Marianela Núñez es uno de los muchos casos de argentinos exitosos en el exterior pero desconocidos en nuestro país. A los 15 años ingresó al Royal Ballet de Londres. Desde 2002 es allí la bailarina principal y hoy, con 33 años, la prestigiosa compañía inglesa también le permite bailar en otros escenarios del mundo. Acaba de estar en Italia, Austria, Estados Unidos, Brasil… y ahora, en la Argentina. Hoy sábado participará de una gala solidaria para recaudar fondos para un niño que necesita operarse, en la Sociedad Alemana de Gimnasia de Villa Ballester, junto a otros prestigiosos argentinos, como Cecilia Figaredo, Karina Olmedo y Alejandro Parente. Luego seguirá con funciones en Bahía Blanca, Posadas y Santiago del Estero. Más adelante, el 16 de agosto, integrará el grupo de selectos intérpretes que brindarán una gala, con fragmentos de danza clásica, en el Teatro Colón.
—Acabás de bailar en el American Ballet Theatre (ABT) de Nueva York, como invitada. ¿Te vincularon con Paloma Herrera, recientemente retirada?
—Sí, en seguida. Pero no sólo con Paloma, sino también con Julio (Bocca), Herman (Cornejo) y con Luciana Paris, que estaba conmigo en la escuela (del Colón), y que ahora acababan de promover a solista (en el ABT) cuando yo estaba allá.
—¿Y Baryshnikov, en el ABT? ¿De qué maneras lo encontraste presente?
—Baryshnikov se respira en el mundo y es una figura constante en la carrera de cualquier bailarín. Mientras estaba yo en el American, fui a ver al fisioterapeuta, aproveché y le pregunté por Misha (apodo con que se conoce a Baryshnikov). El me contó cómo lo había conocido, cómo era su cuerpo, las proporciones y la coordinación perfectas. Me habló de Julio (Bocca]), cuando llegó con ese talento tan natural y con el deseo que tenía siempre, de ganar el escenario. Y de Paloma: cómo la descubrieron tan jovencita, y cómo llegó a ser una estrella con 19 años.
—¿Qué pensás sobre tantos bailarines argentinos exitosos en el exterior, pero poco conocidos en nuestro país?
—Sí… Es difícil que la gente nos vaya siguiendo estando nosotros tan lejos. Esta generación –Herman, Ludmila Pagliero (primera bailarina de la Opera de París), yo– es muy buena, y todos estamos haciendo unas carreras increíbles afuera. Ojalá que de a poco podamos volver a Argentina, para compartir lo que hacemos afuera.
—¿Pensás en que un día podrías retirarte de la danza?
—Estoy compartiendo momentos con bailarines de nuestra casa (el Royal) que se están retirando, como Carlos Acosta (cubano, estrella absoluta). Entonces, te das cuenta de que (el retiro) es un paso enorme, para el que tenés que tener mucha valentía. De todos modos, yo tengo 33 años, estoy en el pique de mi carrera y no quiero pensar. Además, Alessandra Ferri regresó a la danza, con 50 y pico de años, y la ves en el escenario y parece una nena. Es lindo ver bailarines maduros en el escenario.
—¿Bailás teniendo en cuenta el rédito económico de tus actuaciones o no lo considerás?
—No, yo no lo tomo así. Es mi trabajo, yo pago mis cuentas. Pero también hago muchas galas a beneficio, no sólo para ayudar, sino también por la cuestión de bailar. El bailarín termina haciéndolo por el amor que tiene por lo que hace. La pasión es lo más importante.
—¿El ballet vive un boom mundial en la actualidad o está en decadencia?
—Está retomando una posición muy grande. Hizo un boom increíble hace un par de años. Cuando salió la película de Natalie Portman, Black swan, todo el mundo estaba con las antenas paradas sobre el mundo del ballet. Otra cosa que ayudó mucho son las proyecciones de ballets completos, en vivo en HD, en los cines: es una idea maravillosa.