Todos entendemos que son cosas que tienen que pasar, pero hay que ver si nos bancamos después las consecuencias, ¿no?
—¿Qué podés contar sobre la filmación de la serie sobre Maradona para Amazon?
—Para la serie, firmamos un convenio de confidencialidad por el cual no somos dueños de lo que hacemos y dependemos de la producción. Como en todo trabajo de edición televisiva o cinematográfica, uno como actor es solo un pequeño engranaje. [Lo que puedo decir es que] viene demorado; [puede ser en] noviembre, diciembre; estoy tratando de coordinar los días… Yo ya rodé varios capítulos; fueron cinco días de filmación en la Argentina. En México, las escenas del capítulo son del Mundial de México. Por eso, es que viaja mi personaje [para filmar en] los estadios, vestuarios, la concentración, todo lo que vivió Diego.
—Además del partido de fútbol que jugaste con Maradona en 1996, ¿qué otras referencias tenés de él?
—Antes de eso, varias veces sus hijas vinieron a ver Amigovios, a la grabación (Canal 13, en 1995); eran dos chiquitas, querían ser actrices y les gustaba el programa. Vino varias veces y, cada vez, generaba una expectativa increíble. Yo lo amé viéndolo jugar al fútbol; me emocionaba hasta las lágrimas. Diego fue un representante de la clase baja en lugares imposibles de alcanzar. Representó la ilusión de todos. Después que dejó de jugar al fútbol, se convirtió en un ser humano: dejó de ser Dios y pasó a ser un ser humano. Y como todo ser humano, tiene virtudes y defectos. Sus piernas y su cabeza hacían visible lo invisible en la cancha. Cuando nadie podía, él podía. Me parece que la vida es mucho más que lo que vemos.
El discurso que celebra lo que le costó “tanto remar”
El martes pasado, en el teatro Lola Membrives, durante la entrega de los Premios de la Asociación de Cronistas del Espectáculo, Mauricio Dayub abrió la noche cuando ganó el premio al Mejor Actor para Obra Unipersonal. Al recibirlo, reconoció a Enrique Pinti, “que está en la terna, quien ha acrecentado el público para todos nosotros” y cerró diciendo: “Soy muy feliz, me gusta mucho este premio; siempre quise pertenecer a esta familia”. Rato después, César Brie fue distinguido como Mejor Director de Obra de Teatro Alternativo.
La ceremonia siguió, y fueron grandes ganadores Cabaret (en las categorías de Musical; de Actriz y Actor de Musical para Florencia Peña y Mike Amigorena; Dirección Musical y de Musical para Gerardo Gardelín y Alberto Negrín, respectivamente; Renata Schussheim por Vestuario); Recuerdos a la hora de la siesta (en Infantil; a Alejandro Ibarra por Música Original); y Petróleo (por la Autoría Colectiva de Piel de Lava y Laura Fernández, y Pilar Gamboa como Actriz Dramática).
Para el ACE de Oro, Juan Leyrado, encargado de entregarlo, abrió y descubrió el sobre vacío: “No hay nada; de verdad, no está escrito”. La presidenta de ACE, Nora Lafón, se acercó para asegurar oralmente el nombre: Mauricio Dayub. Entonces, ya con el premio en mano, el actor descomprimió el error: “Qué bárbaro cuando uno empieza de abajo y sigue, ¿no? Ni acá figuro. Es extraordinario, es hermoso”. Luego de la carcajada general, retomó: “Agradezco a lo que me ha faltado, a lo que no he tenido [porque me ha generado el deseo]. Llegué a esta ciudad sin conocer las calles, ni a ninguno de ustedes, y ahora los conozco a casi todos y ustedes a mí. Agradezco porque siempre quise que el teatro no solo divierta, entretenga, sino que pueda ayudar a los demás. Y tal vez este momento puede ayudar a muchos que empiezan sin tener nada, como yo, porque un día se puede sentir que uno lo tiene todo [y sosteniendo con fuerza la estatuilla, remató]: como me pasa a mí”.