ESPECTACULOS
Mauricio Dayub

Un actor que se apoya en la disciplina

Es parte del fenómeno Toc-Toc –intérprete y productor– y estrenó en su sala El equilibrista. Graba como Coco Villafañe en Maradona, y por contrato no cuenta nada.

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Vender. Mauricio Dayub sin prejuicios con el teatro comercial. | Aballay

Se sube a un escenario y hace siete funciones por semana. Pero no solo es hombre de teatro sino también, de cine y televisión: Mauricio Dayub se prepara para participar de la serie Sueño bendito, una biopic sobre Diego Maradona producida por Amazon. De ella solo puede adelantar: “Ya firmé mi contrato y un convenio de confidencialidad. Haré el personaje de Coco Vi-llafañe, el papá de Claudia”.     

Asimismo, transita por la novena (a partir del estreno en 2011) temporada del fenómeno que es Toc-Toc en Mul-titeatro Comafi, y protagoniza El equilibrista (martes a las 21 en Chacarerean Teatre).  La obra, escrita por Patricio Abadi, Mariano Saba y por el propio Dayub, lleva la dirección de César Brie y es “un espectáculo hecho con lo que yo sentía cuando iba al teatro: la sensación de haber estado allí me duraba una semana. Antes había que ser actor para subir al escenario. El espectador de hoy, si no conoce el sabor del orégano, cualquier pastito verde que le pongan a la pizza le pasa por orégano”.

—¿Cuánto de ego hay en hacer una obra solo, un unipersonal?

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—Antes de salir, uno siente que es arriesgar demasiado. Más que ego, lo que tengo es responsabilidad, disci-plina, para que la acción se construya como yo quería: se me olvida un poco que estoy solo arriba del escenario, para recibir aplausos.

—Cómo sostenés económicamente un unipersonal?, ¿qué costos tiene?

—Siempre me jugué todo lo que me ganaba en la tele, para ponerlo arriba del escenario. Este espectáculo, a priori, económicamente no tiene sentido. No tengo subsidios ni nada; es una inversión mía, personal; les pagué a todos los que trabajaron conmigo como si trabajaran en el teatro profesional y como si fuera a hacer cinco o seis funciones por semana. Cuando yo hice El amateur, me costó 30 mil dólares. Con ella, recorrí festivales. Parece tan simple, tan sencilla, pero para que algo sea simple y sencillo, antes tiene que haber una elaboración que lleva tiempo, dinero, cabeza, esfuerzo y algo de talento. Hay mucha soledad, todo está relacionado con el éxito. Hay que tener éxito para poder vivir, porque si no tenés éxito no pagás los gastos fijos. Pero, por acertar, dejamos de ver cómo es todo, estamos pendientes de dar en el blanco.

—Lo comercial, lo independiente, ¿existen para vos esos rótulos?

—Sí; están instalados. Cuando el objetivo es vender, no tengo problema con eso; al contrario. Cuando yo me formé, trabajábamos y no había nadie en el estreno: claro, no habíamos hecho nada para que viniera gente. Cuando empecé a hacer mis obras, dije: “Tenemos que poner el mismo ímpetu sobre el escenario y que en ir, en otra parte del día, a la boletería para ver cómo hacer para que esto funcione”.

—¿Qué reflexión te genera el MeToo argentino?

—Cuando lo extraordinario se convierte en cotidiano, es porque hubo una revolución. Lo que antes era extraordinario ahora aparece en las escuelas, en las casas, en las familias. Apareció gracias a este colectivo de actrices, que, entre otras cosas, está demostrando la ausencia absoluta del Estado en los temas que nos preocupan a los argentinos.

—¿Pensaste en vivir fuera del país?

—No puedo vivir en otro país. Cuando miro por el agujerito del telón, necesito conocer a quién le voy a trasladar lo que hago. En otro país, actúo para que la crítica hable bien. En cambio, acá, yo sé que lo que digo, la gente lo necesita, le va a cambiar algo. Es el motivo para ser actor: espejar la realidad de algún modo para que los que vinieron vean algo que se relacione con su vida y los modifique.

La experiencia de ‘Toc-Toc’

“Toc-Toc ha sido algo extraordinario. Yo hice el mismo trabajo que hago en el teatro independiente. Y estoy orgulloso de lo que logré hacer con una obra comercial, que me permitió hacer lo que me gusta en el teatro: desarrollarme y seguir creciendo. No me aburro nunca: hacer reír es lo más hermoso que hay en el mundo. Es como ir a una fiesta. Yo tengo una fiesta de miércoles a domingo, en la que tengo que hacer reír a la gente.

Lo que sí me generó Toc-Toc es que me tuve que adaptar a la exigencia de las funciones. Yo empecé haciendo ocho por semana (en Mar del Plata, llegué a hacer 14). Esto te aleja un poco de la realidad, y además, tu cuerpo y tu voz necesitan un trabajo físico para estar preparados, un reacomodamiento de tu alimentación, para estar en alto rendimiento, como un deportista. Con mi obsesión, calculé que me emocionaba ocho veces por semana y cuarenta veces por mes, y pensaba: por ahí, me quedo sin emoción para la vida diaria… Pasé de ser alguien que tenía que preguntar cómo hacer las cosas, a ser el que puede decir cómo es hacer 2.600 funciones.

No me pasa la sensación de repetir. Tal vez me ha ayudado que el elenco ha ido cambiando y que fueron pasando distintas cosas en el público. Yo la seguiría haciendo”.