ESPECTACULOS
FERNADO PEA Y SU NUEVO PROGRAMA EN EL CANAL ESTATAL

Romance de la Cristina y "el Molleja"

El canal oficial da la nota con el nuevo programa de Fernando Peña, 13 episodios independientes en los que el actor despliega el abecé de sus ideas y reglas de la vida.

1009pexa468
Pea como Cristina y "el Molleja" en la primera entrega de "Isla flotante". | Cedoc

Peña apareció pidiendo permiso. Raro en él, pero de algún modo atractivo, sorprendente, incluso gentil de su parte. No por el hecho de tener a la “bestia domesticada” sino por el gesto de asumir que, bueno, es la tele a fin de cuentas (o no sólo la tele: “la televisión pública”), medio conservador y regresivo si los hay, donde el paso en falso se paga a valor capricho y donde el espacio para la alteración es menos que cero.

Utilizando ese mismo diccionario que el lunes pasado por la noche Peña esgrimió en pantalla, digamos que “alterar” es tanto “cambiar la esencia o forma de algo” como “perturbar, trastornar, inquietar”.

Con el primer episodio de los trece que tendrá su programa Isla flotante, Fernando Peña ya demostró que no irá la cosa tanto por el lado de “cambiar la forma”, pero sí, aún con las limitaciones de un primer envío, se intuye que puede haber algo de “cambiar la esencia”, de “perturbar”, de “inquietar”.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite


De todos modos, la Bestia Peña sí está ligeramente domesticada en su Isla flotante, dicho esto en el mejor sentido posible, en tanto buena parte del programa transita por esa especialidad suya de proyectarse de lo doméstico a lo público, logrando así un efecto que de algún modo es político.

En la cocina de su propia casa y junto a su “dama de compañía”, Fernando Peña preparó un arroz con leche (tal el título del programa del pirmer porgrama, ya que cada semana el eje lo impondrá una comida diferente) porque “todo el mundo se quiere casar”, y desde su mesa de trabajo fue apostillando la ficción que se contó en el primer envío, la de la travesti Cristina (ejem), su permanente mal de amores y su romance fugaz, intenso e infausto al fin con un galán llamado “el Molleja”.

Asumiendo el espacio que ocupa (“la televisión pública”) y un poco a la manera de esas personas que quieren compartir un video con los amigos pero van poniendo pausa para explicar cosas, Peña fue apareciendo como comentarista de la historia de Cristina (interpretada por él mismo) y “el Molleja”, siempre con tono relajado aunque quizás algo didáctico, para decir que no importa el sexo, el color del pelo, de piel, de nada, y que todas las personas son personas y lo que en el fondo quieren es, como dice el Arroz con leche, casarse.


El cuentito de la Cristina y “el Molleja” tuvo la forma de una telenovela hiperbólica y autoconsciente, aunque quizás un poco asfixiada, sin mucha libertad en su desarrollo por más kitsch y canción italiana que se haya usado para aderezarlo. Ahí se sintió cierto encorsetamiento o incluso alguna limitación en la puesta, pero el programa respiró y amagó con levantar vuelo cuando Peña, haciendo de Peña, desplegó desde su escritorio y de la manera más sencilla posible el abc de sus ideas sobre el amor, sobre la ficción y sobre las relaciones entre las personas. La amalgama entre ambas partes del programa es la apuesta fuerte y ya se vio que funciona. Ahora sólo falta que semana a semana Isla flotante vaya levantando temperatura. Para que, de esa manera, las mollejas terminen estando bien a punto.